28/04/2024 10:47
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¿Confiaría Ud. la creación, o gestión, de un sistema democrático a Lenin, Stalin, Kruschov, Breznev o Castro? Si su respuesta es un NO rotundo, compartimos un mismo criterio. Ahora bien, ¿pondría Ud. la creación o gestión de la democracia en manos de Marx o Engels? Ante esta segunda pregunta, los criterios divergen y un grupo importante de los anteriores no tiene tan claro que sea necesario repudiar a Marx y a Engels, que fueron los auténticos creadores del Marxismo.

         ¿Por qué ocurre esto? Unos porque, aunque se consideren o autocalifiquen de marxistas, desconocen las ideas de a Marx y Engels. Otros porque habiendo sido marxistas siguen aún bajo el síndrome de Estocolmo y pretenden que el comunismo es una incorrecta aplicación del pensamiento de Marx. Entre ellos ¡ojo! hay personalidades de alto calibre ideológico, como el propio Stephane Courtois, autor del Libro Negro del Comunismo, que es un texto detallado de los crímenes del comunismo en todo el mundo, incluidos los realizados en la propia Guerra Civil española a la que dedica un capítulo de su libro.

         Finalmente hay muchos otros que creen que el Marxismo es algo ya decaído y que los problemas políticos se resuelven con una mera buena gestión de la economía. Así lo hizo el presidente Rajoy quien, aun teniendo mayoría absoluta para derogar la Ley de Memoria Histórica, se limitó a “dejarla sin presupuesto” con lo que las Comunidades Autónomas socialistas pudieron seguirla aplicando con los suyos propios. Después, el presidente Sánchez lo ha tenido muy fácil pues le ha bastado con dotarla de presupuesto y crear una Secretaria de Estado para impulsar su puesta en marcha.

         Pablo Casado siguió por ese mismo camino, porque no quería “meterse en problemas” y habló de sustituirla elaborando una futura ley de Concordia”. Ahora Feijóo y su PP siguen en la misma línea. No quieren ni oír hablar del Marxismo para “no crear tensiones”. Feijoo ha sugerido que abrirá un “contexto de negociación” para crear una ley específica “fuera de planteamientos ideológicos y fuera de rencores”. Largo nos lo fía el candidato del PP para las generales. Desde luego de momento no le ha dado orden a Juanma Moreno, que tienen una mayoría absoluta en Andalucía para que derogue la ley de Memoria Histórica y Democrática de Andalucía de 2017. VOX le ha pedido ya en tres ocasiones que se derogue esa ley autónoma andaluza, pero Juanma se ha negado a ello. En cuanto al PSOE, al cual Felipe González en 1979 encaminó por la vía socialdemócrata, eliminando el marxismo de los estatutos del partido, es evidente que con Zapatero retomó la senda marxista de Largo Caballero, la cual sigue ahora Sánchez con mayor intensidad.

         La democracia es una forma de organización social y política que atribuye la titularidad del poder al conjunto de la ciudadanía. Nuestra Constitución la coloca en su artículo primero al hablar de Estado de Derecho y Soberanía del Pueblo Español. La democracia requiere también que se institucionalice la forma a través de la cual el pueblo pueda elegir claramente a quienes van a ejercer el poder en su nombre. La defensa de la democracia no permite ambigüedades: los totalitarismos, tanto el Nazismo y el Comunismo, deben ser repudiados y asimismo las ideologías que los sustentan.

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         La denuncia del marxismo es irrenunciable para defender la democracia por varias razones. Señalemos algunas de ellas.

         Primero, porque el marxismo deja claro en sus escritos que es una ideología criminal que propugna derogar por la violencia el orden social existente, la eliminación despótica de la propiedad privada y la implantación de la dictadura del proletariado como etapa previa a la creación de una paradisiaca sociedad socialista de prosperidad y libertad, que luego nunca llega.

         Segundo, porque la treintena de regímenes inspirados por el marxismo, que en el mundo ha habido o hay, han sido o son regímenes de terror y de explotación incompatibles con toda democracia, aunque se oculten autodenominándose repúblicas populares, socialistas, bolivarianas o incluso democráticas.

         A estas alturas del siglo XX los resultados de esos experimentos son conocidos por lo que no hay duda de que son regímenes criminales. Por tanto, por aplicación de la metodología científica de observación de la realidad, es un hecho indiscutible que la democracia desaparece cuando se implanta el marxismo como ideología social.

         Tercero, porque el marxismo no respeta el estado de derecho. Considera que el marco jurídico al igual que el teatro y la literatura, no son otra cosa que emanaciones de una sociedad que ya está corrompida en sí misma por aceptar la propiedad privada de los medios de producción, la cual es la causa del origen del mal en el mundo. Por ello consideran legítimo apoyarse en la burguesía liberal «mientras esta actúe revolucionariamente para que en el instante mismo en que sean derrocadas las clases reaccionarias, comience, automáticamente, la lucha contra la burguesía».

         Cuarto, porque el marxismo engaña a los ciudadanos presumiendo de superioridad intelectual y moral frente al resto de ideologías. Mediante su eslogan “proletarios del mundo uníos” afirma que ha hecho una clara opción por los desfavorecidos, por los parias de la tierra. El resto de ciudadanos son meros gusanos que obstaculizan el progreso social y cuya eliminación está por tanto justificada.

         Quinto, porque esa presunta superioridad moral atrae a muchos idealistas que se ven envueltos en sus redes y que son adoctrinados de tal forma que inclusive cuando abandonan los partidos o instituciones marxistas les cuesta gran esfuerzo denunciar al marxismo.

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         Sexto, porque el marxismo persiste en nuestras sociedades. Los pensadores y líderes marxistas tienen estatuas, calles e instituciones dedicadas a ellos. Sin embargo, Hitler y el Nazismo cayeron. Ya no hay estatuas, calles ni signos que los elogien. No ocurre lo mismo el marxismo. Inclusive el criminal Lenin sigue siendo venerado en la Plaza Roja de Moscú.

         Séptimo, porque en España la lamentable y trágica Guerra Civil no se analiza con objetividad. La izquierda marxista se cierra en la crítica feroz al franquismo sin querer tomar en consideración que Stalin, el mayor criminal de la historia, gobernaba la URSS desde 1924 hasta su muerte en 1953 y que Largo Caballero fue el Lenin español. Se engaña a la gente de buena fe impidiéndoles ver que la España roja estuvo en gran medida inspirada y dirigida por el marxismo revolucionario del PSOE y del PCE. Ha tenido que ser un ex marxista, Pio Moa, el que nos abrió a muchos los ojos con sus libros llenos de sentido común. Deja absolutamente claro que si Franco hubiese sido derrotado lo más probable es que España se hubiera convertido en un Estado comunista, de forma similar a como ocurrió en Europa del Este tras la Segunda Guerra Mundial o como, posteriormente, ha ocurrido en los países hermanos de Cuba, Venezuela y otros.

         En España, los demócratas de derechas suelen tener un sentimiento de mala conciencia porque el régimen de Franco fue de derechas y, por ignorancia, creen que Franco fue el malo de la guerra civil y los rojos los buenos. A su vez los demócratas de izquierdas suelen tener mala conciencia porque saben que el socialismo marxista era de izquierdas y prefieren que no se hable de ello y menos aún ser ellos mismos los que lo cuestionen. Sin embargo, la convivencia democrática que propugna el preámbulo de nuestra Constitución es incompatible con el silencio ante el pensamiento marxista. A estas alturas seguir callando es darle alas a la mentira y a la violencia y por tanto conduce a la desaparición de la democracia. La conclusión es clara: mientras no haya una condena generalizada al marxismo, la democracia estará en peligro y, desde luego, sin democracia, la anhelada convivencia será irrealizable.

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