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Paloma Hernández es licenciada en Bellas Artes y Máster en Estudios Avanzados de Filosofía por la Universidad de Salamanca, así como investigadora asociada de la Fundación Gustavo Bueno. Guioniza, dirige y presenta el canal de filosofía en YouTube conocido como «Fortunata y Jacinta» y organiza anualmente los Encuentros Forjados, congresos dedicados al análisis de la realidad política y social de nuestro presente.
¿Cómo y en qué circunstancias nace el canal de YouTube «Fortunata y Jacinta»?
El canal nace de una circunstancia política española muy concreta: el golpe al Estado que tuvo lugar en Cataluña el 1 de octubre de 2017 y mi convencimiento de que nuestras «izquierdas» iban a apoyarlo. He de decir que durante veinticinco años me dediqué profesionalmente a las artes plásticas y no hay que olvidar que dicho gremio está atravesado por el sistema de ideologías que hoy día funciona de manera hegemónica tanto en España como en las distintas naciones hispanoamericanas: un paquete de ideas, mitos y creencias que identificamos vulgarmente con «la Izquierda». Y entrecomillo la expresión «la Izquierda» porque habría muchísimo que matizar respecto a lo que son o dejan de ser estas autoproclamadas “izquierdas”. A ello he dedicado mi último libro El fin de la Izquierda. Análisis del desbordamiento de las izquierdas por el Globalismo oficial.
Lo cierto es que el sistema de ideologías que empuja a estos grupos es disolvente de la nación, es decir, son ideologías imprudentes (y no sabias) desde el punto de vista político. Dicho de otra manera, estos partidos políticos han perdido de vista la razón de Estado, la racionalidad política… su praxis política ya no está orientada hacia la conservación de la polis de referencia (España) sino que se han puesto al servicio de otras polis: los proto-estados vasco y catalán. De hecho, están derivando funciones propias del Estado para crear estados nuevos: fiscalidad, control de la inmigración, sistema educativo, diplomacia, etc. Pero también se han puesto al servicio, sabiéndolo o sin saberlo, de otras potencias externas que, como es natural, buscarán sacar el mayor provecho de nuestra debilidad como sociedad política.
Y al ver estos peligros de las izquierdas decides defender a España y la Hispanidad…
Exacto, exacto… tras los acontecimientos que tuvieron lugar en Cataluña el 1 de octubre de 2017, a mí me saltan todas las alarmas, temiendo (como de hecho ha ocurrido) que nuestras «izquierdas» apoyarían todos los delirios separatistas e hispanófobos. Y es que, trágicamente, nuestras autoproclamadas izquierdas son antiespañolas y tienden a condenar —por ignorancia, cobardía o mala fe— la acción histórica de España a excepción, claro está, del idealizado periodo de al-Ándalus, los ilustrados con Carlos III, las dos Repúblicas, los gobiernos socialistas del Régimen del 78 y pare usted de contar. Es entonces cuando decido aparcar los pinceles (no he vuelto a pintar) y abrir un canal en YouTube para emprender una defensa razonada de España y de la Hispanidad. Y no cejaré en mi empeño. A patriota no me gana nadie (risas), ni Don Benito Pérez Galdós, ni tampoco Unamuno, quien decía que él era español de oficio y profesión. Yo lo suscribo, de manera que seguiré plantando barricadas en YouTube para defender a todos los españoles: los que fueron, los que somos y los que serán.
¿Por qué era necesario el análisis filosófico para abordar las problemáticas históricas que dan forma a nuestro presente: España como sociedad política en crisis?
Porque el ámbito y materia que caracteriza la labor de la filosofía en sentido estricto es el análisis de las Ideas: la tarea de la filosofía crítica consiste en definir y clasificar las Ideas. Mi trabajo, por tanto, consiste en analizar de forma crítica las ideas que manejan nuestros políticos y politólogos, periodistas e historiadores, los profesores o las propias gentes del mundo de las artes cuando se les pregunta por temas políticos, los ciudadanos de a pie en redes sociales, etc. ¿Quiero decir con esto que los historiadores o los artistas están incapacitados para hablar de política? No, de hecho, muchos actores y actrices hablan continuamente de política y se posicionan a favor de ETA y ese tipo de cosas. Lo que digo es que al hablar de política siempre lo hacen como filósofos, aunque no lo sepan, y que, por ello, es necesario observar cuáles son las coordenadas filosóficas desde las que hablan. ¿Por qué? Pues porque filosofías no hay una, sino muchas. Voy a poner un ejemplo: cuando un politólogo como Íñigo Errejón habla de España necesariamente tiene que recurrir a ideas como la Idea de nación, la Idea de imperio, la Idea de unidad, de libertad, solidaridad, soberanía, etc., y estas son ya ideas filosóficas, son ideas que desbordan los límites de las disciplinas positivas de un historiador o de un politólogo. Son Ideas, por tanto, que hay que abordar a escala filosófica.
Ahí es donde entra en juego Gustavo Bueno…
Efectivamente, yo he tomado partido por el Materialismo Filosófico, que es el sistema de Ideas iniciado por el filósofo español Gustavo Bueno y continuado por los investigadores de la Escuela de Filosofía de Oviedo. Y he tomado partido por este sistema porque considero que es el más potente de cara a entender la realidad política, social, científica, artística, religiosa y económica del presente. Proporciona, por ejemplo, una plataforma de análisis que permite triturar —desde una filosofía racional, crítica y dialéctica— las posiciones de quienes sostienen la idea de que España es una nación fallida, un caso anómalo dentro del concierto de naciones, justificando con ello su necesaria extinción.
Un ejemplo: nuestros indigenistas patrios, los secesionistas catalanes, han llegado a afirmar que Cataluña es nación política desde el siglo XII; otros sostienen que España es una entelequia construida por no se sabe qué panda de nacionalistas españoles del siglo XIX; otros se empeñan en decir que España solo existe desde 1812; algunos que se sienten gallegos apelan al sentimiento para que se reconozca su estatuto político como gallegos y no como españoles… y cosas así. Frente a este tipo de afirmaciones —aberrantes desde el punto de vista histórico y científico— hay que decir con contundencia que, efectivamente, España se configura como Nación en sentido político a partir de la Constitución de 1812, pero que eso no significa, en modo alguno, que España no existiera antes como nación histórica y, por supuesto, como Estado, un Estado situado dentro de los parámetros del Antiguo Régimen; un Estado perfectamente identificado desde dentro y desde fuera de nuestras fronteras con una unidad y una identidad definidas históricamente a través de sus instituciones, la lengua, las costumbres y realizaciones culturales, etc.
El problema radica en no entender que el término «nación» adquiere, a lo largo de la historia, distintos usos prácticos y que, antes de la Revolución Francesa (revolución liberal en España) no se puede hablar de nación en sentido político, ni aquí ni en ningún otro lugar del mundo, eso es una auténtica barbaridad.
Usted afirma que el nombre Fortunata y Jacinta, alusivo a la célebre novela de Galdós, representa esa España orgullosa de su historia y con profundas raíces y costumbres católicas…
En relación a Galdós, me interesaba resaltar su figura por dos razones. En primer lugar, porque al margen de que él mismo se declarara demócrata, liberal, republicano, socialista, krausista o monárquico amadeísta, fue siempre un patriota insobornable. «España» es el tema que atraviesa de cabo a rabo toda su obra, desde sus artículos periodísticos hasta sus novelas. Y hay que subrayar que no se limitaba a valorarla como una mera estructura administrativa, sino que entiende a España como la patria y Galdós expresa en todo momento un profundo e insobornable amor a la patria. De hecho, en sus artículos periodísticos denuncia de forma ácida la acción filibustera de quienes apoyaban el separatismo en Filipinas…
Galdós sabía de sobra que cubanos, filipinos y puertorriqueños eran tan españoles como uno de Cuenca y que esos territorios eran provincias españolas. En la actualidad, sin embargo, la idea de patria se ha cargado de connotaciones tan negativas, que, especialmente en España, su defensa es presentada por estos grupos que se autoperciben de izquierdas como una conducta aberrante: es esa cosa que hacen los fascistas, los intolerantes, los monstruos reaccionarios. Pero resulta que la patria es el territorio, como ya sabían los antiguos, es la tierra de los padres, donde están enterrados nuestros abuelos y donde vivirán nuestros hijos. Y nada hay más común que el territorio donde, por otro lado, están depositadas las riquezas de la nación: los ríos, las casas, las catedrales, los monumentos, los metales, el ganado, las cosechas, los recursos minerales y pesqueros, los hidrocarburos, los hospitales, los parques, los colegios, los bosques, los campos, las autopistas, las costas, etc. Por eso la secesión es un robo.
¿Y cuál era la segunda razón por la que tomas partido por Galdós? Te pregunto en particular por esa gran novela titulada «Fortunata y Jacinta» y que da nombre a tu canal de YouTube…
Sí, efectivamente, lo que comentabas al principio y que he olvidado responder… Esa novela tiene mucho interés por muchas razones, pero una de ellas es la representación literaria de una sociedad (la española) configurada históricamente desde coordenadas católicas (no desde coordenadas budistas, musulmanas, protestantes, etc.) A mí me interesa muchísimo esa cuestión y Gustavo Bueno la trató con mucha enjundia a lo largo de toda su vida. Galdós era un anticlerical insoportable, pero en esta obra muestra de forma precisa y brillante cómo esa configuración católica atraviesa a los individuos más allá, incluso, de su propia voluntad.
Tenemos en la novela varios ejemplos, pero el más reseñable sería el de Fortunata, mujer con escasísima instrucción, pero cuyas normas morales son de estirpe católica, aprehendidas de la ideología ambiente, digámoslo así; asimiladas por el hecho de que Fortunata está inserta en una sociedad (un contorno social, político y cultural) embebida de esos valores morales. Podría añadir que parte de los ataques que ciertos grupos de poder dirigen hoy día contra la Hispanidad lo hacen por la vinculación histórica de las naciones resultantes del Imperio español con la Iglesia católica. Porque el catolicismo determina una forma de estar en el mundo, una forma particular de interpretar el mundo. Y en ese sentido digo que España e Hispanoamérica siguen siendo católicas —aunque cada vez más intoxicadas de relativismo, de paganismo y de estupidez— pues nuestra forma de estar y de actuar en el mundo tiene un fundamento católico. Mis valores morales tienen un fundamento católico, así como mis referentes arquitectónicos, pictóricos, musicales y literarios y hasta mi forma de entender las relaciones interpersonales, la familia, la amistad, la convivencia entre vecinos, la nación, la política, la economía, el trabajo, etc.
Precisamente algo que el pensamiento totalitario quiere socavar: la unidad de España y no digamos nada su catolicidad…
Claro, es que el Imperio español fue un Imperio católico… España se conforma históricamente desde coordenadas católicas precisamente frente al Islam y frente al protestantismo. Y estas coordenadas recubren todo el espectro social, económico, político, jurídico, artístico, moral y ético de las sociedades hispanas. Y además influyen muchísimo en la dialéctica de Estados y de Imperios, porque España fue el hegemón de Europa durante 300 años y a España se la combatía por poderosa y por católica. También influyó mucho en las propias dialécticas internas de nuestra nación. Yo tengo muy trabajados estos temas en mi canal de YouTube. Recordemos, por ejemplo, que con su famoso discurso «España ha dejado de ser católica», Manuel Azaña decidía legislar en una dirección anticatólica, aunque dicha dirección atentara contra la realidad histórica y social de la España de 1931. Estaba preso, como tantos otros, del prejuicio ilustrado que veía en la Iglesia católica una institución retardataria, reaccionaria y oscurantista.
Pero esa es una interpretación completamente torcida y falsa de la realidad católica. Recuérdese, asimismo, la desconocida Guerra de los Cristeros en Méjico y el dicho de Roosevelt: «Para la penetración pacífica de Méjico es necesario antes descatolizarlo». Turn these people from their past (apartad a estas gentes de su pasado) es lo que repetía la iglesia metodista en multitud de hojas volantes repartidas entre los mejicanos. En cualquier caso, queda claro que a la Iglesia se la combatía y se la combate ferozmente no sólo porque fuera era uno de los pilares del Antiguo Régimen, sino porque su depósito doctrinal era sustancialmente incompatible con el farragoso conjunto de ideas y creencias que, desde distintos frentes, terminaron atesorando ciertas élites ilustradas, entre ellas el deísmo.
¿Y en la actualidad?
Claro, si ponemos el foco en el presente podemos decir que, dentro de los planes y programas que ciertos grupos de poder internacionales defienden se encuentra la inversión de los valores cristianos (más bien de los católicos) y su sustitución por un conjunto de contravalores morales. De tal manera que lo que, hasta hace pocas décadas, era considerado como un vicio o un mal desde los códigos morales de «Occidente», un pecado desde nuestras coordenadas religiosas o un delito según nuestros códigos penales, ahora es presentado como un valor positivo, como una virtud, incluso como un derecho humano. En las últimas décadas, por ejemplo, se ha radicalizado hasta extremos delirantes la idea de que el individuo vive colonizado por las instituciones (la familia, la religión, el Estado, etc.) hasta el punto de que, por primera vez en la historia, la maternidad es entendida como una lacra, como una «injusticia biológica», dando a entender que las políticas proabortistas ayudan a la mujer a alcanzar una igualdad más completa con respecto al hombre: esa sería la única manera, entienden, en que las mujeres puedan desarrollar su libertad con plenitud. Otro ejemplo. Resulta revelador cómo este proceso de secularización de los valores cristianos ha transformado la idea de caridad cristiana.
Desde el punto de vista católico, la caridad es entendida como una virtud suprema por la que se ama al prójimo como a uno mismo. Es la obligación moral de auxiliar al necesitado y exige la conducta virtuosa de uno mismo. Desde la perspectiva de los partidos que se autoperciben de izquierdas tipo Podemos, la caridad es entendida como una exigencia imperativa y como un derecho a ser auxiliado. Esto es, exige la conducta virtuosa del otro. De ahí surge la demanda imparable de derechos subjetivos (en función del sentimiento) y el olvido de las obligaciones.
¿Por qué combatir la hispanofobia y la leyenda negra es otro de sus principales caballos de batalla?
Porque esta endofobia sólo sirve para debilitar la potencia de las naciones hispánicas frente a otras potencias. Tanto en la España actual como en las distintas naciones hispanoamericanas, una parte importantísima de la población practica desde hace años esta metodología negrolegendaria que consiste básicamente en sustituir la historia por la antihistoria a golpe de omisiones y exageraciones, alejándose vergonzosamente de todo rigor científico y filosófico. Y es que la hispanofobia es una ideología que sirve a intereses políticos y económicos muy concretos… basta observar el gigantesco negocio que los secesionismos vasco y catalán han logrado a costa de seguir presentando a España como una tiránica y frailuna fuerza opresora.
Que una parte importante de nuestras élites, incluidas las artísticas a un lado y otro del océano, sigan fomentando la hispanofobia en los planes educativos y en sus productos culturales —películas, documentales, proyectos artísticos, etc.— es ejemplo de extrema imprudencia política y todos deberíamos denunciarlo de forma contundente. Porque reduciendo la acción imperial española a una pura depredación genocida no solo incurrimos en un crimen de lesa historia, sino que facilitamos la hegemonía de otras potencias, por ejemplo, la de las anglogermánicas de tradición protestante, pero no sólo esas, es decir, nos ponemos al servicio de los poderes realmente hegemónicos y efectivos.
Es curioso que varios de sus vídeos están dirigidos contra Lutero y en defensa de la racionalidad católica… ¿Por qué apuesta por esta cosmovisión católica frente a la protestante?
Sí, ya saben los lectores que la consigna de Lutero fue «sola fide y sola escriptura», esto es, que solo la fe es importante, que el único tesoro del cristianismo son las escrituras y que para interpretarlas no hace falta la Iglesia. Desde esta tesis del libre examen, de la autonomía moral, no hacen falta curas ni magisterio de la Iglesia ni intermediarios ni nada de nada porque el creyente se comunicaría directamente con Dios. Pues bien, esta es la principal y más profunda crítica que el catolicismo puede hacer al protestantismo: la trituración de la idea de conciencia subjetiva, crítica que también sostenemos desde el materialismo filosófico. La conciencia es objetiva, no subjetiva, y nuestros argumentos sólo son presentables ante el público cuando se da razón de ellos, es decir, cuando se dan fundamentos racionales, no meramente emocionales.
De hecho, Lutero condenó a la razón llamándola la prostituta del demonio. Esta visión es absolutamente inaceptable desde la perspectiva católica, que sostiene que fe y razón conducen a Dios. Y ahí está la escolástica para dar cuenta de ello: el catolicismo defiende la filosofía (la razón) como instrucción preparatoria a la fe cristiana. El filósofo Gustavo Bueno, que declaraba un ateísmo esencial total, nos recuerda que la tradición católica obliga a mantener el gusto por el razonamiento, por la teología y por la filosofía escolástica frente al pietismo protestante tan próximo al nihilismo. Hay mil ejemplos que confirman el elevado grado de penetración del punto de vista protestante en nuestras sociedades católicas, empezando por el propio seno de la Iglesia católica. Otro caso es el de los secesionistas o el de los hombres que se autoperciben mujeres o viceversa.
La racionalidad humana es siempre una racionalidad institucionalizada, reglamentada, nunca es autónoma ni individual, sino que siempre es colectiva y normativa. Y por eso el señor que se siente gato, por mucho que apele a la conciencia subjetiva, siempre exigirá que las instituciones lo reconozcan como gato. Del mismo modo, el secesionista catalán busca desesperadamente que el resto de Estados y otros organismos supranacionales como la ONU reconozcan a la ficticia nación catalana, porque fuera de las instituciones la nación catalana es una pura fantasmagoría, no existe, no es nada. Esto es muy grave porque lo que está consiguiendo este individualismo subjetivista con la cuestión identitaria es, precisamente, la destrucción de las instituciones, la destrucción de la racionalidad humana.
También en algún otro vídeo aborda el tema de la amenaza del islam…¿Hasta qué punto cree que es un peligro para occidente?
Bueno, en mi opinión, el principal problema del expansionismo islámico es la sharía y los hombres coranizados, así como su implantación política en territorios de tradición cristiana. Ojo, porque aquí no se trata de señalar al individuo musulmán concreto (que puede ser mi vecino) y despreciarlo por ser mala gente o cosa parecida. No. Doy testimonio, de hecho, de que mi vecino musulmán es un tipo estupendo. Lo que aquí estamos tratando es el problema del islam como plataforma continental que entra en confrontación brutal con la plataforma continental de la que nosotros formamos parte y cuyos valores éticos, morales y políticos son incompatibles con los del islam por razones objetivas. Quienes sostienen la idea bobalicona del diálogo entre religiones y entre culturas no se dan cuenta de que el islam ni se quiere integrar ni puede integrarse.
El islam, eso sí, está dispuesto a aceptar conversos, pero no busca en absoluto la integración porque no quiere ni puede renunciar a sus dogmas religiosos. Ese ha sido el gran error de Francia: pensar que la religión es una magnitud despreciable, pensar que los ideales ilustrados de libertad, igualdad y fraternidad iban a convencer a la población musulmana asimilada de sus territorios en África. El islam está dotado de potentísimos componentes no sólo religiosos, sin políticos, se encuentra en creciente e imparable avance frente a nuestras estériles sociedades europeas (invierno demográfico) y, desde luego, no está atravesado por las ideologías del multiculturalismo, las fronteras abiertas y la solidaridad sin límites. Aunque también hay que apuntar que el Islam, al igual que el cristianismo, no es un bloque unitario, sino que contiene dialécticas internas muy fuertes que hay que tener en cuenta. En mi opinión, este es uno de los problemas más acuciantes de nuestro presente.
Autor
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Subdirector de Ñ TV España. Presentador de radio y TV, speaker y guionista.
Ha sido redactor deportivo de El Periódico de Aragón y Canal 44. Ha colaborado en medios como EWTN, Radio María, NSE, y Canal Sant Josep y Agnus Dei Prod. Actor en el documental del Cura de Ars y en otro trabajo contra el marxismo cultural, John Navasco. Tiene vídeos virales como El Master Plan o El Valle no se toca.
Tiene un blog en InfoCatólica y participa en medios como Somatemps, Tradición Viva, Ahora Información, Gloria TV, Español Digital y Radio Reconquista en Dallas, Texas. Colaboró con Javier Cárdenas en su podcast de OKDIARIO.
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Los actores y actrices que hablan de política no lo hacen como filósofos. Eso es lo mismo que decir que los que se construyen una choza son arquitectos «aunque no lo sepan». Hay una diferencia fundamental gnoseológica entre el saber empírico y el científico, entre la intuición de las leyes de la física y sus sistematización y profundización, así como, el política, entre un ideario más o menos simple y la teoría política. Obviamente, los famosos de la tele, aunque hablen de política, no poseen teoría política alguna y sólo lo hacen a partir de idearios simples pero confusos que les permiten, como figurones de masas, tener una cierta audiencia.
La filosofía, filosofía, de verdad de la buena, no es muchas sino una y clásica. Podrá haber habido distintas, manifestaciones, expresiones, alteraciones, perversiones o caricaturas de ella pero, al final, el amor por la sabiduría es el amor por la verdad y la verdad no es múltiple. En contra de lo que creen creer algunos, el pensamiento radicalmente independiente, si es lo suficientemente profundo, sistemático y honesto, no conduce sino al acuerdo universal. El desconcierto actual, el relativismo moral o cognitivo, el regodeo en este o aquel nimio flatus vocis o la ceguera cultural no nos autoriza a substraernos a la philosphia perennis, al sanatana dharma o la unidad fundamental de la sabiduría última a través de eones, civilizaciones, religiones, etc.. Existen ideologías e idearios variopintos pero no existen múltiples lógicas, múltiples ontologías, múltiples axiologías o múltiples ideales.
El islam fue una gran civilización y una gran mística; con respecto a la cual las sociedades «islámicas» actuales no están a la altura. Su rechazo a la racionalidad griega fue el origen de su decadencia, al margen de eventos tales como la destrucción de la Casa de la Sabiduría de Bagdad. Sujetos tales como Hanbal, retrasados mentales metidos a teólogos y con un profundo resentimiento contra los más inteligentes y contra los más prudentes, es el origen y modelo de este «Islam» actual, de masas rabiosas e irreflexivas. El odio a Occidente no procede sino de la envidia y del dolor interior, aunque se revista de pretextos teológicos, morales o doctrinales.
El diálogo con los círculos más inteligentes de las distintas religiones mundiales es vital para desactivar la amenaza que puedan suponer sociedades que se valen de la coartada religiosa para impulsar su autoridad y entregarse a disputas terrenales. Comprender que toda religión particular es una manifestación circunstancial de la gran verdad universal transcultural y eterna es de donde hay que partir para reconciliar y elevar a musulmanes, católicos y otros. Los procesos de persuasión y de modificación de comportamientos colectivos son los mismos en las masas de una religión o de otra y hay que saber valerse de ellos por el bien universal y, con ello, desactivar, el nefasto predicamento e influencia de sacerdotes, pundits, mullahs u otros que practican su cruda pero efectiva manipulación psicológica de fieles.