21/11/2024 15:24
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Los hombres,  por serlo,  estamos llenos de fallos. Uno de los que  no puedo enmendar es la aceleración que me producen los que padecen “diarrea verbal” y no callan ni cuando duermenVería con buenos ojos la creación de especialistas en ponerles — de cuando en cuando–  un esparadrapo en la boca para ejercitarlos en el silencio. En la Cuba de mi tiempo los llamábamos “radio reloj”.

Esos personajes  –entre otras características—piensan en alta voz y todo cuanto ven les provocan reacciones que todos cuantos les rodean conocen en el acto, por lo que  resultan inaguantables. No se enteran de que a nadie le interesa una opinión ni pedida ni deseada. La buena educación imperante contribuye a que nadie  le recomiende que se guarde para sí mismo las reacciones que le provoca lo que ve.

Generalmente  se resuelve el problema evitando toparse con él, o salir  de su presencia a toda prisa cuando lo primero es inevitable.

La solución es casi imposible cuando vives atrapado en sus redes porque es  un compañero de trabajo, un jefe, un profesor tuyo, etc. o casos similares. En ese caso estás obligado a resignarte y a tener que aguantare sin remedio.

No me extrañaría que algún lector se esté preguntando por la ocurrencia de abordar un tema tan baladí en un medio de comunicación tan serio como este nuestro. Trataré de justificar esta ligereza.

Ciertamente, la diarrea verbal es algo de escasa importancia para toda sociedad  –con mayor razón la nuestra que agoniza por enfermedad graves—pero es que los afectados por esa enfermedad “bucal” tiene muchas repercusiones.  Explicaré una que me afecta indirectamente.

Me explicaré aunque precise unos comentarios previos. Creo que he dejado claro que soy creyente practicante, adecuadamente formado y conocedor de su Religión. En el Catolicismo, los “textos rituales” son intocables, como obra de  “los expertos”, y de  los “siglos de Tradición»; y los  redactaron con precisión inamovible, donde “ni sobran ni faltan palabras”… En resumen, como ya he dicho: “¡Son intocables!”. Y debido a ello, durante siglos,  podías oír una misa en Japón y era idéntica “en textos, en gestos, en movimientos” a la oída en Palencia o en Sevilla.

 La razón exclusiva era su “intocabilidad”…: esos textos no se pueden tocar.

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Los sacerdotes “normales” respetan igualmente los textos de los nuevos ritos pero los sacerdotes  afectados por la “diarrea verbal” dicen la que yo llamo la “misa de las chuletas” porque lejos de someterse al rito, ellos completan la misa con sus “añadidos”. Según el “rito” el celebrante tiene  más o  menos un cuarto de hora para trasmitir al pueblo las enseñanzas del Evangelio con  su estilo y sus palabras,  Y esos minutos forma parre del “rito” pero los enfermos de “diarrea verbal” lo consideran insuficiente  y tienen que  interrumpir el rito, cinco o seis veces para  trasmitirnos “su sabiduría” No sólo hablan comentando el Evangelio, papagayean cuando se les ocurre en  cualquier parte de la misa, siempre que se sienten inspirados,  seguramente convencidos de que o su boca habla el Espíritu Santo. ¡Comentan todo lo que se les ocurre  olvidándose el texto del misal!…

Y,  en consecuencia,  con alguna frecuencia tengo que aguantar a un “celebrante diarreico verbal”,  en la  santa misa que trasmite cada día Trece TV—mi única posibilidad ahora–. Para mí,  decirlo,  es un desahogo que, si llegase al interesado, me permitiría  ahorrarme el cabreo de sufrir la falta de respeto al ritual sagrado. (Lo que no me impide tenerlo por piadoso y celoso sacerdote. Añadir un  “poco de Liturgia”, es fundamental)

Como consecuencia del Vaticano II se pusieron de moda las “misas a la carta”,  o sea,  la profanación del gran instrumento de santificación de los católicos,  convertido en fuente de sacrilegios sacerdotales. Mal que desaparecido, porque la mayoría de esos ministros colgaron la sotana y se largaron de una Iglesia en la que no creían. Viví esa fuga en Gava en los años sesenta…y setenta. Uno de ellos desgraciadamente,  ni quiso recibir los últimos sacramentos. (¡Primavera de la Iglesia por todo lo alto!)

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Autor

Gil De la Pisa
Gil De la Pisa
GIL DE LA PISA ANTOLÍN. Se trasladó a Cuba con 17 años (set. 1945), en el primer viaje trasatlántico comercial tras la 2ª Guerra mundial. Allí vivió 14 años, bajo Grau, Prío, Batista y Fidel. Se doctoró en Filosofía y Letras, Universidad Villanueva, Primer Expediente. En 1959 regresó a España, para evitar la cárcel de Fidel. Durante 35 años fue: Ejecutivo, Director Gerente y empresario. Jubilado en 1992. Escritor. Conferenciante. Tres libros editados. Centenares de artículos publicados. Propagandista católico, Colaboró con el P. Piulachs en la O.E. P. Impulsor de los Ejercicios Espirituales ignacianos. Durante los primeros años de la Transición estuvo con Blas Piñar y F. N., desde la primera hora. Primer Secretario Nacional.
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Azul

Nadie como don José Maria Gabriel y Galán ha descrito lo que representa la Misa. Su poema «Vocación», para mí, es la más inspirada comprensión de tan sagrada liturgia.
Es sencillamente excelso.

Geppetto

Este loro comunista se pasa la vida diciendo cosas sin sentido y de forma muy rapida y seguida para que no se pueda analizar la cantidad de veciedades que dice.
Lo malo no son las necedades que dice, sino las cabronadas que hace

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