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Esta es la decimosexta parte del repaso al libro Mis recuerdos, de Largo Caballero. Las partes anteriores están aquí.
Carta vigésimosegunda: Confinamiento
Hay que insistir sobre el victimismo de Largo Caballero, que presidió el gobierno de España durante las mayores matanzas frentepopulistas:
Querido amigo: Habíamos tardado cinco días desde París a Albí. En todo ese tiempo apenas habíamos comido ni dormido. Fue una buena prueba de resistencia cuando se han cumplido setenta y un años de edad.
…
Había desempeñado las carteras ministeriales de la Presidencia del Consejo, de Guerra, de Trabajo y no me preocupé de salvar nada. Prieto trasladó sus pertenencias a París y allí las vendió. ¡Eso es saber vivir! Creo haber leído que Azaña devolvió el coche oficial; la gente del PSOE no tenía esos escrúpulos.
Las autoridades francesas le ordenan salir de Albi y se establece en un pueblo de la zona del Tarn, en una casita que le ceden:Esta casa carecía de agua y de retrete, y la que yo tenía por alcoba era la cocina. El pueblo tenía ochenta vecinos; no tenía médico ni farmacia. El alcalde y un concejal eran socialistas y me acogieron con mucha cordialidad. La alimentación no faltaba, y en realidad no se carecía de lo necesario. La vida la pasaba leyendo el periódico y meditando sobre los problemas que la vida nos presenta.
Tiene un accidente en una trampilla y le hospitalizan bajo vigilancia, con un trato severo. Le llevan a otro pueblo:Llegamos a uno de los pueblos más fríos de Francia: Croq, no sabiendo a quién pertenecían nuestros pies; tal era el frío que sentíamos. ¡Vaya un viajecito! Se necesitaba que estuvieran carentes de sentimientos humanitarios para obligarnos a viajar así, sin que lo impusiera la más leve necesidad.
De nuevo se hace la víctima. Pero este ¿no sabía lo que sucedía en España cuando él gobernó? Solicita asilo en México, que se le concede, pero el Ministro del Interior no responde. De nuevo, este señor se olvida de que siendo el presidente del Consejo tenía miles de refugiados en las embajadas de Madrid. El Gobierno de Franco solicita su extradición, tras lo cual lo internan: La alimentación consistía en 300 gramos de pan, un agua sucia que llamaban café —¡café en una época en que cuando se encontraba en el mercado negro, había que pagarlo a mil francos el kilo!— y dos sopas de berza cocida sin grasa.
…
Para acostarse, debía dejar el preso toda la ropa en la galería: americana, pantalón, chaleco, zapatos, etc., y para que nada faltase, se le apaleaba bárbaramente. Nadie me lo ha contado, lo he oído yo mismo. Nadie creería, no viéndolo, que la República Francesa tenga un régimen penitenciario tan abominable.
Bueno, era el modelo de referencia de la república española. En todo caso, se desestima la extradición. Pero se le conduce a una prisión en el Ardeche:
«Con arreglo al artículo… del decreto de fecha… el Gobierno puede meter en prisión a aquellos que crea que pueden ser un peligro para el Estado y, en su virtud… etc.».
Eso se llama prisión gubernativa, y se aplicaba en la República Española, en su república, no digamos cuando él fue presidente. Largo Caballero sigue en la vena quejica:
… a un hombre que, en su larga vida de relación internacional, siempre estuvo al lado de Francia. ¡La sociedad burguesa es un encanto!
Las cárceles comunistas debían de ser mucho mejores en su opinión. Sin embargo:
La prisión de Vals no era una cárcel; era el Gran Hotel habilitado por el Gobierno para encerrar a los internados administrativos. El régimen era bueno. Cada uno tenía su habitación. A las siete de la mañana abrían las puertas, hasta las nueve de la noche.
Es puesto en libertad, pero con residencia obligada en Nyons (Drome).
Carta vigésimotercera: En poder de la Gestapo
Se le dan esperanzas de que el gobierno francés le deje salir para Méjico, pero acaba siendo detenido por la Gestapo. Cree que le van a entregar a España, a Franco:
Franco que además tenía sobre sí la responsabilidad de muchísimos crímenes cubiertos con una legalidad hecha a medida de sus perversos instintos.
Más hipocresía… Le interroga la Gestapo, de forma bastante rutinaria:
No me preguntaron tampoco en estas declaraciones por ningún correligionario o amigo. En cambio, me preguntaron también con mucho interés si estaba en relaciones con Casares Quiroga, y si el Gobierno de los Estados Unidos me había indicado que formase un Gobierno.
Al final le envían a Berlín, donde le interrogan otra vez, sin demasiado interés:
El último día de julio me dijeron que preparase todo porque iba a salir. ¿Me pondrían en libertad? A las once de la mañana salimos en automóvil el Comisario y yo, sin saber a dónde me llevaba. A la una, entramos en el Campo de Concentración de Oranienburg. El Comisario se despidió de mí como si fuera mi mejor amigo.
Los alemanes tenían buenos modales. Y, no olvidemos: sobre todo, tenían el ejército mejor vestido; por Hugo Boss nada menos.
En la próxima carta nos contará la experiencia en el campo de concentración de Oranienburg.
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Alguna vez alguien deberia estudiar de cerca que sucedio con Largo Caballero para que no terminara como Companis ante un tribunal y su posterior ajusticiamiento.
Como es posible que la Gestapo, el servicio secreto del Ejercito Aleman y la policia, tanto francesa como alemana lo dejaran en paz
Un consideración
Hugo Boss hizo el uniforme de las SS, no el de la wermacht
Gracias por la puntualización!
Para ser precisos, no lo dejaron en paz, pero cierto es que no concedieron la extradición de uno de los grandes culpables de la deriva revolucionaria de la república; el principal realmente.