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A los comicios democráticos se les suele asociar expresiones como “ciclos electorales” o “péndulos ideológicos”. Ello denota un cierto sentido ahistórico de la política como si, en el sistema democrático, estuviéramos abocados a poder elegir entre un limitado abanico de opciones partidistas que -irremediablemente- se irán alternando en el poder. Este “determinismo” de la “libertad democrática” entraña otras paradojas. Mientras que la forma de comunidad política más próxima al hombre es su municipio, las elecciones municipales parecen quedar relegadas a una categoría menor para la partitocracia reinante.

Los partidos políticos se han arrogado, en el presente sistema, el monopolio de la representación social y política. Ellos desprecian cualquier otra formación de representación orgánica, alejada de la fácil y manipulable representación universal inorgánica, pues aquella corresponde a la verdadera naturaleza de lo social. Las elecciones municipales son instrumentalizadas por los partidos para absorber espacios de poder y visibilidad, pero sin ánimo de realizar una verdadera labor política.

Es evidente que el propio sistema democrático ha ahogado la vida municipal en detrimento de la autonómica y la nacional. Hoy por hoy, de las tres administraciones, la municipal tiene un presupuesto que representa el 10% del total. Además, la capacidad de organizar la vida municipal de los ayuntamientos es mínima, pues sus normativas se ven sometidas a normas y directivas autonómicas, estatales y europeas.

La centralización europea, estatal y autonómica ha vaciado de contenido la política municipal. Los representantes locales elegidos en las elecciones municipales apenas tienen como función distribuir prebendas económicas entre sus redes clientelares de asociaciones y empresas de servicios. Ello conlleva que el municipio deje de ser un lugar de convivencia política para transformarse en un “lugar-dormitorio” con un mínimo de servicios que satisfaga los egoísmos individuales.

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Una verdadera regeneración social sólo puede empezar por los municipios. Y la representación política en ella debería estar muy por encima de los intereses partidistas. En las elecciones municipales se deben escoger representantes vecinales en vez de votar “marcas” de partidos o ideologías. Los representantes deben estar vinculados vitalmente con sus representados y no ser meros paracaidistas o lacayos de los partidos que los “han colocado” en las listas.

No puede haber libertad política si previamente no hay libertad en los mecanismos de responsabilidad de los sistemas de representación. La asociación DESPERTA – RED SOCIO CULTURAL clama por una reforma integral de los sistemas de representación municipal y por la revitalización de su política, alejada de un opresivo y perverso sistema partitocrático.

En un lugar de España, a 25 de mayo de 2023.

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REDACCIÓN
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José Luis Fernández

En algunos paises ya se ha prescindido completamente de los políticos para gestionar los municipios. A fin de cuentas, un municipio es una entidad territorial en la que viven un cierto número de personas y la función de la administración municipal consiste en garantizar la prestación de los servicios que necesita la población para su vida diaria (como la limpieza urbana, la recogida de la basura, el alumbrado público, el mantenimiento de la red de alcantarillado, la ordenación del tráfico, la vigilancia del cumplimiento de las ordenanzas municipales, etc.); todos esos servicios no dependen de ideologías políticas y, por tanto, no tienen por qué estar gestionados por personas que militen en partidos políticos. Conque existiera; un cuerpo estatal de gestores de las administraciones municipales, que dirijan el trabajo de los funcionarios municipales, sería suficiente para mantener en funcionamiento todos los servicios municipales. En situaciones de desastres naturales, tales como inundaciones, los municipios solicitarían la ayuda del Estado español.

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