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Conchita Barrecheguren, fue proclamada beata en una ceremonia en la Catedral de Granada. La historia de santidad de su vida como cristiana seglar y sus virtudes heroicas, corroboradas por un milagro atribuido a su intercesión, han sido reconocidas por la Iglesia Católica.

En una ceremonia llevada a cabo en la Catedral de Granada este sábado, se proclamó beata a Conchita Barrecheguren, originaria de España. Más de 2.500 fieles, incluyendo unos cien familiares de la recién proclamada beata, asistieron a la ceremonia oficiada por el cardenal Marcello Semeraro, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos.

María de la Concepción del Perpetuo Socorro Barrecheguren García nació en Granada en 1905. Su padre era de procedencia vasco-catalana y su madre era granadina. Fue bautizada el día de la Inmaculada en la parroquia del Sagrario de la Catedral de Granada.

Vivió tan solo 21 años con cinco meses y 16 días, un tiempo «más que suficiente para hacerse y construirse como mujer —como mujer cristiana–-, y para desarrollar sus cualidades», según explicó el padre Tejerizo en la redacción de su biografía.

Al regreso de un viaje a Lisieux en Francia, en octubre de 1926, una leve ronquera es el anuncio de la tuberculosis. Poco a poco, la enfermedad mina la frágil naturaleza de Conchita y los médicos aconsejan que se le traslade a una casa que tiene la familia junto a los bosques de la Alhambra, confiando en que el aire fresco y puros de Sierra Nevada pueda frenar el avance de la enfermedad y ayudar a la respiración de la enferma. No fue así y murió el 13 de Mayo de 1927

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El padre Tejerizo destaca la admiración que provocó en quienes la conocieron, por la fe y las virtudes con las que afrontó sus sufrimientos durante el desarrollo de su enfermedad. Según el vicepostulador, la fe de Conchita le permitió comprender que los planes de Dios no siempre son los mismos que los suyos, y que debía aceptar su vida y su modo de seguir a Jesucristo.

El sacerdote destaca que la vida de la nueva beata refleja dos aspectos enfatizados por el Concilio Vaticano II, que tuvo lugar años después: «La importancia de los laicos en la Iglesia y su participación, a través del Bautismo, en el sacerdocio de Cristo». Para él, la sencillez de Conchita y su humilde condición de cristiana en la vida ordinaria y corriente son un testimonio relevante en la actualidad.

Además, resaltó de la vida de la beata Conchita dos aspectos relevantes: «Su modo de afrontar la cruz y su alejamiento del mundo y de todo lo que pudiera distraerla de su proceso de crecimiento espiritual». Así, en el momento de su fallecimiento, Conchita había vivido toda una vida en la que nunca «buscó ni vivió cosas llamativas. Simplemente fue cristiana», porque respondía a su día a día con fe.

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REDACCIÓN
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Pedro

¿Pero EL OKUPA DEL VATICANO cree en Dios, y en los Santos?

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