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Esta es la decimoséptima parte de la serie sobre el libro Largo Caballero, El tesón y la quimera, de Julio Aróstegui. Las partes anteriores están aquí. Continúa el Capítulo 9, La destrucción del proyecto de Largo Caballero (1937-1938).
Caballero tira la toalla. El 30 de septiembre de 1937 se reúnen los diputados caballeristas. Eran conscientes de su derrota. Ponderan hacer una declaración pública contra la deriva comunista del partido, pero no lo hacen. La intervención de Caballero es muy interesante:
Me he negado a ir a los mítines para no perjudicar la guerra o las actuaciones internacionales o que se tomase por pretexto para imputarme los reveses… No quiero servir más de cabeza de turco. A pesar de estar dolorido, siento algo que está por encima de todo: no contribuir a perjudicar la guerra; o no dar motivo para que se me achaque. Tengo mi conciencia, soy español y no contribuiré a que la guerra no se gane.
¿Qué hacer? ¿Nos sometemos o no? Yo saco la impresión de que nos sometemos. Estamos educados de tal manera que hemos de sentir escrúpulos por la constitución de un Grupo temiendo que sea el principio de una escisión. … El Partido erigido en Poder y en dictadura se encuentra en pugna con nuestro pensamiento. Nos sentimos indignados con la conducta de la CE, pero en el fondo hay mucho más… Llegará un momento más difícil. Lo cierto es que todo el mundo se rinde ante la CE y el Comité Central. Sabiendo esto, ¿por qué mantener una actitud en la que no participan muchos y que puede perjudicar a la organización y a la guerra?…
Se trataba de la primera vez que Caballero reconocía una derrota… que era también la profecía de otra aún mayor… el discurso más personal, más amargo, entrecortado, directo y resignado que pronunciase nunca Largo Caballero…
… como expuso Pascual Tomás, «ellos [el Partido Comunista] van a por todos los órganos que dominan y tratarán de hacerse dueños de Guerra y Gobernación, si no les salen al paso. El día que lo logren nadie se mueve sin su permiso. ¿Es vergonzoso? No califico. Es una realidad». Galarza insistió en su convencimiento de que iban a la derrota. Araquistáin añadió ahora que se les tachaba de escisionistas, de trotskistas. «No me arredran los calificativos. Estamos ante el deber y se nos dice: o te humillas o te elimino».
… el diputado Crescenciano Bilbao: «Hablemos claro. Estamos derrotados».
La expulsión de los caballeristas de los centros de poder del socialismo se consumó, pues, en aquellos primeros días de octubre de 1937. Eran conscientes de haber perdido irremediablemente los reductos que antes poseían. Solo en la UGT mantuvo Caballero el frente abierto. El gran vencedor personal de la contienda parecía ser González Peña, que pasaría a ocupar las presidencias del PSOE, de la UGT y del grupo parlamentario.
Se relatan unos sucesos que muestran el acoso del PSOE y gobierno de Negrín al Caballero derrotado:
Tras el mitin madrileño del cine Pardiñas el día 17, desde el Ministerio de Gobernación, regentado por Julián Zugazagoitia, se procuró limitar al máximo la posibilidad de que Caballero apareciese en actos públicos. Ello dio lugar a incidentes gubernativos en las provincias de Valencia y Alicante en cuyo curso llegaron a impedirse por la fuerza los desplazamientos del antiguo jefe del Gobierno y diputado.
Caballero tenía previsto visitar Alicante e intervenir en un mitin[147]. El gobernador civil de Alicante alertó de ello. Acompañado de Araquistáin, Wenceslao Carrillo, Ginés Ganga y Llopis, emprendió viaje hacia allí desde Valencia a las once de la mañana. Al llegar a Perelló, los controles dispuestos por la autoridad en la carretera detuvieron a los viajeros y les comunicaron la prohibición de continuar el viaje. La terquedad de Caballero le llevó a recorrer a pie el trayecto hasta la comisaría de policía del pueblo.
Con evidente perspicacia, el director general decía en su informe que Caballero «sin duda buscaba el pretexto de que se diese contra él una orden de detención». El escándalo, sin duda, hubiese sido entonces mayúsculo, pero la policía de Zugazagoitia actuó con mucha habilidad. Caballero no alcanzó su intención de ser detenido porque la policía tenía órdenes estrictas de tratarlo con todo respeto y consideración. A las cinco de la tarde, él y sus acompañantes regresaron a Valencia.
… el último año de la guerra civil transcurriese para el dirigente derrotado en un notorio silencio público. Pero ello no permite deducir, sin más matizaciones, que se retirase de la política.
Después de Caballero, los comunistas consiguen echar a Prieto del gobierno y Negrín nombra un nuevo gobierno aún más filocomunista. Será el gobierno del resistir por resistir:
Martínez Barrio, según Llopis, le expuso una opinión cuyo significado no es preciso resaltar: «Se ha repetido lo de mayo. El Partido Socialista eliminó entonces a Caballero y ahora a Prieto».
… la lista del nuevo Gobierno le causó al grupo de caballeristas en Barcelona una «penosa impresión. Falta de autoridad personal. Cuando todos esperábamos un Gobierno de altura». El día 19 de abril [de 1938], Galarza mantuvo una entrevista con Negrín en la que le planteó «el problema del grupo que quiere ser útil a la guerra. Desea saber si hay veto para nosotros». Fue entonces cuando Negrín manifestó a Galarza que había propuesto a Llopis como ministro de Instrucción Pública, pero que «las circunstancias obligaron a resolver la crisis muy deprisa y no pudo hacer el ministerio que quería».
… por aquellas fechas Del Vayo le propuso a Llopis marcharse a una representación diplomática. Llopis insistió en que «deseábamos ser útiles a la guerra». La decisión quedó pendiente hasta que Caballero se entrevistase con Negrín. Regresado Caballero de un nuevo viaje a Ginebra, el 2 de mayo se reunieron él, Araquistáin y Llopis. Convinieron en que «se trata de una maniobra comunista para alejarnos de la política activa». Por tanto, se decidió que la propuesta no sería aceptada.
La misma atribución a una maniobra «rusa» fue hecha en el caso de los «Trece Puntos» de Negrín, como propuesta republicana para llegar a una paz acordada, aprobados el 30 de abril. Quien hubiese redactado la declaración, dijeron, «desconoce la política española, la Constitución, etc». Además, «hay cosas que coinciden con la carta de Stalin a Caballero»…
… la última aparición pública de Caballero en España fue su declaración como testigo en el proceso judicial emprendido contra el POUM que hizo el 17 de octubre de 1938.
… una importante conclusión histórica, entre otras: la de que no parece negable que la pugna interna en el socialismo, la fragmentación incontenible que creció durante la guerra, tuviese en su origen la insoslayable realidad de un emergente Partido Comunista, amenaza fundamental para la trayectoria hegemónica del socialismo en aquellos años de crisis. Ante esa emergencia, lo hemos visto ya en muchos de los episodios descritos, las reacciones en presencia fueron divergentes. En principio se confundieron con las líneas de fractura existentes desde antes. Luego emergieron nuevas divisorias.
… la única ayuda internacional eficiente era la de la Unión Soviética, cuyo precio era el ascenso del Partido Comunista a costa del papel del socialismo autóctono
… Juan Negrín … fue el hombre que mejor captó la verdadera «estructura de la situación» que la guerra fue generando. Y el que actuó, en fin, con mayor sentido de la responsabilidad y del Estado.
Esta es la evaluación que Aróstegui hace de Caballero:
Las quimeras de los años treinta del más significado de los dirigentes obreros españoles fueron pagadas por él con creces en todos los sentidos. Con una inapelable derrota, en definitiva. Sin embargo, uno de los más sobresalientes rasgos de su psicología, y de los más negativos, lo constituye el hecho de que nunca jamás reconociese la más mínima culpabilidad personal en los descalabros sufridos y las consecuencias graves que de ellos se dedujeron. Su rocosa personalidad tiene aquí una de sus perspectivas más impenetrables. Para él, la responsabilidad de toda la tragedia la tuvieron sistemáticamente sus diversos géneros de enemigos; los errores, culpas, deslealtades, inconsecuencias y calumnias… de los demás. Los traidores, desleales y maniobreros. De todas formas, si hemos de creerle, y no hay razones para no hacerlo, al comenzar octubre de 1937 estaba dispuesto a poner fin a cualquier batalla política que pudiese perjudicar a la guerra. Pero, ni aun así, reconocería nunca Largo Caballero haberse equivocado en nada. Fue muy mal juez de sí mismo. Por ello nunca escribiría su historia, ni tuvo el propósito de hacerlo, según él mismo confesó. Escogió el camino de pretender documentar sus propias ideas y actuaciones y de actuar de fiscal de todos los demás.
Sin embargo, de hecho, Caballero escribió su historia, en la que repartió estocadas a todos. La veremos en su día. Y a propósito de la primera frase: “Las quimeras de los años treinta del más significado de los dirigentes obreros españoles fueron pagadas por él con creces en todos los sentidos”. Los españoles -y sobre todo las decenas de miles de víctimas del terror frentepopulista- la pagaron mucho más. Para esos los memorialistas como Aróstegui no tienen una palabra.
En todo caso, me parece acertado decir, que Aróstegui, a pesar de la evidente simpatía que siente por el sindicalista, es incapaz de indultarle, porque en lo político fue nefasto y en lo personal muy antipático.
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