21/11/2024 18:58
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Esta es la parte quinta de la serie de artículos sobre el libro de Jesús Hernández Tomás, Yo fui un ministro de Stalin.

El capítulo V, que también es un capítulo muy cargado de interés, presenta estos asuntos:

Asesinato de Andrés Nin. Protestas en el Gobierno. El bombardeo de Almería. Prieto quiere declarar la guerra a Alemania. Ordenes de Moscú. El SIM, en manos de los rusos. La banda de Orlov consuma el crimen. Se intenta matar a Prieto.

Sobre la desaparición de Andrés Nin.


—¿Qué han hecho ustedes con Nin?

 

—¿Con Nin?… No sé qué pasa con Nin —dije, y era verdad.

 

Negrín, con evidente enojo, me explicó que le había informado el ministro de la Gobernación de toda una serie de tropelías cometidas en Barcelona por la policía soviética, que actuaba como en territorio propio, sin tomarse la molestia de advertir siquiera por delicadeza a las autoridades españolas de las detenciones de ciudadanos españoles; que a estos detenidos se les trasladaba de un lado para otro sin mandamiento ni exhorto judicial algunos y que se les encerraba en prisiones particulares, ajenas totalmente al control de las autoridades legales; que algunos de los detenidos habían sido traídos a Valencia, pero que Andrés Nin había desaparecido.

—En el Consejo de esta tarde tendremos bronca. Prieto, Irujo y Zugazagoitia, armarán un escándalo. ¿Qué puedo yo decirles? ¿Que no sé nada?… Y ustedes ¿qué dirán? ¿Que tampoco saben nada?… Todo esto es estúpido.

Andrés Nin era una pieza codiciosa para la GPU: Amigo íntimo y personal de los prohombres de la Revolución de Octubre en Rusia, había trabajado con ellos desde la fundación de la Internacional Sindical Roja como uno de los Secretarios de esta organización. Muerto Lenin no disimuló sus simpatías hacia Trotski. Los rumbos de la política staliniana no le convencían y expresó públicamente su desacuerdo. Poco después de vencida la oposición en el Partido bolchevique, Nin era tildado de renegado y expulsado de la Unión Soviética.

Desde el balcón vi acercarse el coche de Togliatti. Un minuto después nos decía que en la Embajada no se tenía conocimiento de nada, ni del paradero de Nin, ni tampoco de Orlov.

La guerra sigue yendo mal con Prieto como ministro. Tras un bombardeo de Almería por los alemanes, Prieto quiere declarar la guerra a Alemania. La orden de Moscú es tajante: nada de provocar a Alemania:

… la convicción de que irremediablemente estábamos condenados a la derrota, dadas las condiciones internacionales adversas, se reflejaba inevitablemente en toda su labor en la jefatura máxima de la guerra, pues dejándose llevar por su franqueza hacía juicios y comentarios ante sus subordinados que producían efectos tremendamente desmoralizadores en quienes los oían.

La propuesta del ministro de Defensa retumbó como un cañonazo en los oídos timoratos del «Gobierno de la Victoria». Los ministros se petrificaron en sus asientos. Una nube de vacilaciones y de miedos ensombrecía los semblantes.

Había que ganar algún tiempo, cuando menos unas horas. No queriendo pronunciarme en pro ni en contra (no sabía lo que nos mandarían hacer) acudí al recurso de objetar la proposición alegando generalidades sobre la política franco-inglesa, para proponer un aplazamiento que nos permitiera «reflexionar» sobre tan gravísima decisión.

Inmediatamente los dos ministros comunistas nos trasladamos a la Casa del Comité Central. Con aquella eficiente prontitud con que se movilizaba todo el aparato del Partido Comunista, en cinco minutos se puso todo en movimiento para conocer la «línea». Codovila salió en dirección a la Embajada soviética. Togliatti se encaminó a El Vedat, pueblecito próximo a Valencia, donde en una «masía» perdida en un hermoso huerto de naranjos, la delegación soviética tenía montada una potentísima estación de radio mediante la cual se mantenía en contacto directo con Francia y Moscú. Uribe debería ir a explorar el ánimo del ministro de Estado, señor Giral, y yo el del Presidente Negrín.

La orden de Moscú fue terminante: «Hay que impedir a costa de lo que sea la provocación de Prieto» (Togliatti).

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Los comunistas empiezan a cansarse de Prieto y a segarle la yerba debajo de los pies. Pero Prieto les hace frente:

 

«Ustedes se han equivocado si suponen que van a sostener conmigo una lucha como la que sostuvieron con Largo Caballero. Con razón o sin ella, Largo Caballero se creía imprescindible, estimándose el salvador de la situación de España. Yo no tengo en mí la confianza que Largo Caballero tenía en sí; yo me considero diente mellado de una rueda destartalada, y entiendo que se puede prescindir de mí con ventaja; no me estimo insustituible: de manera que a mí no me meten en querellas políticas con ustedes. ¿No están conformes? Planteen la cuestión ante quien deban plantearla; pero a mí no me manejan ustedes, ni soporto disputas como las que sostuvieron con Largo Caballero en Consejos de Ministros de desdichada memoria».

 

La campaña iría creciendo de tono y de agresividad y lo abarcaría todo: el frente y la retaguardia, los discursos y los artículos, el rumor y la insidia, el sabotaje y el escándalo.

Más sobre la desaparición de Andrés Nin:

Tardamos dos tres días más en saber algo concreto sobre Andrés Nin. Nuestra organización de Madrid nos comunicó que Nin se encontraba en Alcalá de Henares, en una prisión particular que utilizaban Orlov y su banda.

Como habíamos previsto Díaz y yo, el escándalo político en torno a las detenciones de los dirigentes del POUM se transformó en una enconada lucha política contra nuestro Partido y contra el mismo Negrín. Socialistas, caballeristas, anarquistas, sindicalistas y aunque más tenuemente, también los republicanos, coincidieron en denunciar ante la opinión pública nacional y extranjera el atentado al derecho de gentes y a las leyes democráticas del país, los arrestos ilegales de Nin, Andrade, Gorkín, Arquer, Bonet y demás dirigentes del POUM Todos ellos exigían la libertad inmediata de los detenidos, y como una consigna formulaban la pregunta: «¿Dónde está Nin?».

… se insertaba un comunicado oficial del Ministerio de Justicia, anunciando el procesamiento de los dirigentes del POUM, juntamente con el de algunos falangistas encabezados por el ingeniero Golfín, autor del plano milimetrado destinado a Franco, plano en el que se señalaban determinados emplazamientos militares de la capital, constitutivo de un delito de espionaje y alta traición.

Orlov consumaba uno de los crímenes más sucios de que se tenía memoria en los anales de la criminalidad política de nuestra historia: Nin era asesinado por los esbirros de la GPU de Stalin.

[Aparecen pitadas preguntado] «¿Dónde está Nin?» Y buscando el ripio de la consonante, nuestras tropillas de agit-prop escribían debajo la injuria sangrienta: «¡En Salamanca o en Berlín!»

Esto muestra que los soviéticos eran el poder real en España desde mediados del 37. Julián Gorkín, en su libro «Caníbales Políticos» transcribe una conversación con Garmendia, Inspector General de Prisiones de Madrid, a quien el Gobierno había encargado el traslado de los detenidos del POUM de Madrid a Valencia] por Andrés Nin:

—»El Gobierno me tiene ordenado que descubra su paradero. Tomaría ahora mismo mi auto y pararía a la puerta del edificio donde se encuentra. Pero para rescatarle necesitaría unas fuerzas militares que el Gobierno se niega a poner a mi disposición.

 

—»¿Por qué?

 

—»Teme, quizá, las consecuencias. Habría que librar una verdadera batalla con otras fuerzas militares. Usted quizá no sospecha todo lo que hay detrás del asunto del POUM».

 

Si este relato es verídico, el Gobierno pudo y no quiso, o no se atrevió, a rescatar a Nin. Me inclino a creer que no se atrevió. Era mucho el peso de la «ayuda» soviética en la voluntad de los ministros, y era mucha la osadía y el descaro con que procedían los agentes de la policía de Stalin en España.

Otra anécdota del mismo libro, en que el ministro Zugazagoitia pide que liberen a dos militantes presos contra los que no hay cargos:

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«¡A ver si la sexta vez me hace caso el portero!» Esta exclamación del ministro —comenta el autor— refleja todo el drama de la España actual. ¿Qué pinta un ministro al que no le hace caso el portero? ¿A quién obedece éste? ¿Por qué no lo destituye el ministro? Y si no es capaz de destituirle, ¿por qué no dimite él?»

 

Era evidente que en aquellos momentos los ministros no se atrevían a dimitir por tales motivos. Ello hubiera implicado la inmediata represalia soviética contra la persona del osado o en los suministros de armas. Los «porteros» a que aludía el ministro eran miembros del Partido Comunista y, antes que al ministro, obedecían a su Partido.

 

… la temible policía del Servicio de Investigación Militar (SIM), organizada por los «tovarich», era omnipotente. Ante ella temblaban políticos y magistrados, soldados y generales. Una acusación de sospechoso o desafecto al régimen, ejercía fulminante acción sobre el individuo que, sin defensa alguna ni defensor que se atreviera a hacerla, podía ser asesinado en una mazmorra, o acribillado a tiros en la cuneta de cualquier carretera.

Ahora un testimonio de Prieto:

«Me encontré ante un caso intolerable (se refiere a que el jefe de la demarcación del Ejército del Centro del servicio del SIM, Durán, comunista, nombraba por sí y ante sí, sin facultades para ello y sin conocimiento del ministro de Defensa, que era el único autorizado para hacer nombramientos de agentes del SIM, a quien le venía en gana, eliminando a cuantos no fueran comunistas)… A raíz del caso de Durán en el SIM recibí la visita de cierto técnico ruso, de estos Servicios, quien me dijo:

 

—«Vengo a hablarle de la destitución de Durán. ¿Qué ha ocurrido?

 

—»Nada de particular, que me hacen falta mandos en el Ejército, y he dispuesto que Durán vuelva a él.

 

—»No; usted le ha destituido por haber nombrado a comunistas para agentes en Madrid.

—»Sea lo que sea, vengo a pedirle la reposición inmediata del comandante Durán en la Jefatura del SIM en Madrid.

 

—»Lo lamento mucho, pero no puedo acceder.

 

—»Si no accede a la reposición de Durán quedan rotas mis relaciones con usted.

 

—»Lo lamento, pero el comandante Durán seguirá al frente de su División y no volverá al SIM. La actitud de usted es injustificada y no puedo doblegarme a ella».

Advierto que el SIM ya no obedece mis órdenes. Uríbarri se entendía con quienes le habían requerido antes a entenderse con ellos a espaldas mías…

 

Los párrafos transcritos demuestran mi afirmación de que los ministros, de grado o por fuerza, tenían que aceptar la tutela o doblegarse a los manejos de los rusos. Ni Prieto pudo eximirse de esa tutela, pese a que fuera el hombre que opuso mayor resistencia a la colonización de España por las huestes de Stalin.

 

«Por seguir dicha línea de conducta, por negarme a obedecer los mandatos de Moscú, me expulsó Juan Negrín el 5 de abril de 1938 del Gobierno que él presidía y en el cual desempeñaba yo el Ministerio de Defensa Nacional» —declara Prieto en el prólogo a la edición francesa del citado informe.

En la próxima parte presentaremos la continuación del capitulo V, con la horrible tortura y asesinato de Andrés Nin.

Autor

Colaboraciones de Carlos Andrés
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