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Un año más en el Palacio Real se exhibe el Belén Napolitano; este año incorpora unas doscientas figuras, contiene una referencia a la Historia, incluye un homenaje a la figura de Juan Sebastián Elcano, artífice de una hazaña épica sin parangón, la primera circunnavegación del mundo de la que se celebra el V centenario. El Belén se podrá visitar de forma gratuita en el mismo horario de apertura que el Palacio Real de Madrid. Una relación no exhaustiva de otros Belenes de interés en Madrid es: Belén del Monasterio de La Encarnación, Belén de las Descalzas Reales, Belén del Monasterio de Santa Isabel, Belén del convento de las Carboneras, Belén de la iglesia de San Ginés, Belén de la Comunidad de Madrid, Belén del Museo de Historia de Madrid.
El Belén Napolitano del Palacio Real tiene su origen en el reinado de Carlos III que, trajo esta tradición de Nápoles donde reinó como Carlos VII. Con el tiempo el Belén fue conocido como Belén del Príncipe, una vez nacido su hijo Carlos. Las figuras estaban realizadas con el rostro de porcelana, Carlos III se enamoró de la porcelana de la manufactura Meissen (Sajonia), (primer centro europeo en descubrir el secreto del «oro blanco», en 1709 por el químico alemán Johann Friedrich Böttger), desde que como regalo de bodas sus futuros suegros les regalaron a los novios un servicio para dos de mesa, del que sólo se conserva una bandeja ovalada en verde y oro, de borde mixtilíneo, con los escudos acolados de Sajonia y Sicilia. Los padres de la novia Augusto III y María Josefa, Electores de Sajonia vivían en Dresden, conocida entonces como la «Florencia del norte» por su activa vida artística, ciudad en la que Johann Sebastian Bach compuso música del gusto de la novia María Amalia de Sajonia que, era una joven alta rubia y con los ojos azules que, había recibido una educación clásica religión, arte, protocolo, alemán y francés. Por este motivo Carlos III fundó una fábrica de porcelana Capodimonte en 1743; para conseguir tan bellas porcelanas como las de Meissen. Finalmente en Capodimonte se elaboró la conocida como “pasta tierna” vítrea de tono cremoso, adecuada para modelar figuras, pero no para piezas de vajilla que tenían que soportar elevadas temperaturas.
Carlos III sucedió a su hermano Fernando VI en 1759 y puso en marcha junto a su esposa la Real Fábrica de Porcelana del Buen Retiro de Madrid, situada donde actualmente está la Glorieta del Ángel Caído, al frente como director puso al
escultor italiano Gricci y como químico al alemán Carlos Schepper, trabajaron con el mismo equipo de artistas, moldes, herramientas y tipos de pasta traídos de Nápoles. La fábrica de Madrid estuvo operativa hasta 1850, Durante todo el tiempo probaron nuevas pastas en intentos para encontrar la auténtica porcelana. En tiempo del reinado de Carlos IV envió a Sévres en 1802 a Bartolomé Sureda, para el estudio de los métodos de elaboración franceses.
Pero volvamos al Belen Napolitano, en el siglo XV, en Nápoles ya había tradición belenista; pero las figuras se realizaban en barro, fue Carlos III por influencia de su esposa Maria Amalia, quien llevó la porcelana a los belenes napolitanos. En Nápoles actualmente la tradición se mantiene y es una buena oportunidad para los que visitan la ciudad en estas fechas, recorrer las numerosas tiendas de belenes de la calle San Gregorio Armeno en el centro de la ciudad.
Carlos III trajo a España la tradición del Belén Napolitano que se exhibió todos los años. El Belén original del Príncipe tristemente desaparecido, contenía más de cinco mil figuras, las caras de porcelana estaban realizadas artesanalmente en la fábrica de Capodimonte y las más modernas en la Fábrica del Buen Retiro. Mientras que la reina junto a sus damas de la Corte confeccionaban la ropa de las figuras.
En la noche del 24 el más pequeño de la Corte, colocaba la figura del niño Jesús y entonces cantaban el villancico “Tu scendi dalle stelle” en recuerdo de su estancia en Nápoles; se trata del villancico más famoso de Italia como bien reconoce Andrea Bocelli. Fue compuesto durante el reinado en Nápoles de Carlos III, por San Alfonso de Ligorio, patrón de los abogados católicos y fundador de la Orden de los Redentoristas.
Cuentan las crónicas que el rey Carlos III todos los años a partir del mes de noviembre, dedicaba gran parte de su tiempo al diseño y montaje del Belén; el objetivo además del gusto estético era incrementar la conciencia religiosa de los ciudadanos; al poco tiempo le imitaron en sus residencias la aristocracia de la corte y finalmente toda la población. Paradójicamente el 14 de diciembre de 1788 falleció en el Palacio Real de Madrid, ese año también realizó la preparación del Belén Napolitano aunque no llegó al momento culmen del día 24 y no pudo cantar el villancico “Tú Scendi dalle stelle”.
La alegoría del Belén representada en cada personaje, objeto y escena tiene un significado más allá de su belleza estética. Como dijo Benedicto XVI: «Si nuestra Fe sigue viva, toda esta herencia tampoco muere, sino que sigue presente en las Catedrales, iconos, música, pintura, literatura, todo es un destello del espíritu de Dios».
Que no nos deslumbren con Juegos de luces. El verdadero sentido de esta celebración para los católicos más que conmemorar, es revivir el hecho histórico de la Natividad del niño Dios que, supone el hito que marca el momento más relevante de la civilización Occidental representado en cada Belén.
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