22/11/2024 02:31
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Mª José Martínez Albarracín, licenciada en Medicina y Cirugía por la Universidad de Murcia, Catedrática de Procesos Diagnósticos Clínicos. Trayectoria profesional: ha sido profesora de Bioquímica, Inmunología y Técnicas Analíticas Instrumentales en el Ciclo Superior de Formación Profesional de “Laboratorio de Diagnóstico Clínico”.

Para comenzar la entrevista doctora, habría que empezar explicando que la llamada vacuna no lo es tal, aunque hayan cambiado la definición de vacunas expresamente para ello.

Las inoculaciones génicas empleadas para, supuestamente, combatir al síndrome covid-19, no son vacunas en el sentido tradicional de lo que se ha considerado vacunación, que consistía en inocular el patógeno debilitado para “entrenar” al sistema inmune. En este caso, las vacunas génicas covid (tanto de ARNm como de ADN vectorizado) consisten en secuencias genéticas artificiales y transgénicas que darán a nuestras células instrucciones para producir una proteína antigénica del patógeno: la proteína espiga o de pico del SARS-CoV-2). El problema es que se ha demostrado que dicha proteína es tóxica y es la causante por sí sola del síndrome covid y sus complicaciones.

La finalidad última de la vacunación consiste básicamente en proporcionar inmunidad frente a determinados procesos infecciosos y estas mal llamadas vacunas no inmunizan. En primer lugar porque, aunque produzcan anticuerpos, éstos no evitan que la persona inoculada pueda infectarse y reinfectarse y tampoco evitan la transmisión del virus. Lo que, por cierto, no ocurre con la inmunidad natural como ha demostrado la respuesta dada por los CDC ante la pregunta de si tenían datos sobre la reinfección de las personas que han pasado covid, y cuya respuesta fue que no les constaba dicha reinfección en no vacunados. Y en segundo lugar, porque la inmunidad natural confiere protección frente a diversos antígenos virales, mientras que las vacunas génicas protegerían contra una sola proteína: la espiga, que en cuanto sufra alguna mutación (lo cual es muy frecuente y estamos pudiendo comprobar con la aparición de las llamadas variantes) evadirá la posible protección, volviendo ineficaces a los anticuerpos generados.

Históricamente las vacunas se han ido elaborando a través de un proceso de
muchos años, no es serio hacer creer a la gente que se han creado en un tiempo
récord.

Es que no se han hecho tan rápidamente como nos dicen. La investigación en productos génicos de este tipo lleva haciéndose más de treinta años. Primeramente se enfocó a tratamientos génicos contra el cáncer y enfermedades hereditarias, habiendo resultado un completo fracaso por producir un elevado número de efectos adversos graves y muertes. Por ello nunca pudieron comercializarse dichos productos. La autorización de emergencia ha sido una forma muy astuta de sacarlos al mercado con la excusa de la supuesta pandemia y el miedo inoculado por los medios de comunicación.

Si no es vacuna, ¿Qué es realmente lo que están inoculando?

Están inoculando fármacos génicos, es decir productos capaces de modular el genoma de nuestras células, de forma transitoria y permanente, lo cual, además de efectos adversos diversos a corto y medio plazo, puede tener a más largo plazo, consecuencias imprevisibles para nuestra especie, tales como la esterilidad y la inmunodeficiencia.

Dicen que las vacunas son completamente seguras y sin embargo nadie se quiere
responsabilizar de sus efectos.

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Efectivamente, esa es una prueba clara de su falta de seguridad: las empresas fabricantes no se hacen responsables (han firmado con los estados contratos de exoneración), los gobiernos no se hacen responsables (puesto que no exigen que se dé a firmar un consentimiento informado adecuado), los médicos no se hacen responsables porque ninguno quiere prescribirla. Los seguros no se hacen responsables puesto que no responden del daño provocado por quienes lo inoculan. Así que los únicos responsables son quienes voluntariamente no exigen sus derechos al aceptar una inoculación experimental, como son el consentimiento informado y la prescripción facultativa.

Por otra parte, no hay más que consultar las notificaciones de fallecimientos y efectos adversos comunicados a las agencias reguladoras como VAERS y Eudravigilance para comprobar que, en menos de un año, estas inoculaciones han batido todos los récords, superando a los efectos adversos provocados por todas las vacunas juntas desde que hay registros.

Y los efectos de las llamadas vacunas no solo se verán a corto y largo plazo, sino que ya se están dando en buen número y letales sin embargo se silencian.

Así es. Estamos asistiendo a una epidemia de “repentinitis”, es decir casos agudos de muerte o shock ocurridos en vacunados, especialmente deportistas cuando hacen esfuerzo físico y que se deben principalmente a infartos de miocardio o miocarditis. Además hay innumerables casos de ictus, trombosis, embolias pulmonares, parálisis y temblores, epilepsia, abortos, problemas oculares e infecciones graves, incluida covid. Y esto por no citar más que algunos de los efectos graves.

Además de la mencionada miocarditis, hay infartos, muertes repentinas e incluso
están aumentando los cánceres. ¿Se puede demostrar que hay relación directa con la llamada vacuna?

La relación del cáncer con las vacunas covid es indiscutible. Hay numerosas publicaciones científicas que demuestran que la proteína espiga (la que el organismo del inoculado produce por la vacuna) altera las vías genéticas de reparación del ADN celular. Esto hace que los múltiples impactos tóxicos que reciben nuestras células no sean adecuadamente contrarrestados y que los radicales libres formados en las mitocondrias como consecuencia de los procesos oxidativos vitales no puedan ser eliminados eficientemente. Algunos médicos internistas como la dra Gabriela Fazzini Zambrano, ha hecho público el gran aumento de cánceres que está apareciendo en personas relativamente jóvenes y el debut de cánceres en estado ya muy avanzado y con metástasis, lo que no es el proceso normal.

¿Qué propone usted para evitar la imposición generalizada de inocularse algo tan
dañino?

Las personas deben informarse. No pueden confiar en la descarada propaganda de los medios de comunicación y de las instituciones comprometidas con farmaindustria. Si hubiera una masa crítica suficiente de médicos y científicos que denunciaran lo que están observando en vez de mirar para otro lado, la imposición o coacción para la vacunación se podría evitar fácilmente. Si esto no sucede, quienes tenemos claro que estas inoculaciones son dañinas, debemos resistir a una experimentación que está expresamente prohibida por la legislación internacional, mientras se denuncian más y más efectos adversos que se irán acumulando y que se demostrarán ligados a dichas inoculaciones.

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¿Por qué cree usted que en general la mayoría de la población ha obedecido las consignas mundialistas en masa y de manera acrítica?

En primer lugar por la falta de información, ya que la información veraz y contrastada se ha sustituido por la propaganda. Fíjese que se ha impedido cualquier debate científico y se ha censurado impúdicamente cualquier voz disidente del relato oficial, por muy acreditada y respetada que fuera antes de la pandemia, incluidos premios Nobel como Luc Montagnier o Michael Levitt.

En segundo lugar por la comodidad y el miedo. La comodidad de no molestarse en usar el sentido común y la razón para investigar y el miedo a salirse del rebaño y ser señalado como negacionista o antivacunas. Estas etiquetas peyorativas son un medio más de la impúdica propaganda que proyecta un ataque “ad hominem” cuando carece de argumentos.

Desde el punto de vista sobrenatural, es sin duda un signo de los tiempos y un cambio de paradigma.

Así es. “La Bestia”: esta civilización materialista y atea impone sus marcas de muy diversas formas para obtener el control de los seres sin alma que fabrica. Y las inoculaciones covid son un claro ejemplo de intento de control social, ya que nunca antes y con tan poca base científica se ha intentado imponer una “vacunación universal” completamente injustificada.

En cuanto al cambio de paradigma destacaría dos aspectos, uno negativo en el sentido de la ciencia oficialista y reduccionista, que intenta manipular la deontología biomédica imponiendo las terapias génicas, muchas veces injustificables moral y éticamente por utilizar embriones y órganos de fetos abortados vivos, a la vez que ineficaz y dañina desde el punto de vista terapéutico pero muy lucrativa y efectiva desde el punto de vista del control social.

Y otro positivo, desde la ciencia con apertura y amplitud de miras, como debe ser la verdadera ciencia, se encuentra en esta crisis una oportunidad de contrarrestar la imposición del pensamiento único científico y de dar a conocer aspectos biológicos y médicos silenciados e incluso perseguidos, por el fundamentalismo científico miope e interesado.

¿Cómo ayudaría usted a las personas a combatir el miedo, a perder su trabajo, a perder su libertad?

Hay dos aspectos que pueden servir de defensa y apoyo ante el miedo. En primer lugar la fe y la fuerza espiritual, para lo cual hay que apoyarse en la oración y los sacramentos, como siempre nos ha enseñado la Iglesia. Y en segundo lugar en el apoyo mutuo, la empatía y la solidaridad que vaya formando núcleos de resistencia a las imposiciones injustificadas, recurriendo a los medios legítimos a su alcance, así como a la preparación y sustento comunitario ante posibles adversidades.

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