21/11/2024 18:02
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El P. Antonio Gómez Mir, párroco de San Jordi de Barcelona y capellán de Hispania Martyr peregrinó a Covadonga con el Capítulo de Santa Eulalia. Reflexiona sobre su experiencia en la peregrinación.

¿Qué le han parecido la peregrinación, pionera en España?

A nivel eclesial la valoro como una verdadera reivindicación de catolicidad y del deseo de estar en la Iglesia de Jesucristo. Una toma de posición que si bien para nadie de los que estábamos allí era necesaria, porque nunca se ha puesto en duda, sí que lo era para otros. El amor a la Iglesia, la fidelidad sin fisuras a su enseñanza, la oración por el Papa… ¿Quién puede dudar de que todos los que nos precedieron durante siglos vivieron esa fe, esa lex credendi manifestada en la lex orandi? Pues esa es la nuestra también. El enemigo de la Iglesia está en los que socavan el deposito de la fe y la disciplina de los sacramentos.

A nivel más de realidad inmediata no deja de ser una presentación en sociedad de la Misa tradicional en España. Nosotros mismos, descubrimos perplejos que eramos muchos, casi sin sospecharlo. EEUU, Francia o muchos países Hispanoamericanos han desplegado una fuerza de la tradición católica, del amor a la Santa Misa tradicional, que en España no existía. Casi sin proponérselo, los jóvenes laicos, que organizan esta peregrinación se ven superados y descubren una realidad oculta que ha nacido y crecido con fuerza sin que nadie se de cuenta, solo porque Dios lo ha querido.

¿Qué supone para un sacerdote participar en este tipo de eventos?

He de confesar que conforme llegaban las fechas de ponernos en marcha me sentía tentado de lasitud. No me gusta viajar. Escaparme unos días no era fácil dado el trabajo que dejaba en la parroquia, la Clínica… Los jóvenes y familias de mi parroquia me habían puesto las pilas allanándome el camino, organizando toda la logística, hasta el último detalle para ponérmelo fácil.

Tengo una experiencia muchas veces refrendada: aquellas cosas que estás tentado de dejar de hacer, y son de Dios, si perseveras y las llevas hasta el final, dan mucho fruto. Este ha sido el caso de esta peregrinación. Muchas gracias del cielo para mi y, por lo que he podido comprobar, para mis compañeros de camino.

La piedad sincera, el amor a la Santa Misa, el amor a la Tradición de la Iglesia, la veneración por el sacerdocio católico, la caridad finísima y los detalles de verdadero afecto entre los peregrinos, la alegría de los jóvenes…Todo ello fue un bálsamo del cielo. Todo un regalo de Dios

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Covadonga fue el inicio de la reconquista…¿Ahora urge reconquistar las almas?

Debe ser así. La fe cristiana es difusiva por naturaleza. De una cueva en un reducto casi inexpugnable surgieron unos pocos que fundamentados en su fe y en su amor a María vencieron al enemigo poderoso y conquistaron España y después el mundo para la fe católica. Cuando más débiles eran, fue entonces, cuando Dios se valió de ellos. Eso sí, no nos engañemos: después de sufrir mucho, de ser muy perseguidos, de sentirse derrotados… para acabar desengañados de ellos mismos y confiando solo en Dios. Siempre es así: la dinámica misteriosa del crecimiento del Reino exige muchas contradicciones previas; mucho dolor y mucha perseverancia.

Ver a tantos jóvenes entusiasmados es un signo de que la Tradición no muere.

Es muy sorprendente constatar que son jóvenes los que lo organizaron y jóvenes los que han respondido… Son jóvenes la mayoría de los que participan de la Misa tradicional allí donde se celebra. No hablamos de ancianos que añoran un pasado enterrado. Hablamos de jóvenes que han descubierto un tesoro de belleza, de sacralidad, de misterio y de espiritualidad, que no es otro que el tesoro que custodia la Iglesia, pero que ha guardado en el trastero, para poner en el escaparate un producto barato de importación.

Conviene tener en cuenta que muchos de estos jóvenes ya hicieron la experiencia del mundo y fueron defraudados. Entonces buscaron a Dios, cuando en muchos casos ni siquiera estaban bautizados o no conocían la fe cristiana. Todos sabemos lo que es un converso: no quiere una fe mundanizada, ya sabe lo que el mundo puede dar… y busca lo auténtico, que le exige verdadera entrega, sacrificio y conversión… Busca la Verdad, la Belleza y el Bien…Y la Iglesia Católica lo tiene, es Jesucristo. Dar un sucedáneo a quien busca la santidad, la heroicidad, y la verdadera libertad es desconocer lo que poseemos…

Muchos asturianos en los pueblos estaban alucinando al ver a muchos peregrinos con tanta ilusión y alegría.

No deja de sorprender. Veían pasar jóvenes portadores de cruces y estandartes, que cantaban su fe con alegría, que sonreían y saludaban a su paso… Sólo veían lo de fuera. Yo he visto la piedad, los silencios de adoración, el sentido penitencial con el que caminaban con los pies llagados, la grandeza de ánimo, los lazos de afecto limpio que se han creado…

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Las familias numerosas son o deberían ser una seña de identidad del catolicismo.

Lo matrimonios jóvenes con niños son parte importante del contingente que se acerca a la Tradición. Los niños intuyen al ver la piedad de los padres, al contemplar la liturgia y escuchar el gregoriano, al ver el respeto y adoración de todos que algo muy grande sucede… y lo que no podrían aprender en cien catequesis lo captan inmediatamente.

No quiero olvidarme de los monaguillos. Esos grandes amigos del sacerdote y de Jesús. Se les veía correr por el campamento revestidos buscando un sacerdote para ayudarle a Misa. Cuando acaba la Misa siempre les digo lo mismo: después de celebrar Misa la cosa más grande que se puede hacer es ayudar a Misa. No es extraño que esta forma de vivir la Liturgia católica desde niños suscite vocaciones.

¿Por qué es muy deseable que estos providenciales encuentros cuajen y se consoliden?

Esta ha sido la primera peregrinación de Nuestra Señora de la Cristiandad, lo cual quiere decir, que si Dios quiere, vendrán más. El Espíritu Santo actúa en su Iglesia siempre. No parecía el mejor momento, por muchas circunstancias, para esta peregrinación. Eso era solo un cálculo humano, como mis dudas a ponerme en marcha. A posteriori, todo el que estuvo allí sabe que era el momento que Dios nos tenía reservado para curar las heridas, para crecer en amor a la Iglesia, para vivir en comunidad gozosa el don de la fe, para enviarnos a explicar a todos como en el Sacrificio de Jesucristo en la Cruz, que se actualiza en la Santa Misa, está la salvación del mundo.

Dios quiera que se pueda decir de nuevo: todo empezó en Covadonga.

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Padre Antonio Gómez Mir
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