22/11/2024 00:24
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Aclaro desde el principio. ¿Está Sonia emblanqueciendo a una institución que es – y siempre fue y será- uno de los brazos armados del Leviatán? ¿Un policía está para proteger a la ciudadanía? ¿Los necesitamos? En absoluto. Pero resulta tranquilizador saber que existen policías como Sonia. Gratitud personal. Mini oasis en infernal y cada más extendido desierto. Mini mini, de todas formas.

¿Obedecer o desobedecer? Único dilema

Algunas personas te comentaban que durante los últimos meses su visión de la madera se ha transformado considerablemente. De sentir total tranquilidad y protección al ver a la policía a un viraje total. Ahora, acojonados cuando ven a cualquier uniformado. Y comienza el estrés. Pensar que te van a abroncar como un crío si en un momento dado el bozal se te ha bajado un poquito. Para denunciar el campo de concentración actual, la desobediencia policial deviene decisiva. Es reiterada la jurisprudencia del Tribunal Supremo que establece que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado no están obligados a cumplir normas u órdenes ilegales, y no existe la obediencia debida. De todas formas, sentido común antes de la ley. ¿No? Cuando las cosas empeoren y la gente idee saludables amotinamientos, ¿qué? Os pedirán ir a degüello contra vuestros compatriotas. ¿Lo haréis?

Desobediencia de los «esenciales»

Lo dicho, clave la denuncia de Sonia. Y otros. Lo mismo que el rechazo de jueces y militares. Y por supuesto, médicos que destapen el cúmulo de mentiras sistémicas y sistemáticas. Y periodistas, obvio. ¿Y algún político? Se agradecería enormemente. Nos jugamos presente y futuro. Y nuestras propias vidas. Y la de nuestros hijos. Y sobre todo, más allá de ficticias e inducidas diferencias, poro abierto, unirse la gente corriente y moliente de la calle. No hay otra. Ningún pueblo debería consentir que sus gobernantes le opriman. En manos de los «esenciales» se halla la posibilidad de minimizar (incluso explotar) esta pesadilla. Y denunciar a los gobiernos (y oposiciones) títeres. Opresores, dictatoriales, asesinos y genocidas.

Gente cada vez más indefensa

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Bastante gente- cada vez más- mirando a la policía con desconfianza y con temor, como el brazo ejecutor de un horror liberticida. Mucha peña comienza a sentir que se hallan ante enemigos. Pero tal vez, aclaro, nunca dejaron de serlo. Gente pensando que estos enemigos uniformados abusan desaforadamente de su poder. Te comentan que se protegen de quien en principio te debe proteger (falso, nunca te protegieron, ¿ya lo entendiste al fin?). Descerebrados niñatos marcando paquete y atemorizando con su solo presencia. Chulería y prepotencia por doquier. Desde marzo, sin ir más lejos, ineludible interrogante. ¿Cómo pueden seguir mirándose al espejo tantos maderos?

Cada vez más gente avergonzada y asqueada por militares, picoletos, jueces y políticos. En su día asesinados a mansalva por la banda asesina Eta. ¿Para llegar a esto? Además de la unidad nacional, blablabla. ¿No se trataba, también, de evitar una merma, incluso pérdida, de derechos y libertades? ¿Fue otra farsa? Se lo adelanto. Sí. ¿Y gestos heroicos? ¿Cuándo? ¿Polis arrojando al suelo la placa y las esposas delante de las cámaras de televisión? ¿Y dejar esa profesión? ¿Permitiréis que sigamos todos con esta brutal indefensión? ¿Sois miserables robots sin alma y sin sentimientos? Respondeos vosotros mismos.

Melancólica coda

Valoro tu gesto, Sonia. Pero, sabes de sobra, que la policía es el brazo armado (a veces, criminal) del poder. De hecho la propia policía se define como cuerpo de seguridad del ESTADO. Un sanguinario monstruo. En fin.

Autor

Luys Coleto
Luys Coleto
Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.
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