22/11/2024 07:09
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Control mental, control social: Instituto Tavistock. El acelerado programa de Ingeniería Social que se está aplicando actualmente fue desarrollado por el Instituto Tavistock, Sussex, Reino Unido. Su objetivo: Dictadura sin Lágrimas a escala global. Campo de concentración sin lágrimas, mejor definido. Directamente vinculado con elitistas clubs como Bilderberg o el Club de Roma, su in es ir preparando mentalmente a la futura y esclava – transhumana y posthumana  – sociedad del futuro próximo.

Destruyendo nuestra identidad y humanidad

Es extraordinariamente simple. Se usa, hogaño, el miedo a la muerte y a la enfermedad en las masas para generar elevadísimos niveles de stress.  A partir de ahí manejan toda la dinámica de grupo. Condicionamiento mental por trauma: Tavistock cofrade de los experimentos MK-Ultra de la CIA. Extremadamente sencillo de comprender. Someter nuestra mente. Descifrar esa mente. Aniquilar nuestra consciencia.

Si se fijan bien, las medidas estrella para «combatir» la (falsa)»enfermedad» son en realidad cuatro planificados métodos de destrucción de la identidad y de nuestra propia humanidad. Todo tan Tavistock y MK-Ultra. Uno. Continuada utilización de bozales (tal cual se hacía con los esclavos negros y mujeres pertenecientes a un serrallo). Dos. Absoluta implosión de los más elementales lazos familiares y amistosos (distancia social, desconfianza y sospecha y recelo entre convecinos…). Tres. Aislamiento y secuestros domiciliarios. Cuatro. Destrucción del trabajo libre y autónomo (ya que se huía, lo más posible, del opresivo Gran Leviatán)

Quién es quién dentro de la sesión de tortura

Y posteriormente, Tavistock mediante, se establecen los cuatro actores sociales participantes. Primer actor. El portavoz o el menda que comunica la falaz información que, a su vez, le transmite el Ingeniero Social. Perrodistas, miembros del artisteo: las voces de su amo. Especialmente, hoy, matasanos que llevan años cobrando mucha pasta de los Ingenieros Sociales. Deben poner rostro preocupado, algo tristón,  circunspecto y un tono desafiante y, por momentos, agresivo. Y difundir propaganda a todas horas. Con su inevitable y babosa neolengua. El gran reinicio. La cuarta revolución industrial.  Una mejor reconstrucción. Nadie se quedará atrás…

Segundo actor. El «líder». Obviamente, no encarna el genuino poder, solo aparece como tal ante la sociedad. Es simplemente un títere del verdadero poder. Tercer actor. El chivo expiatorio. Es la persona «insolidaria», «irresponsable», egoistona, que pondría en peligro a la sociedad. El botellonero, por ejemplo. Cuatro. El saboteador, dándose cuenta en todo momento del embuste circundante, de la diseñada plandemia. Se intenta demolerlo. Se lo aísla, escarneciéndolo. «Conspiranoico, terraplanista, nazi». Se psiquiatriza su resistencia. «Loco». Se anhela que el populacho lo vea como una persona que busca protagonismo. Eso sí, no confundir bajo ningún concepto con el chivo expiatorio. Más que nada porque el saboteador entiende parte del sistema. Por eso lo detesta. Con  razón. Si sus disparos golpean cerca, se le censura, pero no del todo, porque la dinámica de grupo exige tenerlo bien a la vista para conocer el auténtico grado de oposición que posee el tiránico sistema que se está implantando…

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Anhelan que tiremos la toalla

Un elemento clave de todo el experimento/tortura de control mental es el hecho de «regular la longitud de la cadena». Si la opresión deviene incesante, pierde eficacia: la gente difumina sus esperanzas, por ejemplo vacuneras, y deja de colaborar.

Cada cierto lapso de tiempo, debe «liberarse» la situación, reducir levemente el suplicio, crear interregnos entre sesiones de tortura (¿recuerdan cómo «suavizaron» la tortura en verano en España?). Luego, no puede faltar, indesmayable clásico: el actor/portavoz saldrá a imputar a la población de haberse excedido (auto-culpabilización), denunciando en el ínterin un “empeoramiento” (tercera ola, nueva cepa…) y taponará, de nuevo, más y más la argolla…

Y así hasta el infinito…y más allá. Hasta que se esfumen las postreras resistencias. No lo consientan. En fin.

Autor

Luys Coleto
Luys Coleto
Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.
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