20/09/2024 20:24
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Entrevistamos a Juan Antonio López Larrea, presidente de la Asociación In Memoriam Juan Ignacio González. Analiza lo que supone para él prologar el libro sobre Sergio Ramelli (SND).

¿Qué supone para usted prologar este libro sobre la figura de Sergio Ramelli?

Un privilegio. Tenga en cuenta que estamos hablando de “un clásico”, un libro que desde 1997 figura por derecho propio en la estantería de cualquier italiano que en algún momento de su vida haya sido adornado por el escuadrismo.

No conozco personalmente a Guido pero comparto con él amistades, personas que son muy importantes para mí pues nos unen lazos de camaradería, y me consta que en la redacción de este trabajo el autor se entregó en cuerpo y alma, cómo un hombre de honor.

¿Por qué fue asesinado este joven de forma tan violenta?

Morir siempre es un hecho violento. La única hermosura de la muerte estriba en elegir cómo y dónde vas a recibir a tan estupenda señora.

A Sergio le esperaba de una forma vil, pero estoy seguro que la recibió con la sonrisa del que sabe por qué muere. Maetzu en sus aciagas últimas horas dejó dicho algo al respecto…Ahora bien, en respuesta a su pregunta le diré que conviene contextualizar “Los años de plomo” para entender la brutalidad con que se emplearon nuestros verdugos.

Francamente: no sabría acotar cuando acabó la vendetta de posguerra, con los partisanos paseando a los sospechosos de fascismo, y cuando comenzaron a llamar a los asesinatos, atentados.

Servidor no encuentra el paréntesis.

Siempre he pensado que se trató de una mera cuestión semántica, un teatrillo chabacano para ajustar el “Estado de Derecho” de la naciente república italiana.

¡Mira! al menos ellos aprovecharon el paso del Pisuerga por el Ponte Vecchio para quitarse de en medio a los parásitos de sangre real.

De hecho, solo hay que ver el lenguaje beligerante y las mañas que hoy emplean para asegurar sin ninguna duda que las “democracias” siguen en pie de guerra contra todo aquello que huela a fascismo, incluso aunque hayan dejado de eliminarnos físicamente…por ahora.

Tiene usted un ejemplo magnífico en España, donde se están aprobando leyes para retorcer y finalmente reescribir la historia en beneficio de una religión tan fanática que no tolera disidencias: la Democracia.

¿Quién estaba realmente detrás?

¿De la muerte de Ramelli?, el odio, claro.

Nuevamente quisiera descontar fechas para cimiento de mi respuesta. Entre el final de la guerra y el asesinato de Sergio han transcurrido 30 años…

Tres décadas que no dieron para olvidar la tragedia de que Italia terminara su aventura en el Eje enfrentándose en una guerra civil que se inicia el 10 de julio de 1943 cuando los ejércitos Aliados ponen su bota en Sicilia (con la inestimable colaboración de la Mafia), y el rey Víctor Manuel III ordena el arresto de Mussolini y formar nuevo gobierno a Badoglio.

La península quedó partida por su mitad, aunque con partidarios de ambos bandos a cada lado incursionando cómo ejércitos irregulares.

Aquella “guerra dentro de la guerra” generó enormes dosis de rencor, rencor que se fue transmitiendo de generación en generación.

¿Qué impacto tuvo en Italia el caso Ramelli en su momento?

Intento responder a sus preguntas sin caer en “spoiler”, porque a pesar de que todo el mundo conozca el final con el asesinato de Ramelli, pocos saben cómo se tramó y desencadenó la tragedia.

Para empezar le diré que antes y después de Sergio cayeron docenas de camaradas, algunos cómo los hermanos Mattei (1973) víctimas una crueldad infinita: fueron quemados vivos.

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El pequeño Stefano tenía solo 8 añitos.

Sin embargo, ninguna salvajada por despreciable que fuera llegó a conmocionar tanto a la opinión pública cómo el atentado contra Sergio.

Alcanzado este punto yo elegiría destacar a la persona que fuera catártica, y con su instinto maternal convulsionara el autismo de una sociedad que había sido, más que educada amaestrada, en la insensibilidad ante el dolor del fascista: Ana, la madre coraje.

Ana Pozzoli, Anita Ramelli para la eternidad, es la otra gran protagonista de esta historia.

La figura de la “mamma”, tan respetada cómo venerada en el país transalpino, durante cuarenta y tantos días uno tras otro acompañando la agonía del hijo moribundo fue un pellizco en las venas de una sociedad indolente surgida de la vergüenza de la ocupación aliada y la postración ante el “whisky, soda y rock and roll”.

Contestando a su pregunta, Sergio siempre será el adolescente de mirada serena, melena rebelde y facciones dulces que prometen ser irresistibles para las chicas, y que ya nunca lo serían.

Pero Ana Ramelli… ¡nuestra Anita!, la dama de hierro que no ha faltado nunca a ningún aniversario por la memoria de su hijo, siempre tramado por los viejos camaradas, y que reza por los que salen en manifestación. Por cada cana de ella servidor daría su vida mañana mismo.

¿En qué medida es importante recalcar, como dice el subtítulo del libro, que fue víctima del odio comunista?

Bueno, así fue subtitulado el libro por los autores y es que el marketing es importante, pero sin ánimo de parecer pedante: citar odio y comunismo en la misma frase es en realidad un pleonasmo.

Es redundante porque el comunismo es una ideología miserable que se basa en el rencor que Marx albergaba en su interior.

Declararse comunista es por tanto beber del mismísimo manantial que destila el odio.

Karl Mordechai, más conocido por su apellido marrano: Marx, fue un holgazán que vivió su existencia entera del sablazo, jamás pisó un taller, una obra, una mina o un telar. Además de un borracho pervertido, que incluso se follaba a la chica de servicio, a la que por cierto hizo un bombo que endosó a Engels, pero esa es otra historia.

La inhumanidad del capitalismo encumbró y extendió su obra (por cierto nada desdeñable en tantos capítulos, pues talentoso lo era) pero la realidad demuestra que casi cualquier texto suyo se basó en la envidia: Carlitos hubiera deseado haber sido Lion Philips, su amigo y pariente, hijo de financieros judíos holandeses y fundador de una de las grandes compañías multinacionales del siglo XX, y que finalmente se haría con la administración del fideicomiso de Henriette Pressburg, la mamá de Karl a la que el propio vástago deseó vehementemente la muerte, más que por desafecto -que también- por pillar la herencia familiar y aliviar con ella sus desajustes domésticos, productos del ocio y de sus vicios capitalistas.

Sin ninguna duda: citar odio y comunismo en la misma frase es redundante.

Recuerda ciertamente al caso de otro joven asesinado en España por motivos ideológicos, Juan Ignacio González. ¿Por qué es importante dar a conocer ahora este hecho de Ramelli y de paso dar a conocer la figura de Juan Ignacio, no suficientemente conocida en España?

Cómo seguramente usted sabe tengo el honor de presidir una asociación cultural que ya hace un par de años cumplió una década y que naciera con dos objetivos fundamentales: dar a conocer la enorme figura de Juan Ignacio González, y continuar -desde nuestra modestia- con los objetivos por los que entregó su vida: unidad de España y justicia social.

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Mucho camino hemos recorrido desde aquella primera Marcha de las Antorchas en que incluso cuando el debut los elementos nos fueron hostiles.

Bajo un temporal de toma pan y moja nosotros en lugar de arredrarnos elegimos pensar que eran las lágrimas de los Dioses derramándose en llanto por el mejor de sus hijos. Y aquel viento celestial nos ha traído hasta aquí.

En nuestra mente se grabó un sueño: estando ya inexorablemente prescrito el asesinato de Juan Ignacio (ergo: la ausencia de justicia), al menos extender su memoria y… ¿Por qué no?, conseguir dar su nombre a una calle.

Cómo usted seguramente conoce, la testarudez y la persistencia de los camaradas de Sergio lograron que por toda Italia existan plazas, bulevares y jardines con el nombre Ramelli.

Pueden parecer a simple vista conquistas nimias, pero a los que venimos de lejos nos sabe a victoria: son la prueba de que generación tras generación a “Nosotros” nos impulsa una fuerza tan grande que jamás será derrotada.

Sergio es Juan Ignacio, y Juan Ignacio es Sergio. La memoria de ambos se suma a la de otros cientos, y todas ellas tejen la bandera de la libertad de Europa.

¿Qué valores se podían destacar del joven cruelmente asesinado?

Es complicado de resumir… ¡mejor lean el libro!

¿Cómo valora la labor de la editorial SND difundiendo con valentía estos temas?

Mire, le contestaré parodiando a los que nos parodian: de extrema necesidad.

Cierto que cualquier parido no puede escribir cómo Rafael García Serrano o Max Aub (por citar a dos iconos magníficos de las letras reñidas), las díscolas hijas de Zeus bajaban a la tierra muy de uvas a peras y solo susurraban al oído del sujeto de sus caprichos, y de la misma manera que Cervantes solo habrá uno, de estos guaperas entran pocos en el kilo.

Pero dicho esto, lo verdaderamente importante es el relato. La caligrafía lo es, el estilo, la armonía… también, pero el relato es fundamental.

Y cómo si de escribas benedictinos se tratara tenemos la obligación de transmitir la sabiduría y los hechos ciertos incluso aunque hubiere que escribirlos sobre rollos y papiros, o incluso recitarlos en mester. “La libertad es una librería” dejó escrito Margarit, y yo creo que Álvaro y Dionisio lo saben bien.

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Autor

Javier Navascués
Javier Navascués
Subdirector de Ñ TV España. Presentador de radio y TV, speaker y guionista.

Ha sido redactor deportivo de El Periódico de Aragón y Canal 44. Ha colaborado en medios como EWTN, Radio María, NSE, y Canal Sant Josep y Agnus Dei Prod. Actor en el documental del Cura de Ars y en otro trabajo contra el marxismo cultural, John Navasco. Tiene vídeos virales como El Master Plan o El Valle no se toca.

Tiene un blog en InfoCatólica y participa en medios como Somatemps, Tradición Viva, Ahora Información, Gloria TV, Español Digital y Radio Reconquista en Dallas, Texas. Colaboró con Javier Cárdenas en su podcast de OKDIARIO.
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