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Los aproximadamente 100 días de reclusión mayor incondicional que nos ha impuesto nuestro Gobierno, en indudable obediencia ciega a los mandatos de lo que se conoce como Nuevo Orden Mundial, o rampante y dominante Estado Profundo Global, como podría denominarse eludiendo mencionar a los Plutócatras Adoradores de Mammón de la Sinagoga de Satanás, se corresponden bastante bien con el mismo periodo de tiempo que trascurrió hace 122 años, también por estas calendas, entre el Combate de Cavite (1-V-1898) y la amañada entrega de Manila (18-VIII-1898).
(El Desastre del 98)
La Traición del 98
El Desastre del 98 supuso que España cayera en una agónica postración, moral y económica, de la que solo una milagrosa y tremenda catarsis la sacó cuarenta años después.
Pero las derrotas que propiciaron aquella depresión, lejos de deberse a los “barcos de madera” y al proverbial aferramiento a nuestra idiosincrasia católico-oscurantista, fueron producto, conjura internacional y supranacional aparte, de la traición de los dirigentes españoles del momento. Triste pero cierto, la reina y su gobierno liberal progresista, precisa e inexplicablemente nombrado tras el magnicidio del liberal conservador Cánovas, contrario a la entrega de nuestras provincias antillanas a Estados Unidos, se habían rendido antes de estallar la guerra. Pero decidieron amañar la entrega por medio de una comedia trágica que les salvara el trono y la cabeza. Tanto en Cavite cono en Santiago de Cuba nuestros barcos se autohundieron. El indigno Cervera, obedeciendo órdenes igualmente indignas y traidoras, primero se dejó embotellar y luego salió en el peor momento y con la peor disposición táctica posible, solo para embarrancar tras hacer el paripé de lucha (en la que murió mucha gente, como pedía el guión). Los generales Blanco y Linares en Cuba, Augustin y Jaúdenes en Filipinas, y Macías en Puerto Rico, condujeron las operaciones para facilitar descaradamente la victoria yanqui. Por cierto, todos los perversos actores eran miembros de sociedades secretas o hay fundadas sospechas de que lo eran; posteriormente todos salieron muy bien parados.
La versión oficial propagada por los medios del Gobierno e internacionales (el periodismo amarillo se consagró entonces) escribieron una historia totalmente contraria a esta realidad y la pseudohistoria la ha consagrado hasta nuestros días. El sentir de la mayoría del pueblo llano de entonces, incluidos carlistas e incluso liberales de buena fe de ambos hemisferios, fue pisoteado. Pero mientras España se hundía, el Régimen de la Restauración se mantuvo (solo unos años) y los liberales progresistas continuaron en el poder de forma casi permanente.
“El 98” fue un DESASTRE a la altura de la Invasión Musulmana y La Francesada, así como el comienzo de los revolucionarios cambios del mundo contemporáneo:
Consagración de los Estados Unidos en el rango de gran potencia y sede del Nuevo Orden Mundial por autonomasia.
Primera Guerra Mundial, con la consiguiente destrucción del Imperio Austro-Húngaro, heredero del Sacro Imperio Romano, y la consagración del Comunismo con desaparición de la Rusia ortodoxa, la mayor nación cristiana. Y también la destrucción del Imperio Otomano confesional, sustituido por multitud de estados artificiales y por la laica Turquía de Atatürk, con los masones Jóvenes Turcos rápidamente lanzados al genocidio armenio-cristiano.
Triunfo de la Guerra Psicológica-Propaganda a gran escala y de la pseudohistoria.
Cuasi destrucción del alma patria española, postergación, hundimiento espiritual, derrotismo, ingentes pérdidas económicas y de prestigio. Reconsagración de los liberales progresistas causantes del desastre.
En definitiva, fue la sentencia de muerte a la Hispanidad, y el empujón casi definitivo a la idea de La Cristiandad, sustituida por un Occidente liberal-burgués traidor a la misma, para lo que era y es obligado derribar el Katéjon de Las Españas.
¿No encuentran ustedes similitudes en estas auténticas revoluciones con la actual situación?
(¿Casualidad?)
La Revolución del coronavirus SARS-CoV-2 (COVID-19)
El intencionadamente mal llamado Estado de Alarma, declarado por el Real Decreto 463/2020 de 14 de marzo, concluyó el 21 de junio tras seis prórrogas. Duró, por lo tanto, un centenar de días.
Al fin del mismo, el panorama que ofrecen nuestras ciudades es de una tremenda tristeza y anonadamiento, con poca actividad, sin turistas y con apenas algunos bares abiertos. La mayoría de las adocenadas personas deambulan con mascarillas incluso en calles espaciosas, de aceras amplias y con poca afluencia, pudiendo verse gente con ellas haciendo deporte o solos dentro de sus vehículos, al igual que en edificios espaciosos y poco concurridos, especialmente las iglesias en las que, por cierto, es aterradoramente frecuente el negar la Comunión en la boca. Y ello a pesar de que no estar obligado por lo regulado para la denominada “nueva normalidad”, concepto de esa neolengua que retuerce y falsea el lenguaje. El artículo 6.1 del real decreto RDL 21/2020 determina literalmente el uso obligatorio de mascarillas “en la vía pública, en espacios al aire libre y en cualquier espacio cerrado de uso público o que se encuentre abierto al público, siempre que no resulte posible garantizar el mantenimiento de una distancia de seguridad interpersonal de, al menos, 1’5 metros”; es decir, que donde exista esa distancia entre personas no son obligatorias las mascarillas (más bien bozales). Adminículos, dicho sea de paso, que NO fueron obligatorios para funcionarios de seguridad y fuerzas armadas, para transportistas, para empleados de tiendas de alimentación, y para casi todos en los momentos más álgidos de la supuesta pandemia (otra retorcida neodefinición de la Organización Mundial de la Salud -OMS-), y ahora, que la ola ha pasado como exitosa consecuencia trabajo del Gobierno (¡manda lereles!), se impone su peculiar obligatoriedad.
(¿Pandemia?)
Pero, da lo mismo. También la impresentable y voluble OMS finalmente dijo ya en enero, repitió en marzo (“en un análisis de 75.465 casos de COVID-19 en China no se informó la transmisión aérea”) y en mayo, que “el virus no queda flotando por el aire porque el peso de las partículas hace que caigan al suelo”. Pero eso no se dice el Oráculo del Gobierno, la televisión, y, ya se sabe, lo que no sale en la tele no existe. También que no se encuentran pruebas de contacto por objetos y que no habrá una nueva gran ola. Punto. Ni ciencia, ni sentido común, nada sirve para una población lobotomizada por el miedo, la coacción y años de sometimiento al lavado de cerebro de las consignas del Nuevo Orden Mundial, es decir, las sociedades secretas innombrables.
En general, tras los 100 días de supresión de los derechos fundamentales y las libertades públicas, así como de la buscada destrucción de nuestra economía, entre otras cosas menos tangibles, pero no menos importantes, el panorama es desolador y aterrador.
(Consecuencias arresto)
Puntualizaciones
La Constitución define y fija los Estados de Alarma, Excepción y Sitio -antes Guerra-, y lo que se nos ha impuesto a los españoles no es, ni por asomo, el de Alarma. No hace falta ser experto jurista para llegar a esa conclusión, por muchos constatada; es más, dada la participación de los Ejércitos en tareas de control del orden público, lo establecido torticeramente, y mansamente aceptado, ha sido prácticamente un Estado de Sitio bastante extremado. Esta intencionadamente retorcida situación ha propiciado que el Gobierno la haya utilizado, innecesaria y abusivamente (Parlamento hibernado y treintena de reales decretos y reales decretos leyes), hasta el punto de haber dado un golpe de estado jurídico apenas encubierto. Además, ha iniciado la fase trasparente de un fraudulento proceso constituyente, largo tiempo larvado, que anuncia el desmonte del actual sistema político, basado en la ya de por sí muy defectuosa Constitución de 1978, además de una fractura de España cada vez más imparable. Y todo ello sin prácticamente una sola queja drástica de juristas, militares, obispos o políticos, salvo la relativamente tardía de VOX.
(Cifras oficiales)
Puede decirse, y de ello se han jactado nuestro Presidente y el Ministro de Sanidad, que el mal definido “confinamiento” (véase definición) ha sido el más opresivo y largo no solo de Europa sino del Mundo, lo que es obvio dado que ni China impuso sus draconianas medidas en todo su territorio. Un arresto domiciliario que ha puesto a España en la cabeza de las listas de:
Número de muertos por millón de habitantes. Los 606 oficiales de hace unos días no son reales; ese 5º lugar, tras San Marino y Andorra (mini-estados no comparables), Bélgica (que cuenta todos sus muertos, no como nosotros) e Inglaterra, se transforma en más de 930 reales (¿llegaremos a los 000?) si tomamos las cifras de otros organismos oficiales e incluso extranjeros (los 43.348 del Informe MoMo -registros civiles-, los 43.500 según Financial Times, los 43.945 del INE -estadística-, o los 43.985 de las funerarias -Aesprof-, o las más de 45.000 pensiones de menos de la Seguridad Social). Con esos 15.000 muertos no contabilizados oficialmente superamos todas las trágicas marcas. Y puede que seguramente la cifra real definitiva ronde los 50.000 muertos (48.000 ha apuntado el INE en alguna ocasión). Los españoles representamos el 0’6% de la población mundial y en esta epidemia hemos sufrido el 6% de todos los muertos del mundo.
Segundos en número de contagiados por millón de habitantes, tras Estados Unidos (descontando San Marino y Andorra por igual motivo).
Mayor número de sanitarios infectados por millón. Más de 50.455 (el 20%).
(Cifras reales)
La economía peor parada en todo el mundo según el FMI: caída de un 13% del PIB en 2020. Aunque para la OCDE la caída podría llegar al 14’4%, el desempleo superaría el 20% (22% en 2021), el déficit público sería del 12’5% del PIB y la aterradora deuda pública el 129’5%. Y estas cifras seguramente son conservadoras y algunos apuntan a que se duplicarán, dado que el turismo prácticamente caerá en picado tras las inexplicables maniobras gubernamentales, al abrirlo los últimos en Europa y con muchas restricciones.
Los españoles somos los europeos que peor valoramos la actuación de nuestro Gobierno.
(Demolición economía)
Comparaciones odiosas y conclusiones.
Hemos tenido tantos muertos como en la Batalla de El Alamein en los dos bandos (16.000 italo-alemanes y 34 aliados), unos 15.000 menos que en la de Las Ardenas (15.000 alemanes y 20 aliados) y más del doble de la más sangrienta batalla de la Guerra de Liberación (Ebro: 20.000). Tres cuartas partes de los cuales se produjeron entre personas mayores de 75, bien en las residencias, bien en sus casas, pero en ambos casos prácticamente sin tratamiento, por orden gubernativa (y Aquí), o colapso de la cadena sanitaria que no derivó pacientes a la sanidad privada o a otras autonomías.
Destrucción de nuestra economía: turismo (IAG, antes Iberia, ha perdido un 60%), industria (automóvil, química, pesada), comercio, agricultura y pesca.
Destrucción de nuestro ordenamiento constitucional y régimen parlamentario. Limitación de nuestras libertades por la indefinida “nueva normalidad”. Constatación de la prácticamente mayoritaria sumisión de los españoles a la tiranía, destacándose las autoridades eclesiales.
Destrucción de la salud mental/anímica de muchos españoles (miedo aterrador y pérdida de juicio) y de la física, no solo por las secuelas de la enfermedad y el aislamiento, sino porque SEGIMOS IMPORTANDO INMIGRANTES ENFERMOS (y Aquí) Y TERRORISTAS islámicos.
Todo esto no puede por menos de levantar sospechas de intencionalidad.
Para España ha llegado la tragedia, la pobreza, la pérdida de libertades, la destrucción de la unidad nacional y, de nuevo, el complejo de inferioridad. Quiera Dios que la horrible y necesaria catarsis en camino, que seguirá a esta revolución, permita renacer el alma patria.
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