Hace un año. Por Juan Carlos Gimeno

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El 14 de Marzo de 2020 Sánchez anunció oficialmente el cierre del país por la situación de la pandemia.
Transcurrido un año de aquella declaración formal de crisis aparecen seis víctimas muy
potentes que circulan a mucha velocidad por nuestra economía. La caída del PIB, la del
turismo, brutal incremento del déficit público, mayores impuestos, deuda pública y deuda privada. La tensión económica no nos sitúa en una situación nada confortable como país.
Nuestra economía es claramente inferior en potencia a la de nuestros competidores
europeos por lo que si el gobierno no refuerza sus pilares de sujeción a la realidad
económica post-Covid se producirá un desmantelamiento de nuestro parque empresarial.
Que se afirme desde el gobierno que somos una de las 15 economías más potentes del
mundo no pasa de ser una afirmación onírica. Una más.
Que desaparezcan unas cuantas empresas por las circunstancias provocadas por la
pandemia puede ser un dato poco importante a nivel de país, a nivel español, pero lo que cuenta es el valor agregado. Si sucumben muchos proyectos, muchas empresas, mucho autónomos, apretadamente supone un problema de país puesto que tal desplome va a determinar la capacidad de poder generar empleo y el modelo económico que, en su conjunto, queramos darnos.
Los que no sean capaces de sobrevivir serán barridos del mercado. Las ayudas directas son urgentes, prioritarias, son ya o nunca.
Mientras varios países europeos endurecen restricciones ante una previsible cuarta ola,
en Empáñanos enredamos en mociones de censura y en convocatorias electorales.
Es ahora. Ya. Tenemos pendientes urgentes cambios estructurales para fortalecer nuestra economía.
La apuesta por una economía circular, verde, comprometida con los 17 objetivos de
Desarrollo Sostenible, por productos de KM0, una economía enfocada a resultados y no a indicadores estéticos.
España es uno de los países más polarizados del mundo, pero el subsuelo de la crisis
nos debe hacer ver, a. Todos, que salud (vacunas) y economía (ayudas directas) si no van de la mano, no sirven para nada.