20/09/2024 04:49
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La amplia familia de partidos políticos europeos de corte patriótico, soberanista e identitario, no es un bloque unido. En el Parlamento europeo se encontraban hasta hoy dispersos, e inclusive enfrentados, en tres grupos políticos: El Partido Popular Europeo, Identidad y Democracia y Conservadores y Reformistas. El pasado 3 de marzo, con la salida del PPE del partido Fidesz del presidente húngaro Viktor Orbán, el mapa político de este sector parece que puede ser reconfigurado con la unión o la creación de un nuevo grupo parlamentario.

Orban ha anunciado, en una entrevista en la radio pública de su país, su intención de encontrarse con el líder de Lega, Matteo Salvini y el Primer ministro de Polonia, Mateusz Morawiecki, de Prawo i Sprawiedliwość (Ley y Justicia), para caminar juntos en la misma dirección política. Sin duda una tarea difícil y compleja pero que no deja de ser un desafío necesario, hoy más que nunca, ante la crisis generalizada en el marco mundial por la pandemia y el avance del proyecto globalista.

Parafraseando a Juan Domingo Perón, pareciera que pudiese ser este el momento de la “Hora de los Pueblos”. Pero la gran pregunta es: ¿será posible realizarlo? El líder argentino vaticinó en 1953 que el año 2000 iba a encontrar a los pueblos unidos o dominados, ¿se cumplirá finalmente la profecía?

Los partidos patriotas europeos sufren el resabio de historias nacionales enfrentadas, recelo por viejas disputas geopolíticas, diferencias conceptuales acerca de identidades, modelos de organización territorial diferentes, y también divergencias sobre la visión de una Europa soberana. Pero de lo que no hay duda es de la urgencia de unidad de acción y de acuerdo para el fortalecimiento de los principios y valores en común y compartidos. Ellos son la defensa de la soberanía de los Estados, la libertad, la preservación de la identidad de los pueblos y naciones, el respeto de sus culturas, el derecho al control de las fronteras nacionales, el fin de la inmigración clandestina, la defensa de la herencia cristiana, la familia y la identidad europea.

Del PPE no hay nada que esperar, pero sí de ID y de ECR. Ambos grupos comparten, más allá de las citadas y lógicas diferencias, matriz y adversarios comunes, pero también existen ambiciones personalistas, celos, orgullo y soberbia. El intento de Viktor Orbán de aunar posiciones en el sector, debería ser una oportunidad para oponerse con firmeza al avance globalista, llevando a cabo el proyecto de una Europa fuerte y soberana, que plante cara a las elites plutocráticas.  Una Europa unida en su diversidad y fortalecida en sus identidades, es la única fórmula que puede evitar el éxito de un mundo uniforme, materialista, sin alma ni historia, culturas, credos ni fronteras.  

De momento no hay nada cerrado ni definido, y quedan actores y directrices que no se han manifestado con claridad. Lo que sí está perfilado es el acercamiento y sintonía entre exponentes de cada uno de los grupos políticos para avanzar en la construcción de un nuevo proyecto europeo. Por un lado, está Orbán, el díscolo e incómodo proveniente del PPE, Salvini, pilar de ID y Morawiecki de ECR. Hay que tener en cuenta la estrategia y posicionamiento que tomarán tanto Marine Le Pen de ID y Giorgia Meloni, presidenta de ECR -grupo al que pertenece VOX– y otros protagonistas de importancia como AfD, ante la jugada política. Si no se forja una nueva alternativa, Orbán será una “pieza de caza mayor” en disputa ya fuera del del PPE.  

Es difícil el acuerdo y más aún la unión de los dos grupos políticos a la derecha del PPE. Pero más que posible es necesario dejar de lado viejos rencores y disputas, pensar en la recuperación de la identidad europea en peligro, en la supervivencia de las naciones y el bienestar de su gente.

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Es la hora de los pueblos soberanos, de líderes a la altura del desafío y del empuje de su gente. Orbán, Salvini y Morawiecki pueden dar ese primer paso tan importante, y sus socios, aliados o compañeros de ruta deberán tener visión de grandeza dejando de lado prejuicios y mezquindades. De lo contrario, la profecía del viejo general y político argentino -solo con una pequeña diferencia de años- se cumplirá. Y sería una desgracia que así fuese.

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José Papparelli