20/09/2024 15:34
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El Obispado de Málaga cede unos locales del recinto catedralicio para una exposición de fotos y documentos relacionados con el sitio de Málaga en la Guerra Civil. El inconveniente de todo esto es que lo presentado en esta exposición no responde a los hechos históricos, y una vez más encontramos a la Iglesia utilizada como “tonto útil” en las maniobras de las izquierdas, que pretenden ganar la Guerra Civil después de  ochenta años. La Iglesia Católica en España no logra librarse de complejos que traen consigo graves consecuencias, pues hacen perder a   esta institución  esencial en España, la fuerza  profética del testigo.  Esta misma Iglesia que  en los sermones dominicales predica por boca de sus curas: “la Verdad nos hará libres” (Cf. Jn 8,32).

 

El fallo de  las instituciones  en la  vida social y política no se produce de un día para otro. Los partidos de derecha y la Iglesia Católica en España tienen una asignatura pendiente desde hace algunas décadas: poner negro sobre blanco la historia acontecida desde la Segunda República hasta este momento.  La historia  se escribe  con documentos y al margen de las ideologías. Las declaraciones de los personajes públicos  en la prensa de cada momento, las actas del Parlamento en una época determinada; los discursos  enfervorecidos  de los líderes que  encabezaron  las distintas  líneas de acción política, y  otras fuentes documentales  como las causas judiciales, cartas particulares o testimonios debidamente contrastados. Todos estos elementos y algunos otros  tienen que surtir el contenido de la historia  que nos ha traído hasta este momento. Es muy peligroso  ceder o prestarse a la alteración de los hechos por causa de la ideología.  Lo que pasó en Málaga en la Guerra Civil lo tiene bien estudiado el profesor Antonio Nadal, en su obra “la pérdida de Málaga…”, a la que se debe prestar  mucha atención  por  el estudio riguroso de las fuentes, que aporta una visión muy objetiva de los hechos ocurridos. Don Antonio Nadal no es ningún ¡camisa azul!, sino un intelectual  que viene de la izquierda, por lo que su investigación y testimonio tiene un valor especial, al reconocer  que  en la entrada de las tropas nacionales en Málaga no se produjeron represalias a la población civil, sino todo lo contrario, pues se restableció en la medida de lo posible la vida normal dentro de la ciudad. Los civiles que habían abandonado Málaga  camino de Almería lo habían hecho unos engañados y otros forzados, y entre los primeros cometidos de las tropas de Queipo de Llano fue traer en camiones a los que estaban por la carretera y llevaban días sin comer y con graves problemas de salud. La propaganda sigue como “leyenda negra”  contra todo lo que signifique victoria del bando nacional sublevado contra el comunismo de la izquierda que se pretendía implantar en  España en declaraciones repetidas de los líderes políticos del gobierno del Frente Popular. Norman Bethune con su panfleto “La Desbandá”, lleno de inexactitudes, pretende rescribir  unas páginas de la vida de Málaga que no se corresponden con la realidad.

Soy católico y me duelen las continuas meteduras de pata  de los que están al frente de las instituciones para después lamentarse, pero la historia se repite, y me temo que seguirá repitiéndose.  No se puede dar cobertura a los que pretenden manipular la historia con el agravante de haber contribuido a la persecución de la religión católica de forma especial en ese periodo. Naturalmente que  estamos llamados a perdonar; pero  que no se vuelvan a repetir los mismos errores de unos tiempos en los que el buenismo hacía creer que todo se iba a   superar.  Ya sumo varias décadas en mi camino personal, y todavía recuerdo el lamento de Tarancón cuando escribía  en la revista Vida Nueva, refiriéndose a la trayectoria que llevaba el PSOE de Felipe González: no era esto, no era esto, repetía el cardenal, arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal Española; las mismas palabras de aquellos intelectuales que  habían apoyado con entusiasmo la Segunda República. Me refiero a Gregorio Marañón y a Ortega y Gasset. Estos vieron lo que había pasado en Málaga al mes de haberse proclamado la Segunda República: la quema del palacio episcopal, numerosas iglesias y conventos; lo mismo que en Madrid. No era esto, no era esto; y no aprendemos que por encima del buenismo y la mediocre tolerancia está la verdad de las cosas,  que un cristiano ha de defender si quiere ser sal y luz del mundo.

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