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Cuando Jerjes I intentó conquistar la Grecia continental, en el 480 a. C., se encontró con la resistencia inesperada de un puñado de espartanos y aliados griegos que frenaron a su invencible ejército en el Paso de las Termópilas. El rey espartano Leónidas, aprovechando la ventaja que le ofrecía el terreno y la superioridad de sus guerreros, contuvo a los incontables persas durante dos días. Al tercero, sin embargo, los persas rodearon su posición y masacraron a los “300”. Un pastor, Efialtes, condujo a los persas por un paso de montaña que conducía a la retaguardia griega a cambio de una enorme recompensa. No obstante, Grecia, Europa, ganaría finalmente la guerra y Leónidas pasó a la historia como un símbolo de heroísmo y sacrificio. Por el contrario, Efialtes cayó en el pozo de la inmundicia y su nombre se convirtió en sinónimo de traición. O al menos así era cuando nuestra civilización aún era digna de llamarse así.
La actual Unión Europea es mucho más partidaria de los Efialtes que de los Leónidas. Así, en lo que sólo puede calificarse como una puñalada por la espalda, la UE ha decidido ofrecer ayuda monetaria, en principio 700.000 euros, para ayudar a mejorar las condiciones de los inmigrantes ilegales musulmanes por “razones humanitarias”. Un dinero que les ayudará a establecerse en la frontera y a continuar sus ataques y asaltos diarios contra los soldados y policías polacos que defienden la frontera oriental de Europa. El dinero de la UE no es para construir muros ni para ayudar a sus defensores, es para proporcionar bienestar a los que pretenden asaltarla. Una excelente noticia para el gobierno de Bielorrusia, organizador de toda esta crisis migratoria, que ya no tendrá que gastar un rublo para mantener la presión sobre Polonia, Lituania y Letonia.
Todo esto se produce después de la conversación el pasado miércoles entre Angela Merkel y Lukashenko. Merkel, decidida a hacer daño hasta el último momento de su mandato, acordó con el presidente bielorruso la creación de un corredor humanitario entre Bielorrusia y Alemania para 2.000 inmigrantes. A cambio, Bielorrusia devolverá a su país a los 5.000 inmigrantes restantes, según el portavoz de Lukashenko. Esta conversación germano-(bielor)rusa, sin tener en cuenta a polacos ni a bálticos, ha causado una indignación más que justificada. El presidente polaco Andrzej Duda señaló que Polonia no aceptará ningún acuerdo hecho por terceras partes: “Somos un estado soberano que tiene derecho a decidir sobre sí mismo, y exigiremos este derecho absolutamente”.
Polonia es una nación soberana y su población se ha volcado en apoyo a los policías y soldados que defienden la frontera. Pero también aquí hay Efialtes. La izquierda y la Plataforma Cívica, el partido hermano de nuestro Partido Popular, se mantuvieron sentados mientras el resto de los diputados aplaudían de pie a los defensores de la frontera. Para algunos la lealtad no reside en Varsovia, en su propio país, sino en Bruselas.
Pero mientras polacos y bálticos se esfuerzan en defender las “murallas” de la UE, el flanco sur presenta dos agujeros enormes: España e Italia. Como señala Olivier Bault en su último artículo, mientras que países como Grecia han adoptado el modelo húngaro, España e Italia son un auténtico coladero para la inmigración ilegal. En España, de la mano del gobierno socialista-comunista de Pedro Sánchez, cerca de 44.000 inmigrantes ilegales han entrado en la UE este año frente a los 18.838 de todo el año 2020 y los 29.762 de 2019. En Italia, bajo el gobierno de concentración de Mario Draghi, el número este año asciende a más de 56.000, en comparación con los 34.154 de todo 2020 y los 11.471 en 2019, incluidos los 2.476 de enero a agosto de 2019 cuando Salvini todavía era ministro del Interior y vicepresidente. Sánchez y Draghi, como Efialtes, mantienen abierto el paso que permite flanquear las murallas de Europa, que favorece el tráfico de personas y que es la causa del cada vez mayor número de muertes en el mar.
Los Efialtes abundan en la UE, y también los tontos. Un autobús financiado por varias ONG alemanas fue detenido por la policía polaca camino de la frontera para recoger inmigrantes y llevárselos a Alemania. También la ciudad de Múnich mostró su disposición a llevárselos en avión para acabar con su “trato inhumano”. El historiador David Engels, todo un experto en la caída del Imperio Romano, hacía la siguiente predicción en su cuenta de Twitter: “Dentro de 20 años se verán nuevas masas de migrantes llegando a Polonia, pero desde Occidente: Europeos que huyen de su país de origen”. Si Europa no vuelve a admirar a Leónidas, su predicción se hará realidad.
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