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En mi celda estaba El Rubio, el muchacho al que cinco hombres arrastraron por el cuello frente al ICRT, solo por abrir su boca en solidaridad con nosotros, sin conocernos. No se imaginan la impotencia que da saber que sigue en el Vivac sin que su familia sepa de él todavía. Ya localizamos a su novia. Y no descansaremos hasta que El Rubio esté libre, con ella.
En mi celda estaba Reinier Díaz, el actor de Inocencia que tanto conmovió a Díaz-Canel, según un tuit desafortunado en que llamó «mal nacidos» a los cubanos que no coinciden con sus criterios. Reinier quedó fuera de la redada frente al ICRT. Quizás los agentes vestidos de civil no querían al actor de Inocencia siendo víctima de abusos similares a los del filme y la historia. Pero Reinier no iba a dejar solos a sus amigos. Y decidió subir él mismo al camión de carga donde nos lanzaron como sacos de escombro.
En mi celda estaba Leo, el católico que se arrodilló a orar por Cuba frente a la turba que, siguiendo órdenes presidenciales, gritaba: «este pueblo no te quiere». A Leo le quitaron su cruz en el Vivac, por la fuerza. A Leo lo llevaron esposado a una celda de castigo por mencionar una palabra tan vulgar como DERECHOS.
No recuerdo el nombre de todos, tampoco del flaco que compartió sus cigarros con nosotros. Lo que sí recuerdo es el respeto y la armonía que se generó en aquella celda tan diversa como una República. Lo que no olvidamos es que allí nadie discriminó a otro por ser marginal, demócrata, católico, homosexual o contestatario.
Y de las mujeres que fueron llevadas a otras celdas, ¡habrá que llenar tantas páginas!
Allí, señor Díaz-Canel Bermúdez, no había un solo delincuente o confundido. Éramos todos CUBANOS, luchando por una Cuba libre y próspera, sin burócratas retardatarios y conservadores, sin oportunistas acomodados sobre el sacrificio de otros. Una Cuba sin dictadores.
El confundido es quien vive en una burbuja blindada contra la realidad. El vándalo es quien ordena que apaleen al pueblo inconforme. El marginal es quien vive ajeno al sentir de la calle y sus conflictos. El delincuente es quien te vende en tiendas exclusivas los productos básicos a precios de estafa.
Solo espero que todos, sin excepción, sean liberados cuanto antes. Y que los verdaderos responsables asuman su culpa. Cuba no es Tebas. No se merece una plaga tan larga de calamidades, para expiar los pecados de una cúpula. Y usted, señor Díaz-Canel, no es un héroe trágico. Hasta ahora solo ha sido un funcionario sin suerte, sin amor de pueblo ni liderazgo auténtico, sin aché ni carisma ni ideas geniales.
Todo líder se pregunta cómo será recordado. José Miguel Gómez era el «Tiburón». Machado, el «asno con garras». Batista, «el hombre». Fidel (para muchos), «el caballo». En el caso suyo, ya debe haberse dado cuenta de cómo lo nombra la sabia popular. Me pregunto: ¿será capaz de cambiar su propia historia? ¿O ya los oráculos escribieron el guion de su trágico rumbo?
Váyase a un rincón solo, lejos de aduladores, vigilantes y guardaespaldas. Piense. ¿Le quedan pantalones para un punto de giro en favor de Cuba?
Piense, luego exista.
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