22/11/2024 02:15
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Largo, intenso y emotivo el artículo de Don José Antonio Vergara Parra: “Hoy, por fin, saldré del armario”. Ahí estamos, y, como siempre he sentido, muchos más “si la inmensa mayoría de nuestros compatriotas (no) persistan en juzgarnos sin haber empezado ni por asomo a entendernos y hasta sin haber procurado ni aceptado la más mínima información” (José Antonio. Testamento).

    Salvando lo accidental, estamos ante una doctrina universal, transversal y permanentemente vigente. Ahí es nada. Claro que no es casualidad, porque quien la dicta es un pensador clásico, y lo clásico no pasa de moda.    

    José Antonio, pensador tradicionalista, sabe que son muchas las lecciones que aprendemos del pasado. Así, pues, la memoria importa. El pasado es el terreno en el que crecen nuestras vidas e instituciones. No se puede entender el presente ni planificar el futuro sin conocer el pasado a través de la mirada de aquellos que lo forjaron: sus creencias y motivaciones son importantes. Por eso un español de bien nunca es revolucionario al estilo de alguien que intenta hacer tabla rasa de la tradición en cualquiera de los órdenes de la vida.

    De ahí, que José Antonio entienda que los lazos comunes de los españoles no están en la sangre, la etnia o el territorio, sino en la tradición; en un credo moral y político compartido, sustentado en valores universales no sujeto a decisiones de voluntad. Así, para José Antonio, el orden político se asienta en el derecho natural y en la tradición cultural hispana, que son las ideas y los valores que han ido conformando la Patria como “unidad de destino…”.

    Un orden que tiene un sistema de contrapesos y respeta el principio de subsidiaridad, y que tiene un sistema de representación a través de las unidades naturales de convivencia, donde cada individuo tiene una voz igual de válida en el rumbo de los asuntos públicos. Por lo que conceptúa la democracia liberal como un sistema perverso que tiende al despotismo en cuanto considera que la verdad procede de la voluntad de los individuos; siendo que en su dinámica, todo lo que no se atenga a esta autoridad se convierte en objeto de sospecha. De esta forma, para proteger, garantizar y dar validez a la voluntad popular, rompe cualquier vínculo humano… excluye a la Iglesia y hasta la misma familia. Nada que el tradicionalismo no hubiera advertido, y en la misma línea de otros grandes pensadores como Alexis Tocqueville, que respecto a la democracia liberal dicta lo siguiente: “El despotismo, que es peligroso en todas las épocas, debe ser particularmente temido en los siglos democráticos (democracia liberal)”.

    Por eso, si lo clásico es lo que tiene valor, lo tiene porque está sustentado en la experiencia, como la voz de José Antonio. Que como pensador clásico sigue siendo esa seducción por la verdad a la que siempre es posible volver porque no agota nunca el manantial de su sabiduría.

    Y qué decir de la última lección que nos da. Pues, quien quiera que considere la actitud de José Antonio ante su inminente muerte, ¡y a su edad!, fiel expresión de serenidad y quietud, creerá sin duda que es un alma privilegiada y mimada por Dios… Por eso aquella canalla que tan ignominiosamente le trato le hizo un favor inmenso, favor que en la soledad de las horas que precedieron a su asesinato, comprendió que el pedestal de la verdadera grandeza no está en granjearse “con gallardía de oropel la póstuma reputación de héroe”, sino en ofrecer la vida por los valores que todos compartimos… la Patria, el Pan y la Justicia”. Que en eso puso el sacrificio de su propia vida, no ajustándose “a alguna variante del patrón romántico”, lo que para él “hubiera sido monstruoso y falso”

    Luego, sin nada más que decir, ligero de equipaje, sabiendo que volvía a Casa, espero la última hora, la que mata, conservando “hasta el fin la decorosa conformidad” que le había pedido a Dios, confiando “en su infinita misericordia”, para andar a aquella jornada sin errar,

    Aquí estamos… José Antonio Vergara Parra, yo y tantos otros…  “Que sigan los demás con sus festines” (José Antonio. Discurso del Teatro de la Comedia).

Autor

Pablo Gasco de la Rocha
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