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El Tratado para la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen María de San Luís María Grignion de Monfort es El Manual de nuestra Milicia, La Milicia Inmaculada. En su capítulo 6º, San Luís María hace una exégesis de los personajes, o figuras bíblicas, de Esaú y Jacob, que con el tiempo acaba siendo llamado Israel.

El Espíritu Santo ofrece en el Libro del Génesis, en los capítulos 25 – 27, una figura o representación de todas las verdades que justifican y motivan nuestra Santa Lucha o Milicia Cruzada que realizamos, con la Intercesión de Nuestra Reina, Señora y General de los Ejércitos Celestiales, María Inmaculada, por causa del Reino de Dios y para Vindicar la Realeza de Nuestro Señor y Capitán, Jesucristo.

En Génesis 25:33 vemos cómo Esaú, el primogénito y, por lo tanto, el que tenía los derechos de herencia, vende dichos derechos por un guiso o estofado de legumbres pues habiendo venido de cazar estaba hambriento y su hermano Esaú (que solía trabajar en todas las labores domésticas, y en especial en aquellas que le indicaba su madre, Rebeca, obedeciéndola con prontitud y amor filial) le ofreció del guiso que él mismo había preparado y aprendido a cocinar escuchando y observando atenta y silenciosamente a su madre, a la que Esaú siempre ignoró estando en sus cacerías y durmiendo “bajo el rocío del campo”.

Rebeca, madre de ambos hermanos, aseguró muchos años después los derechos de primogenitura (que Esaú había vendido como hemos dicho antes) a su amado hijo Jacob mediante una hábil e inteligente estratagema, santa y llena de misterio. Isaac, sintiéndose ya muy viejo, deseó bendecir a sus hijos antes de morir y llamó a Esaú, al que amaba, para que fuese de caza a obtener algo de comida y bendecirle después. Rebeca, comunicó a Jacob lo que sucedía y le ordenó traer dos cabritos del rebaño que ella misma cocinaría al gusto de su amado esposo Isaac, al que bien conocía. Vistió a Jacob con los vestidos de su hermano Esaú, le puso las pieles de los cabritos sobre las manos y cuello, y como estaba ciego por la edad Isaac pensó que Jacob era Esaú, su primogénito, y le bendijo a pesar de que por la voz le recordó a Jacob, más que a Esaú. La santa treta de Rebeca dio resultado. Cuando Esaú fue conocedor de que su padre había bendecido a Jacob y no a él, lanzó bramidos y maldijo a su hermano.

Los Santos Padres de la Iglesia siempre han señalado en el Magisterio y Tradición que el odio que Esaú sintió hacía Jacob era similar:

Al odio que llevo a Caín a matar a Abel pues Abel era del agrado de Dios porque sus ofrendas salían del corazón y eran selectas, mientras que las de Caín eran descuidadas y sin amor, pura obligación ritualista.
Al de aquellos que, amando este mundo, con sus pasiones y deseos carnales depravados, quieren también la aprobación de Dios Padre, Jahvé.
Al odio que el Pueblo Judío, bajo los ídolos de las naciones y la tierra, y que el Israel carnal sintieron hacia el Mesías, Jesucristo, y los suyos. En el presente, es el odio de los seguidores de la Sinagoga de Satanás, ya sean estrictamente masones o paganos de los dioses celestiales, terrenales y políticos opuestos a Jesucristo.

Basados en este Magisterio, los analistas y santos combatientes frente a la Judeo-Masonería, desde sus diversas facetas y ámbitos (teológico, eclesiológico, político o nacional) siempre hemos concluido, respecto a la Secta “los Hijos de la Viuda” que son réprobos y pérfidos como Esaú, que les mueve el mismo odio hacia “sus hermanos”, el mismo desprecio hacia su Madre y la misma conveniencia o motivación interesada de acercarse al Padre para que los bendiga a pesar de sus obras carnales sodomitas o de otro tipo.

Con los muchos años, Esaú anheló ver a Jacob, entonces llamado Israel, y le amó. Este punto prefigura la conversión de algunos de ellos al reconocer que la Bendición y la Vida viene, no ya de la ley o la tierra, sino de Jesucristo y el Espíritu, de sus Elegidos, y de su Iglesia, el Verdadero Israel y Pueblo Elegido. Y todo ello, Dios Quiso que fuese por medio del Fiat o “Hágase en mí según Tu Palabra” de una mujer, una virgen, María, que albergó en su vientre a Dios y fue llamada “forma Dei”. Ella es Nuestra Reina en el Servicio o Milicia por Jesucristo, una Milicia personal, como bautizados en Él, y comunitaria, como nación, España, y como Digital, El Correo de España.

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REDACCIÓN