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He creído conveniente esperar unos días antes de escribir acerca del desafortunado acto acontecido en el Cementerio de la Almudena, el pasado 13 de febrero, para homenajear a la División Azul y conmemorar el Aniversario de la Batalla de Krasny Bor, hito que marcó las páginas de nuestra Historia. Toda la vida se ha repetido aquello de que los divisionarios fueron a Rusia “a devolver la visita”, tras nuestra Cruzada, y no para perseguir judíos, cosa que no hicieron. Su objetivo era la lucha contra el comunismo. La huella que los divisionarios españoles dejaron en los campos rusos se puede calificar de heroica.
Pero no voy a escribir sobre la División Azul y lo erróneo del homenaje, pues otros mucho más entendidos y con más peso lo han hecho y, supongo, lo harán. Quiero centrarme en algo que me afecta directamente, por considerarme falangista.
Me gustaría que quedase claro que la señorita que participó en dicho acto y a la que están haciendo mucho eco, dado su incendiario discurso, no es falangista. Por mucho que apareciese con una camisa azul con las cinco flechas bordadas, no es falangista. Ella misma en diferentes medios de comunicación se autodenomina nacionalsocialista o fascista, lo que dista bastante de lo que es el falangismo.
El falangismo, o nacional sindicalismo, dista del fascismo, entre otras cosas, por basarse en la Doctrina Social de la Iglesia, es decir, tiene una base católica, lo que le impide ser una ideología que odie a otras religiones. “Nuestro Movimiento (…) jamás se ha llamado fascista en el más olvidado párrafo del menos importante documento oficial ni en la más humilde hoja de propaganda” (José Antonio Primo de Rivera, Obras Completas. Pág. 913)
La Falange no persigue, ni odia. La Falange nació para construir, para fortalecer, para mejorar: al hombre, a la mujer, en definitiva, a España. No nace, como sí lo hicieron otras ideologías, con el afán de destruir otras cosas, otras culturas u otras religiones. Nace con el fin de revolucionar el estado de cosas en las que estaba sumida España, para elevarla al nivel que merece, que merecemos todos.
Nace para recordar a los españoles, que estaban sumidos en un tiempo aciago, lo que llegamos a ser en otros tiempos, ejemplo de grandeza, de buen hacer, de llevar el catolicismo a más lugares que todos los Papas juntos.
Nace para dar dignidad al hombre, “portador de valores eternos”; para llevar la Justicia Social en el ámbito del trabajo; para enseñar que la vida implica Servicio y Sacrificio, ya que nada se consigue sin esfuerzo; para recordar que la familia es el pilar fundamental de toda sociedad, por lo que se debe cuidar a los que la sustentan: el hombre y la mujer.
Nace para dar visibilidad a la mujer. Defiende a la mujer como madre, como trabajadora, como política. Para que ésta pueda dar todo lo que desee en todos los ámbitos posibles. Que si quiere dedicar su vida a su familia, que lo haga dignamente. Que, si desea dedicarse a la vida laboral, lo haga con todas las garantías, como miembro de una sociedad justa. Pero, en este punto, lejos del feminismo radical que ya existía entonces y que ahora es mucho más extremo: defiende la feminidad de la mujer, defiende a la mujer desde su propio ser. Con ejemplos a seguir como Isabel La Católica, Agustina de Aragón, las mujeres que dieron su vida al servicio de la Sección Femenina, y por supuesto, a las mujeres que se fueron voluntarias a las trincheras de Rusia para ayudar en el frente, aportando su grano de arena, demostrando que la mujer española puede ser una madre abnegada pero también puede hablar de política y puede ir a la guerra. Siempre ejemplo a seguir.
Entiende al hombre y a la mujer, como seres únicos, irrepetibles, y que ambos se complementan el uno al otro. Solo así entiende que un Estado, una sociedad puede funcionar. En el momento en el que uno de esos dos elementos son menospreciados, la sociedad se tambalea.
Así pues, las palabras de esa señorita en ese desafortunado acto, no solo no las comparto, sino que históricamente son falsas y políticamente, también. Esa señorita no es falangista, puede ser cualquier otra cosa, incluso acuñar una ideología nueva, más o menos discutible, pero falangista, no es.
Por ello aspiro, espero, que se dejen de referir a este acto como un acto llevado a cabo por falangistas, pues lo que se dijo en él no tiene que ver en sí con los ideales nacionalsindicalistas. Desde mi punto de vista ha hecho un flaco favor a la División Azul, como institución; a los divisionarios y voluntarias que fueron a luchar a Rusia; al falangismo, a España, a su historia y a ellos mismos.
En palabras de José Antonio Primo de Rivera: “Lo que a los pueblos los convierte en naciones no son tales o cuales características de raza, de lengua o de clima; lo que a un pueblo le da jerarquía de nación es haber cumplido una empresa universal” (Obras, pág. 108).
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