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Frontex, la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas, cuya misión es defender las fronteras europeas, ha vuelto a verse involucrada en un escándalo político. No es la primera vez. En enero de 2021, Frontex anunciaba su salida de Hungría por la política de inmigración del gobierno de Viktor Orbán. Una salida que fue precedida por la campaña de la rama húngara de la ONG “Comité de Helsinki”, que, como no podía ser de otra manera, está financiada por la Open Society de George Soros. En septiembre, Frontex, cuya sede está en Varsovia, solicitó al gobierno polaco acceso a la frontera con Bielorrusia. Los polacos accedieron, y en octubre el director ejecutivo de Frontex, Fabrice Leggeri, acudió a la frontera con el viceministro del Interior polaco, Bartosz Grodecki. Leggeri dijo entonces estar impresionado por el despliegue polaco para proteger la frontera, lo que le valió las duras criticas de las ONG por “permitir la muerte de los migrantes en la frontera bielorrusa”.    

La semana pasada saltaba un nuevo escándalo y Fabrice Leggeri presentaba su dimisión en relación con la próxima publicación del informe OLAF, de la agencia europea de control antifraude, sobre la gestión de Frontex. Un informe en el que, en sintonía con los partidos de izquierda y las ONG, se denuncian las “devoluciones en caliente” y la violación de los “derechos fundamentales” de los migrantes. El enfrentamiento de Leggeri, que asumió su cargo en 2015 y fue renovado en junio de 2019, con las ONG viene de lejos, y Frontex tuvo que hacer frente a una denuncia de las ONG pro-inmigración que exigían tener acceso a la información operativa de la agencia. En noviembre de 2019, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea dio la razón Frontex y justificó su negativa a proporcionar información operativa.

Con esto antecedentes, no es de extrañar que Open Arms calificase la dimisión de Leggeri como “una buena noticia”, o que Médicos Sin Fronteras le acusase de llevar a cabo “devoluciones en caliente”. Pero el hecho es que las llamadas “devoluciones en caliente” no están definidas legalmente de una forma objetiva. Un asunto que, según el propio Leggeri, se encuentra entre el principio de no devolución consagrado en la Convención de Ginebra y la vigilancia de las fronteras y la prevención de las entradas ilegales definidos en el Código de fronteras Schengen. Sin embargo, esa falta de definición legal clara no ha impedido las letanías de condena en la Unión Europea, repetidas hasta la saciedad por la mayor parte de los medios de comunicación, sumadas ahora a las posibles sanciones económicas, a los países que han tenido la osadía de defender eficazmente sus fronteras, particularmente Polonia y Hungría.

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Leggeri publicó su carta de dimisión en internet, afirmando que su impresión es que el mandato de Frontex ha sido modificado de forma sigilosa pero real. Es decir, que la tarea de protección de las fronteras ha sido sustituida por la misión de supervisar el cumplimiento de los derechos fundamentales cuando se gestiona la protección de las fronteras. La Comisión Europea no tardó en contestar el exdirector de Frontex, señalando que el mandato de la agencia no ha cambiado y que su misión sigue siendo ayudar a los países miembros a defender las fronteras exteriores de la UE.

El reglamento de Frontex es claro: “… El objetivo es gestionar eficazmente el cruce de las fronteras exteriores y hacer frente a los retos migratorios y a las posibles amenazas futuras en esas fronteras, contribuyendo a hacer frente a la delincuencia grave con dimensión transfronteriza y garantizar un alto nivel de seguridad interior en la Unión …”. La seguridad de los Estados miembros de la UE es el mandato principal de la agencia. Por supuesto, eso no significa que no se deban respetar los derechos fundamentales, pero la misión de defender y proteger las fronteras de las naciones europeas es la razón de la existencia de Frontex.

La guerra de Ucrania ha creado una crisis humanitaria sin precedentes, una crisis que está siendo atendida precisamente por los países que más han sufrido el linchamiento mediático y el acoso de la Comisión, de nuevo Polonia y Hungría. Pero parece que en Bruselas nadie ve ni escucha nada. Desde el gobierno alemán se espera que la sustitución de Leggeri constituya “una ocasión para un nuevo comienzo en la agencia”. Visto el poder cada vez mayor de las ONG en todos los campos de la política europea, puede que ese nuevo comienzo lleve a las ONG a “vigilar” nuestras fronteras.

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REDACCIÓN
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