03/05/2024 03:02

Armando Robles

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Pensaba que a estas alturas tendríamos que estar hablando del paro, de la quiebra moral, de la incompetencia de los ministros, del referéndum anunciado por Aragonès, del latrocinio de “la Roldana’”, de las putas del Tito Berni, de la escalada en la llegada de ilegales, de la utilización innoble del CIS, de las fraudulentas cifras de empleo que anuncia el Gobierno. Hoy tendría que haber opinado de todo eso si desde la televisión pública de Cataluña, además de las burlas blasfemas contra los cristianos, no se hubiese hecho mofa del acento de los andaluces que, miren ustedes por donde, también es el mío. Y el de casi todos los míos. Así que otra de nacionalistas catalanes. Es que no paran.

Ahora ha sido la televisión pública de Cataluña quien se burla del acento andaluz. Muchos catalanes se han reído mucho con la ocurrencia de estos hijos de puta. Yo también me río mucho con ellos. Cuando les escucho hablar en castellano me los imagino deglutiendo al mismo tiempo alguna sustancia insana y es que me parto de la risa. Y me troncho todavía más cuando imagino a todos esos cabrones teniendo que declamar el árabe para captar a sus futuros votantes.

Acepto las burlas de TV3 si tomamos como contrapunto del divertimento dialectal de Málaga, la atribulada entonación de Cataluña. Lo malo de este asunto es que los comentarios de esta gentuza marcan la interiorización del profundo desprecio que muchos catalanes sienten y han sentido siempre por los andaluces. Este tipo de distorsiones de la realidad de otros pueblos constituye algo ya habitual en la dirigencia política catalana.

Sólo desde los prejuicios de un semianalfabeto se puede observar Málaga desde ese prisma conferido por los tópicos de nunca acabar. Hablo de Málaga, la tierra que ha sido escenario de mis mejores momentos, la madre del turismo y la cuna del Piyayo. La que alteza sin corona en cualquier verbena popular o mismamente en la mexicana plaza de Garibaldi, rodeado hace años por un grupo de mariachis y trasladado desde allí hasta el Parnaso al que todos vuelven: “Malagueña salerosa/besar tus labios quisiera/y decirte niña hermosa”.

El español que se habla en Málaga tiene tantas sonoridades como versos dedicados por Vicente Aleixandre a la que fue su Ciudad del Paraíso. Vale decir que la musicalidad del habla malagueña está en la conjugación de todas las rimas que posee el idioma español, por lo que el practicante debe tener mucho celo en cuanto a esta característica; mejor dicho, debe conocer mejor la rima y la ley de los acentos que ser un dominador del silabeo. Lo único que debe hacerse al hablar la forma dialectal del español en Málaga es mostrar el alma, lograr la interpretación ordenada de los sentimientos.

Por ejemplo, cuando un malagueño de Alhaurín El Grande, hinchadas sus entretelas, se las puso de corbata a los 47 diputados catalanes a los que hincó de hinojos en el hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo. ¡Al suelo, coño! El buen fraseo y la buena impostación de la voz no suele fallarle a Málaga en los trágicos momentos. Aquella sonoridad tan malagueña representó para muchos catalanes el síndrome traumático de haber estado a gatas, en el suelo. Al suelo, cabrones, a gatas, en tropel y en fila de a uno en la frontera de Francia. ¡Valientes, valientes!

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La solemnidad no suele fallarle a Málaga en los grandes momentos. “Podréis quitarme la vida, pero nada más”, alcanzó a pronunciar José María de Torrijos, con la misma entonación que al Aragonès empuja a la cuchufleta, antes de que un pelotón de fusileros al servicio de Fernando VII segara su vida entre buganvillas y el Jardín de los Monos. Murió en la bellísima plaza de la Merced, con el aplomo de quien prefirió regalar su vida antes que vivir la restauración absolutista, a escasos metros del caserón solariego donde 50 años después vino al mundo el padre del Cubismo. A un trazo dibujado sobre un lienzo, Picasso lo convirtió en vanguardia. A esta purria cateta y excluyente le hubiera brotado la risa al escuchar a don Pablo que lo surreal comparece en sus cuadros acaso como el eslabón perdido del arte pictórico. Porque don Pablo no perdió nunca el acento ‘chistoso’ que todos los honores franceses no lograrían arrancarle nunca.

Tampoco Antonio Banderas, cuyo inglés con acento perchelero allanó la entrada de los actores y actrices españoles a los metrajes made in USA.

Ni el maestro Antonio Molina, que de buen seguro aprovecharía su talento cáustico para improvisar alguna coplilla en el café de Chinitas: “Del Aragonès a la Ciencia/dista la misma distancia/que de un potro a un purasangre/ o de Baviera a Braganza”.

Detrás también de ese acento tan donoso, a brincos y a saltos, Cánovas del Castillo quiso reestructurar el ser español por ocurrencias y resoluciones casuísticas, sin que nadie se alarmase ni dijera nada.

El suave seseo del barrio de la Victoria tampoco impidió que una malagueña orillara la inexpugnable fortaleza del prototipo de belleza nórdica. Allí, en Manila, en el certamen de Miss Universo, con Imelda Marcos utilizando el tratamiento mayestático en bellísimo tagalo: “Me habéis convencido, hacéis justicia al buen criterio del jurado”. “Exselensia”, repuso Amparo Muñoz, “más mérito tiene guardar en el mismo armario todos los zapatos que disen que usté tiene”.

Y les traslado también que malagañear se puede hacer con una copa llena de generoso mosto. Hacia los puros astros mil veces me elevo cada vez que tomo un sorbo de este elixir de dioses, se reconfortaba Catalina de Rusia en sus peores trances palaciegos.

Orson Welles debió pensar que no había mejor lugar para besar el rostro dulce de la eternidad que bajo el albero del coso maestrante de Ronda. Y Soraya que no hay Reino de Persia que valga lo que Marbella. Y John Lennon paseando palmito por la calle San Miguel. Y Gerald Brenan buscando la forma de sacarnos del laberinto español desde su morada alhaurina. Y los reyes arábigos hallando el oásis terrenal a los pies de Sierra Blanca. Y Katharine Houghton Hepburn descubriendo que todos los caminos conducen a Puerto Banús. Y uno de los Rothschild espetando sardinas en una playa de San Pedro Alcántara. Y los primeros aires de libertad entrando por las rendijas de las playas de Torremolinos: los primeros palmitos, los primeros capítulos de la leyenda del macho ibérico escritas con letras de neón en las discotecas de Montemar. Y los primeros establecimientos hosteleros de España orientados al turismo. Allí, entre la madeja de casas blancas de La Carihuela, en los mismos porches erizados de toneles y rústicas sillas. “Pisha, que sean dos vinitos y dos de boquerones”.

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Y Bernardo de Gálvez contrapunta al imperio británico y se desquita en nuestro nombre de todos los Drake, de todos los Nelson y de todos los tratados de Utrecht que se cruzaron con nuestra historia para lancearnos una y otra vez. Bernardo de Gálvez, héroe de la toma de Pensacola, hizo más por la independencia norteamericana que muchos batallones que alcanzaron a cruzar sus armas con los casacas del color de la sangre. En honor del malagueño, la única ciudad norteamericana en adoptar el nombre de un español, Galveston. Y, para más inri, con el ‘chistoso’ acento de un malagueño de Macharaviaya, comarca de la Axarquía: “Sostenemos como evidentes por sí mismas dichas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la Vida, la Libertad y la búsqueda de la Felicidad”.

Y ya metidos en harinas lingüísticas, al rondeño Vicente Espinel debe la literatura española que Calderón nos hablara en sus décimas del honor, patrimonio del alma; y Teresa de Ávila de vivir sin vivir en ella de tan alta como esperaba que fuese su vida eterna.

La décima es precisión
son los diez versos del alma
de la mente, pulso y Málaga

de octosílaba mención.
La fuente del corazón
que alarga toda distancia

entre el color y Soler
donde el talento se anima
sembrando el verso en la rima
y un cipote a TV3…

De Archidona, naturalmente.

FUENTE:

A los hijos de puta de TV3 de un malagueño nada chistoso

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Geppetto

Vamos a ver
Si esta gentuza hace lo que hace y dice lo que dice es porque enfrente no tiene nadie que les recuerde de forma contundente que es la educacion, las buenas maneras y las normas de comportamiento
Y mientras nadie les diga al oido que si piensan esas cositas, mejor te las callas por lo que pueda suceder, seguiran insultando a todo quisque, blasfemando de forma terrible y ciscándose en todo mientras, ademas, te exigen que los repetes.
Pus tu mismo oye

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