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Tras la caída del telón de acero, los soviéticos impusieron regímenes comunistas en todos los países de Europa Central y Oriental bajo su dominio. La resistencia armada a la dictadura comunista alcanzó la década de los 50 y tomó distintas formas y nombres, como los soldados malditos en Polonia o los hermanos del bosque en los países bálticos. Rumanía no fue una excepción, pero allí la resistencia anticomunista tuvo un nombre propio, Ion Gavrilă Ogoranu.

Gavrilă nació en 1923 en Țara Făgărașului. En el instituto se unió a la Frăția de Cruce (La Hermandad de la Cruz), el ala juvenil de La Guardia de Hierro, el movimiento fascista rumano. Posteriormente estudió Agronomía en la ciudad de Cluj-Napoca y Ciencias Económicas en la ciudad de Brașov, aunque entre 1941 y 1944 fue encarcelado por “actividades prohibidas” porque su organización fue ilegalizada. Finalizada la Segunda Guerra Mundial, Gavrilă fue uno de los líderes de la huelga estudiantil organizada en Cluj-Napoca en 1946. Al año siguiente, los soviéticos se quitaron la careta y, el 30 de diciembre de 1947, el rey Miguel I fue obligado a abdicar. Nacía la “república popular” de Rumanía y comenzaban las detenciones masivas de los enemigos del régimen. 

Gavrilă sabía muy bien lo que le esperaba y, en la primavera de 1948, se refugió en los montes Făgăraș con un grupo de militantes anticomunistas. No fueron los únicos ya que, según los archivos de la Securitate (policía política comunista) se formaron más de 1.000 grupos de partisanos anticomunistas. El grupo de Gavrilă, denominado “Grupo de Resistencia Nacional Armada de los Cárpatos”, contaba con 30 hombres y se enfrentó en numerosas ocasiones con las tropas de la Securitate. En 1951, Gavrilă fue condenado a muerte en ausencia por un tribunal militar, anteriormente había sido condenado a 19 años de prisión. A pesar de su enconada resistencia, el grupo fue diezmado poco a poco. Algunos partisanos murieron en los enfrentamientos armados y otros fueron capturados y condenados a muerte. En 1955 el grupo fue eliminado, pero Ion Gavrilă seguía libre.

Tras la desaparición de su grupo, Gavrilă abandonó las montañas y se escondió en un pequeño pueblo del condado de Alba, donde se casó en secreto con Ana Săbăduș, viuda de un preso político. A pesar de ser uno de los partisanos más buscados a finales de la década de 1940 y en la de 1950, no fue detenido por la Securitate hasta el 29 de junio de 1976. Sin embargo, tras un proceso de seis meses y gracias a la intervención del expresidente estadounidense Richard Nixon, Gavrilă fue liberado, aunque siguió siendo perseguido por la Securitate hasta la caída del régimen de Nicolae Ceaușescu en 1989.

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Tras la caída del comunismo, Gavrilă fundó la asociación “Combatientes de la Resistencia del Ejército Anticomunista en Rumanía” para conseguir de las autoridades estatales el reconocimiento público del sacrificio de los partisanos de las montañas y que fueran reconocidos como soldados del Ejército rumano. Sin embargo, el Estado rumano le negó el estatus de combatiente. También fue miembro de la “Asociación de Antiguos Presos Políticos Rumanos” (AFDPR) y fue miembro del Senado de la Asociación “Rost”.

Gavrilă plasmó sus memorias en una serie de 7 volúmenes titulada “Los pinos se rompen, pero no se doblan” (Brazii se frâng, dar nu se îndoiesc). Una obra en la que recuerda los duros tiempos en las montañas y lo que mantenía unidos a los partisanos: “Y sobre todo sentimos la mano de Dios en las horas oscuras, cuando nuestras pobres fuerzas humanas nos hubieran llevado a la muerte y a la desesperación. Aquí, en las cumbres de las montañas, sentimos las palabras del Señor que nos decía que sin Él no podemos hacer nada. Y nosotros, a través de nuestro sufrimiento, aprendimos a amarlo. Porque hasta que no se sufre, incluso una bofetada o un insulto sin motivo, no se puede entender el drama del Gólgota. Estos pensamientos, atormentados en las largas noches de invierno, enterrados en la nieve en las cumbres de los Cárpatos o durante las guardias con las armas en las manos, os los dedicamos a vosotros, jóvenes de pueblos y ciudades, como muestra de nuestro amor por vosotros, como algunos que tendrán, cuando nosotros no estemos, la oportunidad de ver y cumplir la gran y brillante victoria rumana”.

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Gavrilă también afirma que la razón por la que lucharon no fue el odio contra los comunistas, sino el amor por Rumanía: “Lo que nos impulsó fue el amor por esta nación, libre de mezquindades. Aprendimos a ver nuestra nación, así como cualquier cosa en el mundo, en términos de amor. Uno existe si ama, y puede llegar a un nivel superior si se sacrifica por este amor”.

Ion Gavrilă Ogoranu falleció el 1 de mayo de 2006. Cuatro años después, su vida y su resistencia anticomunista fueron llevados al cine en “Portretul luptătorului la tinerețe” (Retrato del luchador como un joven), con el actor rumano Constantin Diță como protagonista. En abril de 2010, la película recibió el Premio del Público y el Premio de Fotografía en el Festival de Cine B-EST de Bucarest y fue estrenada para el gran público en Rumanía el 18 de noviembre de 2010.

El senador y dirigente del partido AUR, Claudiu Târziu, escribió en 2018 un libro sobre Gavrilă y sus hombres “Cei 13 care m-au Salvat” (Los 13 que me salvaron). Como señala el político rumano, el partisano fue “la pesadilla de la Securitate durante casi 30 años”. Gavrilă es un ejemplo para muchos en la Rumanía actual por su resistencia contra un sistema totalitario y criminal, un ejemplo necesario porque como escribía el combatiente partisano: “Los regímenes están cambiando, pero los especuladores no cambian. La gran masa sigue siendo la de los que trabajan, cuya vida se reduce al trabajo y a la comida en un ciclo eterno, y cuya conciencia no es más elevada que el plato de comida que tienen delante de la boca. Con ellos los gobernantes pueden hacer lo que quieran. En primer lugar, pensar por ellos”.

El libro de Álvaro Peñas

Autor

REDACCIÓN