20/09/2024 12:36
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De la factoría de ficción de la Moncloa capitaneada por Iván Redondo, ha salido el nuevo mantra de Sánchez: Unidad.

Busco en el DRAE la palabra unidad y en ninguna de sus nueve acepciones encuentro que la unidad sea sinónimo de imposición. Sánchez pide unidad y la pide por imposición, por pleitesía, por entrega a su mandato sin discusión alguna; la pide casi con violencia, la pide como rendición incondicional.

Es muy difícil que alguien consiga unidad para sus proyectos impidiendo que a los que les pide esa unidad, opinen libremente y puedan aportar sus ideas. Ustedes dirán que Sánchez va a conseguir esa unidad para aprobar los PGE, que ya la tiene asegurada, pero no por haber convencido a quienes le van a apoyar, no por permitir que expongan libremente sus aportaciones, no por la suma de sus ideas a las de él, no: la tiene asegurada porque la ha comprado a buen precio, un precio que ha sido impuesto por los partidos que van a firmar unos presupuestos y que él – tomando de su propia medicina – ha tenido que tragar. Naturalmente, Pedro aireará a los cuatro vientos que ese mantra de la unidad lo ha conseguido por su buena gestión y su capacidad de unir a partidos de distintas ideologías, callando el precio que todos los españoles deberemos pagar de nuestros impuestos. No hay tal unidad, sino un totum revolutum de intereses espurios que cada uno maneja en el patio de Monipodio en el que se ha convertido el Congreso, lugar en el que se maquinan los acuerdos para que cada partido, por mínimo que sea, tenga acceso a chupar de la vaca del Estado importándole nada a todos, grandes y pequeños, ver día a día, como esa vaca está más escuálida y famélica y cuyas ubres cuelgan resecas – solo la seguridad social tiene un desfase de 120.000 millones de euros – como uvas pasas.

Y Sánchez recorre los pasillos, despachos, salas y salones del Congreso; las radios, las cadenas de televisión, los diarios envuelto en su manto color azafrán, seguido de sus ministros, unos portando los palitos de incienso encendidos, otros tocando los crótalos y otros girando los molinillos recitando el mantra del momento: unidad, unidad, unidad y prometiendo, si se aprueban los PGE, una legislatura “larga y fructífera”; larga ya lo está siendo con el país colonizado por dos pandemias, la sanitaria y la económica y un gobierno asentado en la propaganda, en la manipulación y en la mentira. En cuanto a fructífera, deberá explicar Sánchez para quienes será fructífera, si para España y los españoles o para él, sus ministros, sus socios de todo tipo y los medios de comunicación afines. Lo que se vislumbra en el horizonte no es precisamente esperanzador en que sean buenos para España y los españoles; claro que con que sean fructíferos para el gobierno y adláteres, para ellos es suficiente.

LEER MÁS:  ¿Quién se acuerda de la mediana y pequeña empresa? Por Eloy R. Mirayo

Unidad, unidad, unidad…hasta el próximo mantra.

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REDACCIÓN
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De la factoría de ficción de la Moncloa capitaneada por Iván Redondo, ha salido el nuevo mantra de Sánchez: Unidad.

Busco en el DRAE la palabra unidad y en ninguna de sus nueve acepciones encuentro que la unidad sea sinónimo de imposición. Sánchez pide unidad y la pide por imposición, por pleitesía, por entrega a su mandato sin discusión alguna; la pide casi con violencia, la pide como rendición incondicional.

Es muy difícil que alguien consiga unidad para sus proyectos impidiendo que a los que les pide esa unidad, opinen libremente y puedan aportar sus ideas. Ustedes dirán que Sánchez va a conseguir esa unidad para aprobar los PGE, que ya la tiene asegurada, pero no por haber convencido a quienes le van a apoyar, no por permitir que expongan libremente sus aportaciones, no por la suma de sus ideas a las de él, no: la tiene asegurada porque la ha comprado a buen precio, un precio que ha sido impuesto por los partidos que van a firmar unos presupuestos y que él – tomando de su propia medicina – ha tenido que tragar. Naturalmente, Pedro aireará a los cuatro vientos que ese mantra de la unidad lo ha conseguido por su buena gestión y su capacidad de unir a partidos de distintas ideologías, callando el precio que todos los españoles deberemos pagar de nuestros impuestos. No hay tal unidad, sino un totum revolutum de intereses espurios que cada uno maneja en el patio de Monipodio en el que se ha convertido el Congreso, lugar en el que se maquinan los acuerdos para que cada partido, por mínimo que sea, tenga acceso a chupar de la vaca del Estado importándole nada a todos, grandes y pequeños, ver día a día, como esa vaca está más escuálida y famélica y cuyas ubres cuelgan resecas – solo la seguridad social tiene un desfase de 120.000 millones de euros – como uvas pasas.

Y Sánchez recorre los pasillos, despachos, salas y salones del Congreso; las radios, las cadenas de televisión, los diarios envuelto en su manto color azafrán, seguido de sus ministros, unos portando los palitos de incienso encendidos, otros tocando los crótalos y otros girando los molinillos recitando el mantra del momento: unidad, unidad, unidad y prometiendo, si se aprueban los PGE, una legislatura “larga y fructífera”; larga ya lo está siendo con el país colonizado por dos pandemias, la sanitaria y la económica y un gobierno asentado en la propaganda, en la manipulación y en la mentira. En cuanto a fructífera, deberá explicar Sánchez para quienes será fructífera, si para España y los españoles o para él, sus ministros, sus socios de todo tipo y los medios de comunicación afines. Lo que se vislumbra en el horizonte no es precisamente esperanzador en que sean buenos para España y los españoles; claro que con que sean fructíferos para el gobierno y adláteres, para ellos es suficiente.

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Unidad, unidad, unidad…hasta el próximo mantra.

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