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El Caudillo de España Francisco Franco y su esposa Carmen Polo, ganaban las indulgencias del Jubileo en la Catedral de Santiago de Compostela.
En noviembre de 1938, el Generalísimo Francisco Franco Bahamonde, conductor y jefe del bando Nacional, cuyo ejército, magistralmente dirigido por el propio Franco, había derrotado y diezmado al ejército rojo en la sangrienta y violenta batalla del Ebro, la más larga de la guerra de Liberación Española 1936-39 y que se había desarrollado en tierras aragonesas y catalanas, del 25 de julio al 16 de noviembre de ese año 1938, tras conquistar las tropas de la 84 división del Ejército Nacional, al mando del Coronel Galera, la sierra de Pandols.
Uno días después, concretamente el día 5 de diciembre, el invicto Caudillo realizaba un viaje desde Burgos a su tierra natal Galicia, concretamente a la provincia de La Coruña. Allí, en la ciudad de El Ferrol, había nacido Francisco Franco un 4 de diciembre de 1892.
El día anterior el Generalísimo Franco había presido en la catedral de Burgos la Santa Misa y los actos oficiales en honor a la Patrona del Arma de Artillería Santa Bárbara. En aquel acto Franco, dirigiéndose a los Artilleros, les había dicho. “Habéis superado todos mis cálculos y esperanzas, habéis rebasado con exceso, que produce asombro, lo que España y vuestro caudillo esperaba de vosotros. En el orden táctico, no solo puedo deciros con mi testimonio, sino con el de aquellos representantes de los ejércitos mejor organizados del mundo, que han visitado nuestros frentes y analizado nuestra acción artillera, que no podéis ser superados y que estáis en condiciones de resistir la comparación con los artilleros de las más alta técnica del mundo. En el orden técnico, yo afirmo que el día se sepa en detalle de vuestra labor, el mundo quedará asombrado y la Patria se sentirá orgullosa de vuestra labor abnegada e inverosímil, si se tiene en cuenta que no existía casi artillería en nuestra zona y que en breve espacio de tiempo se realizó el prodigio de dotar de armas y municiones a un Ejercito como nunca las tuvo España para una guerra en la que era forzoso llevar al máximo el desgaste bélico. La seguridad del triunfo adquirido la tuve cuando pulsé la intensidad, diligencia y perfección de vuestra labor que merece la más alta gratitud del Ejercito Nacional de España ¡Gracias Artilleros!”
Emprendido viaje Caudillo llegaba al Pazo de Meirás, en la madrugada del día seis de diciembre, acompañado por su esposa Carmen Polo y los ministros de Gobernación y Agricultura Ramón Serrano Suñer y Raimundo Fernández Cuesta. El motivo era, como un peregrino más, postrarse a los pies del Santo Apóstol Santiago, el amigo del Señor, con motivo del año Santo Compostelano, que había tenido lugar el año anterior y que la guerra de Liberación Española, encendida en diferentes frentes, había colocado en un segundo plano. A mayor abundamiento, ante la tragedia bélica en la que se hallaba inmersa España, el Papa Pío XI, prorrogaba por primera vez en la historia, el 18 de diciembre del año 1937, unos días antes del cierre de la Puerta Santa, el año Santo Jacobeo, a fin de mantenerlo durante todo el año de 1938. La feliz iniciativa había salido del Arzobispo de Compostela, arropado y apoyado por toda la curia española, doctor Muñiz de Pablos. Este justificaba tal medida como un hecho excepcional por la posibilidad de que pudiesen ganar el jubileo todas aquellas personas que no habían podido hacerlo en 1937, debido a los problemas derivados de la Guerra Civil, “sobre todo los que iban quedando libres del cautiverio y del horror de las hordas comunistas”. El Sumo Pontífice de Roma no vaciló en conceder la histórica prerrogativa. De esa forma, Francisco Franco, la espada más limpia del mundo, el soldado ejemplar que conducía a la España Católica, la tierra de la Virgen María, a la victoria contra los enemigos de la Fe y de la Patria, podía abrazar la imagen del Santo Adalid, Patrón de las Españas, orar ante sus restos y ganar de esa forma las gracias e indulgencias jubilares como era su ferviente deseo.
Tras un descanso breve de unas horas, el Generalísimo y su esposa, junto a los ministros de Gobernación y Agricultura, las primeras autoridades de La Coruña como el General Jefe de la Octava Región Militar, General Germán Gil Yuste, los gobernadores civil y militar de La Coruña, que conocieron la noticia de la llegada de Franco a primeras horas de la mañana, así como con la escolta de su séquito, salió del pazo de Meiras, en dirección a Santiago de Compostela, a las diez y media de la mañana de ese día 6 de diciembre.
Una salva de bombas de palenque, cuando el reloj de la Torre Berenguela marcaba las doce del mediodía, anunció a los compostelanos la llegada del Caudillo Franco. El comercio había cesado esa mañana su actividad y centenares de casas, galerías y balcones se veían orlados por Banderas Nacionales
El Caudillo, que vestía uniforme de Capitán General con capote de guerra, a su llegada fue recibido por el alcalde de Santiago, el señor Marques de Figueroa; Comandante Militar y otras autoridades locales. El Generalísimo pidió realizar los últimos metros de camino hacia la catedral a pie. En la plaza del Toral, Rúa del Villar y Plaza de Platerías, se había congregado una ingente multitud, con destacada presencia de miembros de FET y de las JONS, Falanges juveniles de Franco y Sección Femenina, todos ellos vestidos de uniforme con camisa azul, que aclamó de forma delirante al Generalísimo a su paso por esas calles.
A la puerta de Platerías esperaba el Arzobispo de Santiago Doctor Muñiz de Pablos, revestido de pontifical. Junto a él el cabildo y la cruz alzada. El Arzobispo ofreció al Caudillo y a su esposa agua bendita, accediendo de seguido a la majestuosa catedral bajo palio, dirigiéndose hacia el Altar Mayor, donde Franco se arrodilló y oró durante unos instantes ante la imagen del Apóstol Santiago.
De seguido bajó a la Cripta donde se venera el sepulcro del Evangelizador de España. Allí, en aquel pequeño lugar, frente al arca de Plata que contiene los restos de Señor Santiago, el Caudillo, su esposa, los ministros de Gobernación y Agricultura el General de la División Orgánica, los gobernadores Civil y y Militar, el alcalde de Santiago, el presidente de la Diputación Provincial y los ayudantes de Servicio del propio Caudillo, escucharon la Santa Misa que fue oficiada por el Arzobispo santiagués.
El Caudillo de España Francisco Franco, ante la imagen del Apóstol Santiago, Patrón de España.
Finalizado el Santo Sacrificio de la Misa, el Caudillo, su esposa y autoridades, precedidos por el cabildo catedralicio, regresaron al Altar Mayor. El Caudillo, antes de situarse en un sillón al lado del Evangelio, acompañado por el Arzobispo Muñiz subió al camarín del Apóstol para darle el tradicional abrazo a su imagen. Tras el abrazo, el Caudillo encendió una lámpara que desde 1512 lucía cerca del Altar en sufragio del Gran Capitán Gonzalo Fernández de Córdoba, realizada con la fundición de varias armas que el propio Gran Capitán poseía. La luz de la lámpara, que se llamaría desde ese instante “Lámpara votiva de los Caídos” sería en memoria eterna de cuantos dieron su vida por Dios y por España. A continuación y con el Caudillo ya situado de nuevo en su sitial preferente en el Altar Mayor, el Deán de la catedral rezó un responso por todos los Caídos en la Guerra de Liberación. Concluido este, el gran Botafumeiro impregnó con su aroma las grandes naves de la Catedral, mientras sonaba el Himno al Apóstol, que fue entonado por miles de personas que abarrotaban el templo.
Una vez finalizado el oficio religioso, el Generalísimo Franco y su esposa, salieron al exterior por la puerta principal de la Catedral de la plaza del Obradoiro. Allí miles de personas entonaron el Cara al Sol, dando el Caudillo los gritos de ritual. Los aplausos y vítores durante largo rato hasta que el Caudillo abandonó la escalinata principal de la catedral, trasladándose se seguido al palacio Episcopal, donde le serían impuestas las insignias de presidente de honor de la Archicofradía del Glorioso Apóstol Santiago.
Alrededor de la una y media de la tarde el Caudillo abandonó el palacio Episcopal. La plaza de Maria Inmaculada y sus alrededores, junto a la puerta de Azabachería de la Catedral compostelana, se hallaban tomados por miles de ciudadanos que despidieron al Caudillo con enormes aclamaciones y vítores. Ante ello, el Caudillo solicitó a su escolta que deseaba ir a pie por varias de las calles del centro histórico de la incomparable ciudad. Así se hizo y Franco recorrió las rúas, entre impresionantes muestras de adhesión y cariño con incesantes gritos de ¡Franco! ¡Franco!
En la plaza de Galicia, ante el Hotel Compostela y el elegante edificio de estilo modernista de la empresa de autobuses Castromil -lamentablemente desaparecido a finales de 1975, una auténtico crimen urbanístico y arquitectónico -, el Caudillo se despidió de las autoridades, subiendo a su vehículo oficial y abandonando Compostela en aquella jornada histórica.
Centenares de falangistas saludan, brazo en alto, el saludo hispano por excelencia, al Caudillo de España Francisco Franco, en la plaza compostelana de las Platerías.
En el trayecto hacia su residencia del Pazo de Meirás, concretamente en el Puente del Pasaje, una enorme multitud llegada desde La Coruña y lugares cercanos, en tranvías, autocares y coches particulares, que llevaban varias horas esperando, tributó al Caudillo un inesperado y apoteósico recibimiento. Numerosas centurias de Falange Española Tradicionalista y de las JONS, Sección Femenina, Cadetes y Balillas de las Falanges Juveniles de Franco y damas enfermeras se hallaban formadas. El Caudillo ordenó detener la comitiva y se apeó del vehículo. Pasó revista a las centurias y saludó a numerosas personas, entre a la insigne escritora Sofía Casanova, con la que intercambió varias frases en idioma gallego.
Entre vítores, aplausos y aclamaciones, continuo viaje hacia el Pazo de Meirás. Allí y tras un almuerzo íntimo, a la tarde dio comienzo la recepción oficial. El Caudillo situado en el salón azul de las Torres de Mieras, recibió a las primeras autoridades militares y civiles; Mandos de la guarnición de La Coruña; Diputación Provincial, Corporaciones Municipales de La Coruña, y Sada; Consejos Provincial y Local del Movimiento; Representaciones de organismos oficiales y privados; Cámaras de Comercio y propiedad; Colegios profesionales. Igualmente se hallaban presentes la hija y nuera de Doña Emilia Pardo Bazán, Nieves Blanca Quiroga Pardo Bazán, marquesa viuda de marqués de Cavalcanti, y Manuela Esteban Collantes, viuda del conde de Torre de Cela Jaime Quiroga Pardo Bazán, asesinado, junto a su hijo de diecinueve años en el Madrid rojo y frente populista, en agosto de 1936, por milicianos marxistas.
Tras el paso de todas las comisiones invitadas a la recepción, el Caudillo Franco recibió al Guardia Civil ciego y mutilado Julián Lillo, defensor del Alcázar de Toledo. Junto a su lazarillo, una joven enfermera, se acercó al Caudillo, quien le estrechó la mano y abrazó de forma muy emotiva.
El final de la recepción lo constituyó la entrega por parte de la Junta Pro Pazo de Meirás de dos pergaminos en los que se hacía constar el obsequio al caudillo del Pazo de Meiras por parte de los 93 ayuntamientos de la Provincia de La Coruña.
En ese año de 1938, un grupo de notables coruñeses, entre los que se encontraban entre otros, Pedro Barrié de la Maza; el Gobernador civil de La Coruña, Julio Muñoz de Aguilar; Alfonso Molina, Fernando Álvarez de Sotomayor, José Luis Bugallal, José María Rivero de Aguilar, Marchesi, José Casteleiro y Joaquín Barcia, deciden formar una comisión Pro Pazo de Meirás a fin de comprar el pazo a la familia Pardo Bazán y regalárselo a Franco, a través de una suscripción popular, haciendo suya una idea de un recordado alcalde de la Coruña, Manuel Casás, quien dijo acerca de la donación de La Coruña del pazo de Meirás a Franco: “Ese refugio tranquilo del Jefe del Estado hará que La Coruña y su provincia serán recompensadas con multitud de ventajas y hará menor el sacrificio que se impongan para la adquisición del Pazo”. Tan solo participarán en dicha suscripción los noventa y tres ayuntamientos de la provincia de La Coruña, donde se venderán vales de una, dos cincuenta, cinco y siete cincuenta pesetas. Se dijo, aunque no existe documentación alguna para refrendarlo, que para la ayuda a esa comisión pro Pazo, se detrajo un día del salario a los funcionarios públicos. Una vez realizado el arqueo y ante la falta de una cantidad para completar el montante de la operación, Pedro Barrié de la Maza pondrá el resto del dinero. En cuanto se cerró la operación de compra venta hay controversia, unos hablan de 406,346 pesetas y otros de casi 600.000 mil pesetas.
En el otro pergamino, realizado por el arquitecto González del Villar, y que decía textualmente:” En el día veintiocho de marzo de nuestro segundo Año Triunfal, año del Señor de Mil Novecientos Treinta y Ocho, la Ciudad y Provincia de La Coruña hicieron la ofrenda-donación de las Torres de Meirás al fundador del nuevo Imperio, jefe del Estado, Generalísimo de los Ejércitos y Caudillo de España Francisco Franco Bahamonde.
Galicia que le vio nacer, que oyó su voz el dieciocho de julio, que le ofreció la sangre de sus hijos y el tesoro de sus entrañas, que le siguió por el camino del triunfo en la unidad, grandeza y libertad de la Patria, asocia en esta fecha y para siempre el nombre de España a su solar, en tierras del Señor San Yago como una gloria más que añadir a su historia”, estampó también su firma escribiendo: “Lo acepto” y a continuación “Francisco Franco Bahamonde. Pazo de Meirás 5-12-1938. III Año Triunfal.”
Primera visita del Caudillo de España Francisco Franco y su esposa al Pazo de Meirás.
En uno de ellos, dibujado artísticamente por el pintor José Seijo Rubio, el Caudillo estampó de su puño y letra: “Acepto el obsequio gustoso, por venir de una donación de mis queridos paisanos”.
El Caudillo agradeció el obsequio, al igual que agradeció a Doña Blanca Quiroga Pardo Bazán viuda del Marques de Cavalcanti, el regalo de la biblioteca de su difunta madre Doña Emilia Pardo Bazán. Franco, en breves palabras, señaló su admiración por los soldados gallegos, que se batían bravamente en los frentes, al igual que su preocupación por los intereses y necesidades de su tierra querida, para que fuesen atendidos en la justa correspondencia de la contribución de Galicia al triunfo del Movimiento.
A continuación, en los jardines del Pazo se sirvió una merienda a todos los invitados. Aquella jornada se cerraría con una cena de carácter íntimo en al que el Caudillo y su esposa Carmen invitaron a los ministros de la Gobernación y Agricultura.
Uno días después el Generalísimo enviaría un telegrama al Gobernador Civil de la Coruña, Julio Muñoz de Aguilar, donde le rogaba que hiciera presente a los vecinos de la provincia de la Coruña su agradecimiento por sus manifestaciones de cariño y adhesión que en todas parte le tributaron, enviándoles un afectuoso saludo.
PD: El diario La Voz de Galicia, que se ha distinguido en estos últimos meses, sobre todo desde el verano del alo dos mil veinte, en sus desaforados ataques a la familia Franco, como ayuda pesebrera y cazista a los indignos gobernantes y jueces que perpetraron el descarado e impresentable robo del pazo de Meirás, saludaba en su portada del martes día 6 de diciembre de 1938, la presencia del Caudillo de España, Francisco Franco en Galicia con estas palabras:” El Caudillo se ha presentado de improviso en su pazo de las Torres de Meirás con su esposa y con los ministros de Gobernación y Agricultura. Ha llegado como decimos sin previo aviso, como quien viene a su tierra y a su casa. Y desde el Pazo a Santiago, a postrarse a los pies del Apóstol y ganar el jubileo que era deseo ferviente del Caudillo.”
“Pocas veces se podrá decir que ha surgido tan espontáneamente una manifestación indescriptible de cariño y de adhesión, sin la menor noticia previa. Bastó que trascendiera en la mañana de ayer, para que inmediatamente el Puente del Pasaje fuera un hervidero de gente ávida de vitorear al Caudillo insigne cuando este regresaba de Santiago.”
“Galicia en general y la Coruña en particular, rebosan satisfacción y agradecimiento al Generalísimo, en plena tarea de soldado y de gobernante se desplaza del centro de sus actividades para pasar unas horas en su amada tierra de Galicia y en su pazo de Meirás.”
“Pues en pocas palabras, Galicia y la Coruña dicen que este rasgo lo llevarán siempre grabado en el corazón. Y que hacen votos fervientísimos para que en breve, reconquistada ya España para Dios, para el Imperio y la Revolución Nacional, las torres de Meirás-de las que el Caudillo se despedirá ahora con nostalgia- sean el regazo amoroso donde el triunfador repose de las emociones y las fatigas de la Guerra. La Voz de Galicia así lo desea también, de todo corazón, en estos momentos de júbilo y de honor para Galicia y para la Coruña.”
Sin comentarios ¡Malditas Hemerotecas!
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