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Uno de los personajes más interesantes y denostados por el catalanismo, de la historia de Cataluña y de España del siglo XV, es la reina Juana Enríquez, madre de Fernando el Católico. La historiografía catalanista la ha presentado siempre como una terrible y dañina enemiga de Cataluña, hasta que el gran historiador catalán de mediados del siglo XX, Jaime Vicens Vives puso las cosas en su lugar. No obstante incluso hoy los nacionalistas catalanes siguen mostrando hostilidad por ella, por su marido, el rey Juan II de Aragón y más veladamente por su hijo Fernando el Católico.

Juana Enríquez, nacida en Medina de Rioseco, en 1425 fue la segunda esposa de Juan II de Aragón. Fue famosa por su genio fuerte y su carácter, por su belleza y su capacidad política. Mantuvo fuertes enfrentamientos con la Generalidad catalana de la época, cuya intención de de anular por completo el poder real en Cataluña acabó llevando a una guerra abierta y al intento, finalmente fracasado de los políticos catalanes de la época de separar Cataluña de la Corona de Aragón.
 
Juana Enríquez era esposa de Juan II de Aragón y de Navarra, una figura formidable y decisiva de la historia de España, tanto que algún historiador le ha llamado «padre de España». Juan II era miembro de la dinastía castellana de los Trastamara, que también gobernaba en Castilla. La ambición de Juan II, como subraya Vicens Vives, su mejor biógrafo, siempre fue gobernar Castilla y toda España. No llegó a conseguirlo pero de alguna forma lo logró en su hijo Fernando el Católico que se casaría finalmente con Isabel de Castilla, la reina Católica.

Juan II, mantuvo de joven fuertes guerras civiles en Castilla contra su pariente Juan II ( pero de Castilla) y su poderoso primer ministro Álvaro de Luna. Finalmente Juan II de Aragón no consiguió su objetivo de lograr el trono castellano y tuvo que resignarse a ser rey «solo» de Navarra y de Aragón, pero nunca olvidó su objetivo de reinar también en Castilla. Tuvo una primera esposa, Blanca de Navarra, y cuando ésta murió se casó en 1444 con la princesa castellana Juana Enríquez, de 19 años,  que procedía de un poderoso clan nobiliario descendiente de los reyes de Castilla por vía bastarda.
 
Juan II de Aragón había tenido un hijo, con su esposa Blanca llamado Carlos, conocido como Carlos de Viana, o «príncipe de Viana (título de los herederos de Navarra) pero con su segunda esposa, Juana Enríquez tuvo a Fernando, el futuro Fernando el Católico.
 
La vida de Juan II se convirtió en una tragedia personal cuando tuvo que enfrentarse con su propio hijo Carlos, de carácter voluble y ambicioso, que intentó arrebatar  a su padre el trono de Navarra y de Aragón. Carlos de Viana se convirtió en un aliado de la Generalidad catalana, que pretendía despojar al rey Juan II de todo poder en Cataluña. Carlos de Viana se alió con el llamado partido de la «Biga», que representaba a la aristocracia catalana y que gobernaba la Diputación o Generalidad y estaba enfrentado a su vez al partido de la «Busca», que representaba a la pequeña burguesía, el cual apoyaba al rey, dado que la «Busca» se hallaba excluida del poder en Cataluña.
 
Toda esta situación explosiva acabó convirtiéndose en un abierta guerra civil, después de que Juan II, ordenara la detención de su hijo Carlos, a petición de su esposa Juana, madrastra de Carlos (aunque de hecho era más joven que él) y de que Juan II y Juana intentaran designar a su hijo Fernando heredero de la corona de Aragón. Carlos fue puesto en libertad por la presión de los diputados catalanes pero poco después murió de muerte natural ya  que siempre había sido de naturaleza débil, en septiembre de 1461.
 
La Generalidad catalana acusó entonces al rey y a su esposa de haber asesinado a Carlos (lo que era falso). Entonces la reina Juana Enríquez intentó derrocar a los dirigentes de la Generalidad en alianza con el partido de la Busca, a quien los oligarcas de la Generalidad negaban el poder pese a que la Busca había ganado las elecciones municipales (por procedimiento de insaculación y sorteo).
 
Los miembros de la Busca fueron encarcelados por la Generalidad y en ese momento la reina Juana decidió huir de Barcelona con su hijo Fernando de 10 años y refugiarse en Gerona donde la reina tenía aliados nobiliarios. Juana Enríquez y su hijo Fernando soportaron el bombardero de Gerona por las fuerzas de la Generalidad, en lo que ya era una guerra abierta.
 
La Generalidad se rebeló abiertamente e intentó ofrecer la Corona de Aragón , aunque sólo fuera en la práctica sobre Cataluña, (ya que Aragón y Valencia apoyaron a Juan II), a diversos reyes, primero al rey Enrique IV de Castilla, enemigo de Juan II, pero el apoyo de éste duró poco y entonces se la ofreció al príncipe Pedro de Portugal y cuando éste murió, al príncipe francés Renato de Lorena, con lo cual Cataluña hubiera pasado de hecho a formar parte de Francia, cuyo rey Luis XI, ambicionaba dominar Cataluña.

La guerra duró 10 años y fue muy sangrienta. Juan II, Juana Enríquez que ayudó hábilmente a su marido, y su hijo Fernando se vieron en grandes dificultades pero se apoyaron en los remensas o campesinos catalanes que vivían en una terrible esclavitud respecto a la aristocracia catalana que gobernaba la Generalidad. Este aspecto siempre es olvidado o relativizado por los autores nacionalistas catalanes, que tratan a los remensas como traidores, sobretodo a su enérgico líder militar Francesc Verntallat, estrecho aliado de los reyes (a quien los nacionalistas consideran un bandolero).
 
Juana Enríquez murió de cáncer en 1468 en Tarragona. Tenía 43 años. Juan II que la amaba profundamente, quedó desolado. La causa del rey parecía arruinada y Cataluña definitivamente perdida pero justo entonces el siempre hábil y astuto Juan II logró su mayor éxito diplomático que cambió toda la situación: el matrimonio de su hijo Fernando con la princesa Isabel de Castilla, que suponía la alianza y el principio de la unión definitiva entre Castilla y Aragón. Este hecho obligó a Francia a retirarse de la guerra, aunque quedándose con el Rosellon y la Cerdaña (que serían recuperadas por Fernando el Católico en 1493).
 
Finalmente los rebeldes catalanes fueron rindiéndose y en 1472 se alcanzó la paz. La Generalidad se rindió y volvió a reconocer a Juan II como rey y a su hijo Fernando cómo heredero. A cambio  Juan II se comprometió a respetar los fueros y privilegios de Cataluña y sus instituciones.
 
Más tarde en 1486 Fernando el Católico liberaría definitivamente a los remensas catalanes, por la llamada Sentencia de Guadalupe (porque se promulgó allí, en Extremadura) en agradecimiento a su apoyo durante la guerra.
 
Para entonces, hacia 16 años que había muerto Juana Enríquez, la reina que plantó cara a la aristocracia catalana.

Autor

Rafael María Molina
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