23/11/2024 14:31
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«Señores, para poder entender lo que fue aquel 18 de julio de 1936 hay que haberlo vivido. Porque hay cosas que no pueden contarse y situaciones indescriptibles. Se puede describir un terremoto, un naufragio, un incendio, un crimen, una muerte y, en general, todos los fenómenos de la naturaleza, por extraños que sean… Séneca pudo describir, incluso, el nacimiento del Ave Fénix y Cervantes la lucha desigual entre un caballero andante y un molino de viento…
Pero, aquello…, ¡no hay palabras para describirlo! ¿Cómo? ¿Cómo poder situar al lector en aquel ambiente de los meses que preceden a la tragedia…?

¿Qué palabras se pueden emplear para describir la locura colectiva de un pueblo decidido a matar o morir? ¿Y cómo explicar esa locura que llevó a enfrentar hermanos con hermanos, padres con hijos, hijos con padres, amigos con amigos, novios y novias, maridos y mujeres, niños y niñas, vecinos y compañeros…? Así que no os engañéis: ¡aquello sólo podemos entenderlo  los que lo vivimos y lo sufrimos…! ¡Dios, qué horror, qué inmenso horror!»

Sí, así comenzaba -y comienza- un texto original inédito de mi viejo y admirado profesor don Mariano, que guardo y conservo como recuerdo imperecedero de mis años de bachillerato. Algún día ese texto verá la luz, aunque sólo como homenaje de gratitud a quien me habló por primera vez de los horrores de la Guerra Civil en uno y otro bando. Entonces -cuando aquel viejo profesor represaliado por el régimen nacido de la Victoria del 39 simplemente por el hecho de haber permanecido en Madrid durante los tres años de guerra- ni yo ni mis compañeros nos tomábamos en serio sus espeluznantes relatos ni las «batallitas» que nos contaba.

Pero, ahora viendo ya el comportamiento actual e intuyendo su programa de futuro del nuevo «Frente Popular» que ha ocupado la Moncloa (con intención de no dejarla jamás) hay que comenzar a tomarse en serio lo que fue «aquello». Porque por el camino  que vamos, o que nos llevan, no sería extraño que se repitiera la Historia.

Leamos lo que dijo Gil Robles, el líder de la CEDA, en su último discurso en las Cortes:

 

Gil Robles, el líder de la CEDA

«Desengañaos, Señores diputados; una masa considerable de opinión española, que por lo menos es la mitad de la nación, no se resigna a morir, yo os lo asegura. Si no puede defenderse por un camino se defendera´por otro. Frente a la violencia y el Poder público tendrá el triste papel de espectador de una contienda ciudadana en la que se va a arruinar material y espiritualmente la nación. La guerra civil la impulsan, por una parte la violencia de aquellos que quieren ir a la conquista del Poder por el camino de la revolución; por otra parte la está mimando, sosteniendo y cuidando la apatía de un Gobierno que no se atreve a volverse contra sus auxiliares que tan cara cobran la ayuda. Su señoría va a traer unos proyectos que significan el responso del sistema parlamentario. Yo creo que S.S. va a tener dentro de la República otro sino más triste, que es el de presidir la liquidación de la República democrática… Cuando la guerra civil estalle en España, que se sepa que las armas las ha cargado la incuria de un Gobierno que no ha sabido cumplir con su deber frente a los grupos que se han mantenido dentro de la más estricta legalidad. Dispuestos a toda clase de sacrificios, incluso el de nuestra desaparición -dice Gil Robles, no aceptaremos la eliminación cobarde, entregando el cuello al enemigo: es preferible saber morir en la calle a ser atropellado por cobardía.»

 

¿Y fuera? ¿Qué pasaba en los campos y en las ciudades de España…? ¿Qué podía pasar si las cárceles se habían abierto de par en par, no había autoridades y en las calles imperaba el odio más rastrero y la venganza personal? ¿Qué podía en un país dónde se había implantado la «Ley del Talión» en alternativa con «la ley del más fuerte»?

 

Y por si fuera poco, la coalición triunfante -a pesar de todo- del «Frente Popular» se carga al Presidente de la República, don Niceto Alcalá-Zamora (el 7 de abril), en un acto de fuerza que sorprende a  propios y extraños. ..y de inmediato es elegido nuevo Presidente «el hombre de la República», Don Manuel Azaña. Pero, incluso antes, el 21 de febrero y por Decreto, cambia toda la cúpula de mando del ejército para situar en los puestos clave a los generales más republicanos y más de izquierdas (Naturalmente, al primero que cesa es a Franco, que de ser Jefe del Estado Mayor Central lo manda a Canarias….Y Goded a Baleares… y Mola a Pamplona).

Por cierto que fueron muy comentadas las despedidas de Franco del Presidente de la República,  todavía Alcalá Zamora, y del Presidente del Gobierno, todavía Azaña. Al parecer, en un momento dado se cruzaron estas frases entre el primero y Franco:

ALCALÁ-ZAMORA: No se preocupe, mi general, porque en España nunca habrá comunismo…

FRANCO: Eso no lo sé, señor Presidente. De lo que sí estoy seguro es que allí donde yo esté no lo habrá.

 

Y con el segundo éstas:

FRANCO: Señor Presidente, creo que no es acertado el alejarme en estos momentos de Madrid. Yo estoy seguro de que aquí podría se más útil al Gobierno y al Ejército.

AZAÑA: (pensando en algo que el general no ha dicho, pero que está en el ambiente): General, váyase tranquilo. Yo no temo a las sublevaciones… Lo de Sanjurjo lo supe y pude evitarlo, pero preferí verlo fracasar. La República sabrá siempre defenderse de sus «amigos» y de sus «enemigos».

 

Franco y Azaña

Sin embargo el ambiente está tan enrarecido y el «ruido de sables» tan extendido que el Gobierno se ve obligado a hacer pública una nota, en la que, entre otras cosas, se dice:  «Han llegado a conocimiento del Ministerio de la Guerra ciertos rumores que al parecer circulan insistentemente acerca del estado de ánimo de la oficialidad y clases del Ejército. Estos rumores, que desde luego se pueden calificar de falsos y desprovistos de todo fundamento, tienden, sin duda, a mantener la inquietud pública, a sembrar animosidades contra las clases militares y a destruir la disciplina del Ejército.

            El Ministerio de la Guerra -sigue diciendo la sorprendente nota oficial- se honra en hacer público que toda la oficialidad y clases del Ejército español, desde los empleos más altos a los más modestos, se mantienen dentro de los límites de la más estricta disciplina, dispuestos en todo momento al cumplimiento exacto de sus deberes y -no hay que decirlo- a acatar las disposiciones del Gobierno legalmente constituido.

            Lo que sí es cierto, y el Ministerio de la Guerra quiere hacerlo constar, es que el Gobierno de la República ha tenido conocimiento, con dolor e indignación, de injustas agresiones de que han sido objeto algunos oficiales del Ejército.

             Los militares españoles, modelos de abnegación y de lealtad, merecen de todos sus conciudadanos el respeto, el afecto y la gratitud que se deben a quienes han hecho en servicio de la Patria y de la República la ofrenda de su propia vida, si la seguridad o el honor nacional lo exigen. Alejados de toda lucha política, fieles servidores del Poder constituido y garantía de obediencia a la voluntad popular, todos los componentes de las fuerzas armadas de la nación deben ser considerados por sus conciudadanos el sostén más firme del Estado republicano, y sólo un tortuoso y criminal deseo de socavarlo puede explicar puede explicar las ofensas y los ataques verbales y escritos que hayan podido dirigírseles.» 

 

Y así se llega a la encrucijada vital: el 18 de julio de 1936.

¿Qué hacen ante la encrucijada de tener que elegir, entre los Hunos y los Hotros, los generales del ejército? ¿Cómo se comporta en general el ejército? De entrada digamos que en ese momento los «Oficiales Generales» que había en activo era: 

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3 Tenientes generales

24 Generales de división

58 Generales de brigada

En total: 85 generales

Naturalmente, a estos generales del ejército de tierra hay que sumar 5 de la Guardia Civil, 2 de Carabineros 1 del Cuerpo Jurídico Militar, 4 de Intendencia, 2 de Intervención, 4 de Sanidad, y 1 de Inválidos.

Y estaban, además, los generales de la «primera reserva» (13), los de la «segunda reserva» (310), «asimilados» (77) y los «Honorarios» (329)…, que, salvo excepciones no contaron a la hora de la verdad.

Y ahora vayamos ya a los 4 días  decisivos que duró lo que en un principio iba a ser un «golpe militar» o un «alzamiento»: contra el Gobierno de la República (que no contra el Estado): el 17, 18, 19 y 20.

Sin embargo, y para que el lector no se pierda, vamos a seguir la cadena de mandos y de arriba abajo. O sea, veamos qué hicieron o qué postura adoptaron los generales de la cúpula militar.

 

 

En resumen: de los «Oficiales generales» que viven los días clave del «Alzamiento» del 18 de julio de 1936, el mayor porcentaje no se subleva y permanece con la República.

(También hubo algunos casos curiosos. Por ejemplo, el del general Paxot, en Málaga que en un principio se sublevó y luego se volvió atrás, y el del general García Aldave, en Alicante, que se declaró neutral y fue fusilado. Y casos curiosos fueron también los de los generales Eugenio Espinosa de los Monteros y Abilio Barbero Saldaña que se pasaron de la zona republicana a la nacional, y el de García Gómez Caminero y Rafael Rodríguez Ramírez que, por el contrario, se pasaron de la zona nacional a la republicana).

Y ahora vayamos con los «resultados» trágicos de aquella encrucijada vital, que fueron:

15 generales fusilados en la zona republicana:

Francisco Paxot Madox, Joaquín Fanjul Goñi, Manuel Goded Llopis, José García-Aldave, José Boch Atienzas ,Gonzalo González de Lara, Joaquín Fanjul Goñi, Jacinto Fernández Arpon, Rafael Villegas Montesinos, Osvaldo Capáz, Emilio Araujo, Justo Legorburu, Álvaro Fernández Burriel, Ángel Miquel y Eduardo López Ochoa.

General José García-Aldave

Y 6 fusilados en la zona nacional:

Domingo Batet, Campins, Caridad Pita, Núñez del Prado, Romerales y Salcedo

General Domingo Batet, abuelo de la actual Presidenta del Congreso Meritxel Batet

Y ahora biografía de los fusilados:

Francisco Patxot Madoz ( 22 de enero de 1876 – Málaga22 de agosto de 1936) fue un militar español. Era general de brigada y estaba al mando de la 4.ª Brigada de Infantería de la Segunda División Orgánica, con sede en Málaga, cuando se produjo la sublevación militar que originó la Guerra Civil Española. Su actitud indecisa al frente de la sublevación en Málaga causó su fracaso, y la ciudad quedó en manos de la República. Fue encarcelado y, como represalia por un bombardeo aéreo, «sacado» de la cárcel y fusilado.

Joaquín Fanjul Goñi (Vitoria, 30 de mayo de 1880 – Madrid, 17 de agosto de 1936) fue un militar y abogado español. Veterano de las campañas de Cuba y Marruecos, llegó a ser diputado en Cortes en varias ocasiones. Durante la dictadura de Primo de Rivera alcanzó el rango de general. Miembro destacado de la Unión Militar Española (UME), estuvo implicado en varias conspiraciones militares contra la Segunda República. Al comienzo de la Guerra civil fue uno de los líderes de la sublevación militar en Madrid. Capturado por las fuerzas republicanas, sería juzgado, condenado a muerte y fusilado.

General Fanjul

Manuel Goded Llopis (San Juan de Puerto Rico, 15 de octubre de 1882 – Barcelona, 12 de agosto de 1936) fue un militar español que participó en la Guerra del Rif y al comienzo de la Guerra Civil Española. La mañana del 19 de julio de 1936, tras haberse producido la sublevación de algunas guarniciones militares, Goded declaró el estado de guerra y sublevó el archipiélago. En poco tiempo logró hacerse con el control de las islas de Mallorca e Ibiza, sin mucha dificultad. Tal y como se había acordado, Goded marchó hacia Barcelona en un hidroavión —escoltado a su vez por una escuadrilla de hidroaviones— para dirigir la sublevación militar de Barcelona. Tras llegar a Barcelona, Goded logró destituir y arrestar al general Francisco Llano de la Encomienda, comandante de la IV División Orgánica, pero fracasó en su intento de tomar el control de la ciudad. Su voz se oyó en toda España y dio ánimos a los partidarios de la República en el resto del país. Poco después fue llevado al barco-prisión Uruguay junto a otros rebeldes capturados, donde quedó encarcelado. El 11 de agosto de 1936, acusado de traición, fue juzgado por un consejo de guerra y condenado a muerte.

General Goded

José García-Aldave Mancebo (10 de febrero de 1876 – 13 de octubre de 1936) fue un militar español. En julio de 1936 se encontraba destinado en Alicante como comandante militar de la plaza y al frente de la 6.ª Brigada de Infantería, perteneciente a la III División Orgánica. Al estallido de la Guerra Civil, García-Aldave no se sublevó contra el gobierno, pero mantuvo una posición indecisa frente a la rebelión militar. Ordenó a las tropas bajo su mando que se acuartelaran, aunque permitió el envío de una columna para combatir a los sublevados en Almansa. García Aldave se mantuvo indeciso y a la espera de lo que decidiera el comandante de la III División Orgánica, el general Fernando Martínez-Monje Restoy. Cuando el 20 de julio se reunió con el presidente de las Cortes, Diego Martínez Barrio, le manifestó que era fiel a la República pero que nunca se pondría frente a sus «hermanos de armas».Finalmente, el 23 de julio, ante su actitud dudosa, las autoridades republicanas destituyeron a García-Aldave y lo recluyeron en el Hotel Samper junto a otros oficiales sospechosos. García-Aldave fue juzgado por un tribunal, condenado a muerte y fusilado el 13 de octubre de 1936.

José Bosch Atienza (1872-1936) fue un militar español. Nació el 21 de noviembre de 1872. Ingresó en la Academia General Militar de Toledo el 29 de octubre de 1890, escogiendo el Arma de Ingenieros. Tomó parte en la Guerra del Rif, donde obtuvo varias condecoraciones por diversas acciones de guerra. Tras ser ascendido a coronel pasó a mandar el Regimiento de Ferrocarriles. Ascendió al rango de general de brigada el 3 de junio de 1934.2 En enero de 1936 fue nombrado comandante militar de Mahón, en sustitución del general Fernández Burriel.

General Bosch

Al igual que el comandante de la base naval de Mahón, el contraalmirante Luis Pascual de Pobil, el general Bosch estaba comprometido en el Alzamiento contra la República. La mañana del 19 de julio el general Goded, comandante general de Baleares, sublevó a las fuerzas militares del archipiélago. Unas horas después, el general Bosch, declaró el estado de guerra en Mahón y se sublevó a su vez. Estaba previsto que se trasladara a Palma de Mallorca en submarino. Sin embargo, pronto se vio sitiado por los partidarios de la República, y tras el fracaso de la sublevación en Barcelona, fue detenido. Sería condenado a muerte junto a otros oficiales rebeldes.

Gonzalo González de Lara (8 de octubre de 1874-22 de julio de 1936) fue un militar español. A las diez de la noche del 17 al 18 de julio, siguiendo instrucciones del Gobierno, el general Domingo Batet ordenó el arresto y destitución de González de Lara, siendo sustituido en el mando de la brigada por Julio Mena Zueco. Posteriormente fue conducido a la prisión de Guadalajara. Después de producirse la sublevación de varias guarniciones militares, el 20 de julio se sublevó la guarnición de Guadalajara, bajo las órdenes de Rafael Ortiz de Zárate. El comandante Ortiz de Zárate liberó de la prisión de Guadalajara a varios militares detenidos, entre otros González de Lara, que se convirtió en el jefe local de los rebeldes. Tras el fracaso de la sublevación en Madrid, partieron hacia Guadalajara varias columnas de milicianos, policías y guardias civiles al mando del coronel Ildefonso Puigdendolas. El 22 de julio las fuerzas republicanas lograron derrotar a los sublevados y reconquistar la ciudad tras una breve pero intensa lucha. González de Lara murió arrastrado y tiroteado por un grupo de milicianos.

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General Gonzalo González de Lara 

Joaquín Fanjul Goñi (Vitoria, 30 de mayo de 1880 – Madrid, 17 de agosto de 1936) fue un militar y abogado español. Veterano de las campañas de Cuba y Marruecos, llegó a ser diputado en Cortes en varias ocasiones. Durante la dictadura de Primo de Rivera alcanzó el rango de general. Miembro destacado de la Unión Militar Española (UME), estuvo implicado en varias conspiraciones militares contra la Segunda República. Al comienzo de la Guerra civil fue uno de los líderes de la sublevación militar en Madrid. Capturado por las fuerzas republicanas, sería juzgado, condenado a muerte y fusilado.

Jacinto Fernández Arpón (1876-1936) fue un militar español. En julio de 1936 formaba parte de la conspiración militar contra el gobierno de la República y era decididamente partidario de la sublevación. La mañana del 19 de julio, tal y como estaba acordado y después de que la guarnición de Barcelona se hubiera sublevado, Fernández Arpón subleva a la guarnición de Gerona. Sin embargo, a lo largo del día las noticias del fracaso de la intentona en Barcelona desalientan a los conspiradores, muchos de los cuales huyen a Francia o se esconden. Fernández dio orden a las tropas de volver a sus cuarteles, momento en el que numerosos soldados desertaron y huyeron por las calles. Fue capturado por las fuerzas republicanas y trasladado a Barcelona. Internado en el barco-prisión Uruguay, el buque fue asaltado por milicianos en una respuesta de revuelta por un ataque fascista y Fernández Ampón fue fusilado junto a otros detenidos derechistas en los fosos del castillo de Montjuic.

Rafael Villegas Montesinos (Córdoba, 1875 – Madrid, 23 de agosto de 1936) fue un militar español. El 8 de marzo de 1936 asiste en Madrid a una reunión convocada por el general Mola en casa del oficial en la reserva y en la que participaron varios oficiales de alto rango. En aquella reunión se acordó ejecutar un futuro Golpe de Estado que derribara al gobierno del Frente Popular. Mola organizó un plan de la sublevación para la capital en el que contaba con los generales Villegas, Fanjul y García de la Herrán, pero la organización de la trama conspirativa en Madrid fue un caos desde el principio. Según el historiador Julio Aróstegui, el general Villegas era el encargado de hacerse cargo de la I División Orgánica. Cuando se produjo la sublevación, Villegas se mostró dubitativo y renunció a liderar la sublevación. Finalmente, fue Fanjul quien finalmente asumió la dirección. Tras el fracaso de la sublevación en Madrid, Villegas fue detenido y encarcelado y fusilado en la Cárcel Modelo de Madrid.

Rafael Villegas Montesinos 

Oswaldo Fernando de la Caridad Capaz Montes (17 de marzo de 1894Madrid23 de agosto de 1936) fue un militar español, conocido por pertenecer al grupo de los llamados «africanistas». En 1936, era comandante general de Ceuta. Es probable que estuviese implicado en la sublevación de julio de 1936 contra el gobierno de la República, que dio origen a la guerra civil, pero trató de no mostrar su implicación antes de tiempo, para lo que arregló un viaje a Madrid para las fechas de la sublevación, evitando así una toma de postura explícita. Sin embargo, en Madrid, fue arrestado por milicianos e internado en la Cárcel Modelo de Madrid, donde fue asesinado.

General Fernando de la Caridad Capaz Montes

Emilio Araujo: nacido el 28-5-1874, murió fusilado en Paracuellos de Jarama

 

Justo Legorburu Domínguez-Matamoros (10 de septiembre de 1873 – Barcelona1936) fue un militar español. Llegó a tomar parte en la Guerra del Rif, alcanzando el rango de coronel el 1 de enero de 1931. Posteriormente dirigió el 13.° Regimiento de Artillería Ligera, y el 3.er Regimiento de Artillería pesada. Ascendió a general de brigada el 26 de julio de 1934. En julio de 1936 mandaba la 4.ª Brigada de Artillería en Barcelona, y formaba parte de la conspiración militar contra el gobierno de la República. El 19 de julio de 1936 sublevóa su unidad y participó en los combates que se desarrollaron. Instaló su centro de operaciones en el Cuartel de San Andrés, donde resistió durante todo el día los ataques de las milicias obreras y la aviación republicana. Capturado, fue encarcelado en el barco-prisión Uruguay. Sometido a un Consejo de guerra, fue condenado a muerte y posteriormente fusilado.

General Legorburu Domínguez-Matamoros

Álvaro Fernández Burriel (16 de agosto de 1879 – Barcelona12 de agosto de 1936) fue un militar español. En julio de 1936 estaba al mando de la 2.ª Brigada de Caballería, con sede en Barcelona. Fernández Burriel tomó parte activa en la sublevación que dio origen a la guerra civil española liderando las tropas en Barcelona hasta la llegada de Manuel Goded desde Mallorca, bajo cuyas órdenes debía ponerse. Fue el propio Burriel quien dio instrucciones a su guarnición para salir a la calle el 19 de julio a las cinco de la mañana; arengó a las tropas esa misma madrugada al grito de «¡Viva una República mejor!». Goded llegaba a la Ciudad Condal al mediodía y tomaba el mando pero, después de la negativa del general Aranguren a sumar a la Guardia Civil a la rebelión, el golpe será definitivamente derrotado allí en apenas unas horas. Con el fracaso del levantamiento en Barcelona, tanto Goded como Álvaro Fernández Burriel fueron detenidos en la tarde de ese día 19 y posteriormente llevados al barco prisión Uruguay. Tras un consejo de guerra, celebrado a bordo del Uruguay, fueron condenados a muerte y fusilados en la mañana del 12 de agosto de 1936 en el castillo de Montjuic.

Eduardo López de Ochoa y Portuondo (Barcelona31 de enero de 1877 – Madrid17 de agosto de 1936). En realidad el general Eduardo López Ochoa no murió fusilado por la República, su caso fue todavía más grave y sangrante. Fue asesinado por las turbas y decapitado… y su cabeza clavada en una bayoneta paseada por las calles de Carabanchel de Madrid.

General Eduardo López de Ochoa

Todo lo cual demuestra, en primer lugar, que el «generalato» llegada la hora de la verdad sí estaba politizado, y bastante politizado, pues como fácilmente se ve entre los «fieles» a la República, están los «promovidos» por Azaña y el «Frete Popular» y entre los «sublevados» casi todos los que brillaron en África (los «africanistas») en tiempo de Gil Robles… y otra cosa que se comprueba es que no hubo sitio para los indecisos y los neutrales en aquella encrucijada feroz del 18 de Julio (Paxot fue desbordado al levantar el «estado de guerra» y asesinado por las turbas, tras haber  proclamado el estado de guerra… y García Aldave, por declararse neutral, terminó siendo fusilado por el bando republicano, aunque exactamente igual habría sucedido de «llegar antes» los nacionales.

Lo dicho, ni quito ni pongo rey pero ayudo a mi señor, y mis  señores serán siempre la verdad y la Historia (o la intrahistoria).

Julio MERINO

Periodista y Miembro de la Real Academia de Córdoba

Autor

Álvaro Peñas