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TV3 no hará ningún documental sobre ello, ni se enseña en las escuelas de la Generalitat, pero al menos 500 soldados catalanes de los clanes nobiliarios más prestigiosos de la Cataluña de la época, incluyendo al obispo de Barcelona, Berenguer de Palou, participaron en la batalla de las Navas de Tolosa, el 16 de julio de 1212, una de las batallas más importantes y quizá la más simbólica de la Reconquista española. Batalla que tuvo lugar cerca del actual municipio de Santa Elena, en la provincia de Jaén, cerca del límite con la provincia de Ciudad Real.

La batalla de las Navas de Tolosa, se enmarca dentro de la épica guerra entablada entre el rey de Castilla, Alfonso VIII y las fuerzas del poderoso Imperio marroquí Almohade, con capital en Marrakech, que, después de dominar todo el norte de África hasta Libia, habían penetrado en España a mediados del siglo XII en ayuda de los reinos musulmanes, que parecían al borde del derrumbamiento. Los almohades derrotaron al ejército de Alfonso VIII en la gran batalla de Alarcos, en la actual provincia de Ciudad Real, en 1195, con lo que lograron frenar la Reconquista y consolidar su férreo dominio sobre todo el sur de España, mientras amenazaban seriamente Castilla y todo el centro de la Península. Aún parecía posible que los musulmanes volviesen a conquistar la mayor parte de España.

Alfonso VIII, gran guerrero, no se desanimó y pasó los siguientes años reorganizando a fondo su ejército y sus recursos, para preparar la venganza. El momento en que Castilla se vio en condiciones de poder desafiar al imperio Almohade no llegaría hasta 1211. En ese año la toma por los almohades del estratégico castillo de Salvatierra, en Ciudad Real, perteneciente a la Orden guerrera de Calatrava, convenció a Alfonso VIII de la necesidad de lanzarse a una guerra definitiva y total contra los almohades, ya que la misma Toledo estaba ahora al alcance de los almohades.

Alfonso VIII escribió al resto de reyes hispánicos, haciéndoles ver que el momento era histórico, ya que España entera se hallaba en peligro si los almohades derrotaban y sometían a Castilla. También escribió al Papa Inocencio III para que este convocase oficialmente una Cruzada, cosa que el Papa concedió de inmediato. El rey Pedro II de Aragón (padre de Jaime I el Conquistador) y lo que fue notable, el rey Sancho VII de Navarra, que había mantenido fuertes guerras anteriormente con Alfonso VIII, estuvieron a la altura de las circunstancias y ofrecieron su alianza  y su participación personal  en la Cruzada contra los almohades. Fue, sin duda, un momento de fuerte solidaridad hispánica. Lamentablemente el rey Alfonso IX de León no quiso colaborar, a causa de sus diferencias fronterizas con Alfonso VIII, aunque sí participaron a título personal numerosos caballeros leoneses. (es justo señalar, no obstante, que Alfonso IX de León llevó a cabo importantes campañas reconquistadoras en Extremadura). También numerosos portugueses, también a título personal estarían presentes en las Navas.

Así se formó un gran ejército cristiano, en su gran mayoría castellano, pero también aragonés y navarro encabezado por los respectivos reyes, que, tras ser convocado en Toledo, se puso en marcha hacia el sur. Miles de cruzados europeos iban en el ejército, pero finalmente desertaron al comprobar que las posibilidades de botín iban a ser escasas porque se buscaba una gran batalla. Quedaron unos 150 “ultramontanos”

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En el contingente del rey Pedro II de Aragón estaban representados los más importantes clanes nobiliarios de Aragón y de Cataluña, aunque esto hoy nunca lo recuerde la Cataluña oficial, pero así fue. En el caso catalán se hallaban presentes el conde de Urgel, Guerau IV de Cabrera, el de Ampurias, Hugo IV, Sancho o Sanc de Cerdaña, el vizconde de Cardona, Guillem I y su hijo Ramon Folch, Guillem IV de Cervera, su hijo Ramon de Cervera o Guillem Aguilló de Tarragona, entre otros. También estaba presente como cruzado el obispo de Barcelona, Berenguer de Palou (que más tarde participaría en la conquista de Mallorca).

El ejército cristiano alcanzó al grueso del ejército almohade y andalusí, mandado por el califa Muhammad al Nasir, (conocido como Miramamolín en las crónicas cristianas) cerca de la actual Santa Elena, en la zona conocida entonces como Navas de Tolosa. El ejército musulmán trató de acorralar al cristiano en una zona muy montañosa pero los cristianos lograron romper ese acoso accediendo a la zona llana a través de un paso de montaña poco conocido (revelado a los cristianos por un ángel, según las crónicas cristianas).

Las fuerzas musulmanas, superiores en número, trataron de envolver a las fuerzas cristianas para deshacer su formación y destruirla, y estuvieron cerca de lograrlo al principio, pero los cristianos consiguieron superar ese momento crítico reforzando sus alas o flancos, teniendo un papel importante en ello las fuerzas del rey de Aragón que estaban en el flanco izquierdo y las milicias de las ciudades de Castilla junto con fuerzas navarras, que estaban en el derecho. Finalmente, un ataque general de las fuerzas cristianas consiguió romper las líneas almohades, cuyas fuerzas estaban exhaustas y desmoralizadas por no haber conseguido consumar una victoria cuando parecían haber estado muy cerca de ello. Tuvieron un papel muy importante en el decisivo ataque cristiano final el señor de Vizcaya Diego López II de Haro, así como el Arzobispo de Toledo, Rodrigo Jiménez de Rada, que era uno de los principales consejeros de Alfonso VIII. Era de origen navarro. Fue gran figura religiosa, política y cultural, ya que fue un gran cronista. Y también fue un gran defensor de una España cristiana unida.

El califa musulmán pudo huir, pero su ejército fue totalmente derrotado sufriendo varios miles de muertos y de bajas en general. Fue el principio del fin del poderoso imperio Almohade, que poco después empezaría a fragmentarse en taifas, facilitando enormemente la futura conquista cristiana de la mayor parte de Andalucía (exceptuando el reino de Granada) en las décadas siguientes, ya durante el reinado de Fernando III el Santo de Castilla y León. Fue una batalla decisiva, sin duda, para la historia de España. Era el 16 de julio de 1212.

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Sobre la batalla de las Navas de Tolosa se ha discutido mucho hasta nuestros días la magnitud de ambos ejércitos. Las Crónicas contemporáneas hablan de cientos miles de combatientes pero los especialistas actuales más prestigiosos, como García Fitz o Cabrer, señalan que dadas las dimensiones del campo de batalla la cifra más probable sería en realidad de unos 12 o 15.000 cristianos y 20 o 25.000 musulmanes, que siguen siendo unas dimensiones muy grandes para  ejércitos de la Europa de aquella época. Esto convierte en teoría a la batalla de El Salado, cerca de Tarifa, en 1340, entre las fuerzas castellanas de Alfonso XI y portuguesas, contra las fuerzas marroquíes de la dinastía Benimerin, en la mayor batalla numéricamente hablando, de la Reconquista, pues los historiadores actuales cifran esta gran victoria cristiana en al menos 25.000 cristianos por como mínimo 60.000 musulmanes. Esto tiene lógica, pues en 1340, o sea 130 años después de las Navas, era mucho más viable asegurar la logística y el abastecimiento de grandes ejércitos, que a principios del siglo XIII. En cualquier caso, esto no rebaja en absoluto la importancia histórica de la batalla de las Navas de Tolosa.

Se cree que el número de caballeros procedentes de Aragón, debió ser de entre 1000 y 2000. El número de catalanes no se conoce con exactitud, pero tal vez puede estimarse en un mínimo de 500 y un máximo de 800. Como hemos visto, los principales linajes nobiliarios catalanes estuvieron en las Navas. Pedro II de Aragón moriría un año más tarde, en 1213, en la batalla de Muret en defensa de sus vasallos cátaros del sur de Francia. Su sucesor, aunque entonces fuese un niño, fue Jaime I el Conquistador.

En la Cataluña oficial de nuestros días apenas se recuerda la participación catalana en la Reconquista. A duras penas  se menciona la conquista de Mallorca y de Valencia a los moros por Jaime I y eso pasando de puntillas, ya que la lucha contra el Islam no es políticamente correcta en la Cataluña actual. Pero jamás se recuerdan las ocasiones, como las Navas, (o también a finales del siglo XIII y más tarde en el XIV) donde las fuerzas de los reyes de Aragón lucharon junto a las de Castilla contra los moros.  Pero la historia de Cataluña es profundamente hispánica y es imposible de ocultar.

Como también es imposible de ocultar, por ejemplo, que la lucha contra Marruecos es una constante de toda la historia de España.

Autor

Rafael María Molina