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Este 29 de septiembre, Don Miguel de Unamuno, el máximo exponente de la Generación del 98, cumple 156 años.
Miguel de Unamuno (1864 – 1936) fue un filósofo, escritor y ensayista vasco que perteneció a la Generación del 98, y fue una de las voces más prominentes de la literatura y del pensamiento de las primeras décadas del siglo XX. Cultivó una gran variedad de géneros literarios tales como la novela, el ensayo, el teatro y la poesía, que en su mayoría giran en torno a planteamientos existencialistas y espirituales.
Independiente, insobornable, sin pelos en la lengua, entregado a su pasión literaria y a su pensamiento no rehuyó ningún avatar de su vida. Fue capaz de enfrentarse a Miguel Primo de Rivera y sufrir destierro, saludar el advenimiento de la Segunda República y participar como diputado en Cortes. Y poco después renegar de su evolución abominar de Manuel Azaña y recibir con esperanza el Alzamiento de 1936.
Nació el 29 de septiembre de 1864 en Bilbao el que podríamos calificar como el mejor filósofo español del siglo XX. Fue el tercero de seis hermanos. Sus padres eran de herencia vasca. Su padre murió cuando él tenía cinco años. Desde niño desarrolló una gran afición por la papiroflexia y la mantuvo durante toda su vida. Era especialista en elaborar pajaritas de papel para las que acuñó el término de cocotología.
En su vida se pueden diferenciar dos etapas: una primera que llega hasta el año 1900 en la que es un estudiante rebelde en Madrid que aborrece la monarquía reaccionaria de Alfonso XIII, y en la que estuvo cerca del socialismo.
A la edad de 20 años había aprendido 11 idiomas para poder leer autores extranjeros en su lengua original.
En 1895, su primera obra, la colección de ensayos “En torno al casticismo”, examinaba la posición aislada y anacrónica de España en la Europa occidental.
Asistió como testigo al asedio de su ciudad de Bilbao durante la Tercera Guerra Carlista, lo que luego reflejará en su primera novela, “Paz en la guerra”.
Cursó sus estudios de enseñanza secundaria en el Instituto Vizcaíno de Bilbao. En 1880 ingresó a la Universidad de Madrid. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid entre 1880 y 1884, época en la que leyó a Thomas Carlyle, Herbert Spencer, Friedrich Hegel y a Karl Marx. Se doctoró en Filosofía con la tesis “Crítica del problema sobre el origen y prehistoria de la raza vasca” (1884). Después accedió a la Cátedra de Lengua y literatura griega en la Universidad de Salamanca desde 1891 hasta 1901, en la que desde 1901 fue rector y catedrático de Historia de la lengua castellana. Y es a partir de 1901 cuando consigue el rectorado de la Universidad de Salamanca, que se dedica a la filosofía, al pensamiento. Tenía una tertulia literaria diaria en la terraza del Café Novelty, en la plaza mayor de Salamanca.
Inicialmente sus preocupaciones intelectuales se centraron en las cuestiones éticas y de fe. Desde el principio trató de articular su pensamiento sobre la base de la dialéctica hegeliana, y más tarde acabó buscando en las dispares intuiciones filosóficas de Herbert Spencer, Sören Kierkegaard, William James y Henri Bergson, entre otros, vías de salida a su crisis religiosa.
No se puede hablar de Miguel de Unamuno sin mencionar “Vida de Don Quijote y Sancho” (1905), pues es uno de los libros más representativos del autor, en el que no busca tanto desentrañar el sentido de la gran obra de Miguel de Cervantes, sino más bien concederle una nueva perspectiva a la hora de acercarse a su historia. A través de una variedad de materiales que interpretan la obra cervantina, realiza un ensayo a través de sus ideas filosóficas más sólidas. Es una de las obras que más ayudan al lector a esclarecer la técnica y el estilo de Unamuno.
La crisis espiritual es un constante en la obra unamuniana. Por más que quería tener fe en Dios y defiende el cristianismo, le cuesta ser creyente. Esta batalla espiritual se ve reflejada en el protagonista de su novela “San Manuel Bueno, mártir”, un sacerdote que no cree en Dios. En “Del sentimiento trágico de la vida”, lo que más angustia le produce no es la salvación ni la condición de la ultratumba, sino la aniquilación y el terror a la nada. En esa obra esencial de su pensamiento dice: “Y la trágica historia del pensamiento humano no es sino una lucha entre la razón y la vida, aquella empeñada en racionalizar a ésta haciéndola que se resigne a lo inevitable, a la mortalidad; y ésta, la vida, empeñada en vitalizar a la razón obligándola a que sirva de apoyo a sus anhelos vitales” (“Del sentimiento trágico de la vida”).
Además de esta ansia por la inmortalidad, otros temas que caracterizan su obra son cuestiones de ética, la integridad y el conflicto constante entre la razón y la fe.
Fue desterrado a Fuerteventura en 1924 por sus constantes críticas a la monarquía. La Corte fue la principal instigadora de su destierro por “injurias al Rey”. Afortunadamente logró escapar de Fuerteventura a Francia.
La caída de Alfonso XIII y el advenimiento de la República fueron recibidos con entusiasmo por Unamuno. La República le nombró Rector de la Universidad de Salamanca de nuevo, pero como sus coetáneos Ortega y Gasset, Marañón o Pérez de Ayala, Unamuno se desencantó muy pronto de la gestión republicana, y rápidamente se desengañó de la República, y afirma que “A España le duele el alma”.
En 1936 pudo considerar a José Antonio Primo de Rivera una de las esperanzas de la política española y europea.
Jon Juaristi en su libro sobre Unamuno (Colección de españoles eminentes ) escribió : “El domingo 10 de febrero, Falange celebró un mitin en el Teatro Bretón de Salamanca, en el que intervinieron José Antonio Primo de Rivera, Alejandro Salazar, jefe del SEU, y Manuel Mateo, fundador y dirigente de la Central Obrera Nacional Sindicalista. Horas antes del comienzo del acto, José Antonio Primo de Rivera se presentó en casa de Unamuno acompañado por Rafael Sánchez Mazas y Francisco Bravo, jefe de la Falange salmantina. A Unamuno le unía con Rafael Sánchez Mazas cierto parentesco a través de la abuela del escritor falangista, la poetisa Matilde de Orbegozo, y Francisco Bravo era amigo de su hijo Fernando. Miguel y éste recibieron a los visitantes y accedieron finalmente a acudir al mitin, como un gesto de cortesía”.
Por su parte, Joan María Thomas en su libro “José Antonio, realidad y mito“ añadió : “Bueno, Don Miguel. Aquello del padre de José Antonio ya historia. Díganos cuándo le apuntamos para la Falange». A lo que habría respondido el escritor: «Sí, aquello es historia. Y lo de ustedes es otra historia también (…). Pero esto del fascismo yo no sé bien lo que es, ni creo que tampoco lo sepa Mussolini. Confío en que ustedes tengan, sobre todo, respeto a la dignidad del hombre. El hombre es lo que importa; después, lo demás, la sociedad, el Estado (…). Confío en que no lleguen ustedes a esos extremos contra la cultura que se dan en otros sitios».
Así, Unamuno fue Rector en la Universidad de Salamanca a lo largo de tres periodos, y también fue diputado de las Cortes Constituyentes de la Segunda República, de la que después se fue distanciando hasta el punto de apoyar el alzamiento del 18 de julio de 1936, dado que creía que había que rectificar la República. Considerado como el escritor más culto de su generación, Miguel de Unamuno fue sobre todo un intelectual inconformista que hizo de la polémica una forma de búsqueda. Así combatió el pacifismo al decir: “No me prediques la paz, que la tengo miedo. La paz es la sumisión y la mentira. Ya conoces mi divisa: primero la verdad que la paz. Antes quiero verdad en guerra que no mentira en paz”. “Busco la religión de la guerra, la fe en la guerra”.
En 1934, su esposa y la madre de sus nueve hijos, Cocha Lizárraga, sufrió un derrame cerebral y falleció ese año. Jubilado desde 1934, sus manifiestas antipatías por la II República española llevaron dos años más tarde al gobierno rebelde de Burgos a nombrarlo nuevamente rector de la Universidad de Salamanca, pero fue destituido a raíz del incidente en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca el 12 de octubre de 1936 con el fundador de la Legión, Millán Astray, cuando el catedrático de la Universidad de Salamanca, Francisco Maldonado pronunció un discurso reaccionario y centralista en el que atacó a Cataluña y las provincias vascas, refiriéndose a ellas como “la anti-España” y «cánceres en el cuerpo de la nación», algo indignante para un vasco como Unamuno, que sentía un gran amor sin límites por su propia tierra, por lo que les dijo: “Vencer no es convencer y hay que convencer, sobre todo, y no puede convencer el odio que no deja lugar para la compasión, el odio a la inteligencia que es crítica y diferenciadora, inquisitiva, más no de inquisición”.
Poco después fue destituido de todos sus cargos, incluido el de Rector de la Universidad de Salamanca, y se encerró en su casa de la calle Bordadores de Salamanca.
Días después de aquel incidente hizo esta afirmación en una entrevista con otro escritor: “En este momento crítico del dolor de España, sé que tengo que seguir a los soldados. Son los únicos que nos devolverán el orden. Saben lo que significa la disciplina y saben cómo imponerla. No, no me he convertido en un derechista. No haga usted caso de lo que dice la gente. No he traicionado la causa de la libertad. Pero es que, por ahora, es totalmente esencial que el orden sea restaurado. Pero cualquier día me levantaré —pronto— y me lanzaré a la lucha por la libertad, yo solo. Soy un solitario”.
En sus últimos escritos deja constancia – asimismo – del abatimiento que le produjo verse abandonado por colegas y antiguos discípulos y llega a escribir: “Fui cesado por mis propios compañeros “. En los textos desgarrados del Resentimiento trágico de la vida mantiene la esperanza en una España donde la civilización cristiana pueda salvarse. Entre sus palabras escritas puede leerse: No son unos españoles contra otros —no hay anti-España—, sino toda España, una, contra sí misma”.
Una de sus últimas frases destaca casi como una oración: “Renunciar a la venganza porque creía que era el gran mal de los españoles: el resentimiento y el odio».
Murió repentinamente la tarde del 31 de diciembre de 1936 de un ataque al corazón a los 72 años de edad durante la visita que le hizo el falangista Bartolomé Aragón, antiguo alumno y profesor auxiliar de la Facultad de Derecho.
El féretro de Unamuno fue inicialmente portado por falangistas que le rindieron igualmente homenaje en el entierro ya que el profesor Bartolomé Moreno, miembro de Falange se había convertido en amigo del último Unamuno y confidente de sus temores. entre los portadores del cuerpo del escritor figuraban personalidades ilustres como el tenor Miguel Fleta – falangista – o los escritores Victor de la Serna y Antonio Obregón. Fue enterrado en el cementerio de San Carlos Borromeo de Salamanca, con este epitafio: «Méteme, Padre Eterno, en tu pecho, misterioso hogar, dormiré allí, pues vengo deshecho del duro bregar».
Su obra está cargada de moral, ética y reflexión sobre la mortalidad, y se basó en la contradicción como forma de vida, lo cual, más que generar una obra repleta de paradojas, demostró una manera de ver el mundo peculiar y que sigue siendo reconocida hasta hoy. Con él acabó el último gran filósofo español.
En 1962 se publicaron sus Obras completas, y en 1994 se dio a conocer su novela inédita “Nuevo mundo”.
Volver a Unamuno es redescubrir la pasión de pensar como exigencia intelectual y moral de cualquier generación de españoles que retemblará en nuestras manos cada vez que leamos su obra.
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