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Las tropas de la Legión Cóndor llegaron paulatinamente a La Rioja en el segundo semestre de 1936 y se distribuyeron por el territorio que Franco tenía bajo su control en aquel preciso momento.
Las escuadrillas de la Luftwaffe iban a centrar sus operaciones en el Frente del Norte con aviones de última generación: Messerschmitt Bf 109, Stuka y Heinkel He-111, que permitieron el control del espacio aéreo peninsular de forma casi total.
Fue a finales de 1936 cuando la base aérea de Recajo recibió los efectivos de la Legión Cóndor para operar en la zona estratégica del Ebro, en el Frente del Norte y Aragón.
El 22 de julio de 1937, dos aviones Breguet XIX con base en el aeródromo riojano dejaron caer sus bombas sobre la localidad de Ochandiano, causando numerosos muertos. Más tarde, en la tercera semana de agosto de ese año, la escuadra aérea desplegada en Recajo apoyaba el avance de las tropas del general Yagüe, el coronel Serrano y el comandante Castejón, que intentaban tomar Madrid; y el 3 de septiembre volvieron, con peor suerte, a efectuar acciones de bombardeo para ayudar a las tropas terrestres que intentaban unir el norte y sur peninsular; el grupo Breguet de Recajo quedó reducido a la mitad de su fuerza inicial.
La base aérea cercana a Logroño contaba entonces con numerosos expertos aeronáuticos, ingenieros, mecánicos, traductores, civiles alemanes y agentes secretos que operaban para diferentes servicios de inteligencia alemanes.
La Heinkel envió a un joven ingeniero: Franz Lübs
Entre los técnicos había llegado un joven ingeniero de la empresa constructora de aviones Heinkel, Franz Lûbs, a quien encargaron la misión de organizar una red de espionaje para la Gestapo, además de figurar como responsable de la organización logística de la Legión Cóndor.
Se sabe que nació el 9 de mayo de 1914 y pudo proceder de Hamburgo, que estudió en Rostock y finalizó su ingeniería en Hamburgo. Aunque no hay constancia de la fecha de su llegada a la base de Recajo, en todo caso debió de aterrizar en 1937, a la edad de 24 años; medía 1,80 m, de ojos claros y un “color café no definido”.
La inteligencia inglesa decía que era un tipo de “apariencia licenciosa, fuma cigarrillos, bebe, a veces en exceso, viste bien, usa corbata, habla un español muy pobre, era histérico y arrogante”. Un amigo nuestro, que conoció al alemán, desmiente a los británicos, al afirmar que su español era bastante fluido.
Alternó varias residencias en la capital: primero vivió en Portales, junto al palacio de los Chapiteles, ocupado entonces por el ayuntamiento, como pupilo de una mujer que alquilaba habitaciones. Después se traladó al Hotel Comercio, en pleno Espolón, esquina con la avenida de Portugal.
Según un informe, más tarde desclasificado por los servicios secretos británicos, iba armado con una Walther 765, una pistola automática de uso muy común en el ejército y en los servicios secretos alemanes.
Lübs: un hombre menudo, simpático, discreto y educado
En 1938, después de disfrutar de unas vacaciones, una vez terminada la guerra civil española, se trajo de Alemania a una sobrina, que tendría siete años, para que conociera España. Se alojaron en la casa de Adela Cenzano, en un barrio de casas baratas en la calle General Sanjurjo, nº 1. Dicha señora, a preguntas del periodista Marcelino Izquierdo, dijo de Lübs: “era un hombre menudo, muy simpático, discreto y educado, que vestía de oscuro, incluso en verano, utilizaba sombrero y lentes redondas de montura metálica”.
El actor, dramaturgo y columnista Ricardo Romanos, dijo de él: “fue generoso con mi familia, toda ella republicana”. Sus abuelos estaban en la cárcel, el negocio que regentaban desmantelado, y su hijo mayor había tenido que permanecer oculto detrás de un armario, en su domicilio de la calle Bretón de los Herreros, hasta su detención y condena a muerte en 1938, por haber sido secretario general de las Juventudes Socialistas, y se libró de la muerte después de pasar por varias cárceles y campos de concentración.
Y añade Ricardo Romanos: “digo que Lübs fue generoso por dos razones: porque el precio ajustado para la estancia y manutención de la niña, añadió al final de su estancia una notable cantidad; y la segunda porque hizo todo lo posible para que mis tíos no fueran molestados”.
En cierta ocasión, encontrándose el alemán merendando en casa de sus tíos, añade el periodista: “llegó una patrulla para efectuar un registro: Lübs se opuso y, ante la persistencia chulesca de uno de aquellos individuos, que era muy grandullón, el ingeniero sacó su pistola, mientras decía disparates en alemán, según contaba mi tía”.
Los informes del servicio británico de espionaje aseguraban que el menor de los hijos de los fundadores de Comercial Pallarés, de León, había sido reclutado por el ingeniero alemán para que colaborara con la Gestapo. Uno de los nietos del leonés negó que su abuelo estuviera metido en política.
La ficha elaborada por el informante, interrogado por el servicio de inteligencia británico, que puede consultarse en el National Archives de Kew Garden de Londres, el joven Pallarés tendría en plena guerra unos 19 años y no se le conocía trabajo alguno.
Luis Pallarés, uno de los descendientes de aquella familia leonesa, que conoció personalmente a Lübs, a quien en León conocían como Francisco y Paquito, de quien decía: “pasaba algunos días en nuestra casa porque tenía amistad. En La Candemia, parque natural a las afueras de la capital leonesa, el padre, Ramón Pallarés, poseía una casa de campo con caballos y donde disfrutaban de horas de recreo”.
Recajo albergó más de cuarenta bombarderos
Añadir que la dotación de aviones que intervinieron en 1937 a favor del bando nacional, con base en el aeródromo de Recajo, estaba compuesta de unos cuarenta aviones, según confirmó en París la agencia Havas, y que publicó el diario español ABC el 11 de mayo de 1937.
Siendo alcalde de Logroño Ángel Moreno, que sustituyó a Basilio Correa, se acometieron obras de ampliación en la base aérea, financiadas por la corporación municipal logroñesa, que pagó a 150 obreros para que intervinieran en las obras a su cargo.
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