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Subiendo al Aconcagua para entrevistar a Fernando Garrido…
– Viví una experiencia que he narrado en alguno de mis libros…
¿Fue una experiencia sobrenatural?
De pronto me sentí sin fuerzas… exhausto y próximo a la muerte…
Me resigné a morir allí… y me adormecí extenuado sobre una minúscula repisa…
Antes de ello… pedí a mis amigos muertos que intercedieran en mi ayuda…
Y recuerdo como la figura de Fernando Martínez… muerto en el Monte Sarmiento llegó a mí… Y la de Pedro Ramos… compañero de escaladas en los años finales de la década de los “50”… que también murió después de nuestra escalada de la «Sureste» del Pájaro… en la Pedriza… y otras personas queridas y valoradas por mí…como mi primer suegro el abogado falangista De Pablo.
En aquella ocasión… he de confesar que me encontraba sumido en el inconsciente… envuelto en ese túnel negro del que a veces se habla… y que yo veía por primera vez… a pesar de haber muerto… o estado muy cerca… en otras memorables ocasiones de mi singular existencia…
La sensación de oscuridad… y el túnel… poco a poco tenían salida… y así me fui despertando de mi extraño letargo mortal y me fui levantando… renaciendo mis fuerzas…
Terminé la ascensión y me volvió a sorprender el gran precipicio de la pared sur… verdaderamente sobrecogedor…
Llegué a la cima… y estuve llamando a voces a Fernando Garrido… que a su vez me contesto indicándome en donde se encontraba…
Fui hacia él y nos dimos un abrazo… Recuerdo que me dijo que yo era para él… en su infancia… una especie de «Guerrero del Antifaz»… Lo que me gustó…
Le conté cual era mi misión… haciéndole varias fotografías… y él me invitó a entrar en su tienda… de cuyo interior se desprendía un fuerte olor…
Fernando me preparó un café en una fiambrera bastante sucia… y empezamos a grabar una entrevista en un “casette” que él tenía… de las de entonces… la entrevista es un documento único…
Mis preguntas eran largas… y mis palabras tenían un sonido de voz especial igual que las respuestas de Garrido.
Fue una tarde que se prolongó por la noche…
He mirado mi libro «Crónica Alpina de España» y mirando en la página 355 he leído:
“Me permito transcribir alguno de los párrafos del libro de Garrido, “7.000 metros. Diario de una supervivencia”
Dice así…
“Día 5 de febrero… día 54 en la cumbre del Aconcagua. Hoy como otras veces me he despertado con la sensación de que había alguien fuera… junto a la tienda… ¿Ha pasado allí toda la noche? ¿Y por qué no me habrá llamado para que lo dejase entrar? ¿Y por qué no me llama ahora? Tal vez ha dormido acurrucado junto a mi tienda tratando de obtener algo de calor. Debo salir para decirle que tengo una taza de té caliente para él… Salgo de la tienda y me siento ligero y poderoso… el sueño me ha dado nuevas fuerzas… ¡Pero aquí hay una mochila, una mochila de alguien!..¡Y hay una persona acurrucada junto a mi tienda!… ¡Es mi hermano, mi hermano Javier!…”
Apoyé mi espalda en la tienda cuya tela estaba cubierta por una capa de hielo y me metí en un saco que Garrido me ofreció. Estuvimos comiendo almendras que mi hija Paula me había comprado y que me servían de unión con el mundo tan lejano que quedaba abajo… mientras conversábamos…
Aquella conversación grabada fue un documento único que tenían que haber analizado psico-patológos… psiquiatras… fenomenólogos y otros estudiosos…
Yo a mi regreso a Madrid puse algunos fragmentos en Radio Nacional de España y la gente… recuerdo que llamaba impresionada al haber escuchado el tono de las voces… que sonaban misteriosas…
Hablábamos como si ya no tuviéramos ninguna relación con la Tierra… como los místicos… sin salvaguarda… sin ese autocontrol que nos inhibe y que sin darnos cuenta siempre llevamos…
Allí en la cima del Aconcagua estábamos en el espacio abierto… y nuestra relación con la Tierra quedaba muy lejana… Hablábamos con libertad absoluta de expresión… algo imposible en la Tierra… Éramos seres libres psicológica y filosóficamente… con plena autonomía en nuestras expresiones…
Mis preguntas a Fernando eran largas… y yo mismo las respondía a veces por él… cuando contaba sus sufrimientos en tantos días de permanencia en la cima a 7.000 metros de altura…
Contó que había tenido un sueño terrible. Un sueño que le tenía completamente obsesionado… a pesar de haberlo tenido días pasados…
“Había visto el cuerpo de su hermano menor muerto”.
Y esa visión no había podido apartarla de su cabeza…
Yo había estudiado algo sobre las situaciones hipnagógicas de la altitud… en la que a causa de la hipoxia la mente ve lo que no existe… o ve lo que puede existir y no vemos los demás… mezclándose los sueños con la realidad… y las alucinaciones con los ensueños…
Así víctima de esa situación hipnagógica había bajado yo por los precipicios de la vertiente SO del Aconcagua… en mi alucinante sobrevivencia de unos años atrás… durante seis días…
Y también recuerdo el sueño trágico que tuve durante mi tentativa solitaria al Annapurna en 1973… antes de que cayera sobre mi persona un brutal golpe de viento (onda expansiva de que precedía a la caída de una arista o de una avalancha)
El sueño de Garrido curiosamente fue… o pudo ser… y ahí podría estar el misterio… que la altitud pudiera conformar… un anuncio… una premonición… esa advertencia del terrible suceso… del que fueron víctimas mortales sus padres… meses después de su regreso a España.
(También pudo ser una casualidad… pero he vivido ya algunas experiencias místicas… y me podría inclinar a pensar lo primero).
Bajé del Aconcagua influenciado por lo vivido… Y durante algunos días me duraron esas sensaciones del indefinido «más allá»… refugiándome en mi despacho… en la Dirección General de Protección Civil…en donde dirigía Prensa y el programa de Seguridad en Montaña… Y en donde cautelosamente tenía que ser totalmente racionalista…
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