04/07/2024 17:20
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El quince de marzo de 1936, el general Emilio Mola Vidal, tomaba posesión de la Comandancia Militar de Pamplona. Desde allí se iba a erigir en actor principal de una vasta conspiración contra el gobierno del Frente Popular, presidido por el sectario  político coruñés Santiago Casares Quiroga. Con el nombre del director, Mola, comenzará a redactar una serie de instrucciones reservadas, dirigidas a diferentes mandos militares de guarniciones peninsulares, insulares y de África, que poco a poco, se irán incorporando al proyecto de un posible alzamiento para derribar el desgobierno partidista y sectario del frente popular, que se había convertido en el adalid del marxismo con la única intención de convertir a España en un país comunista.

 

Unos días antes, concretamente el día ocho de marzo de ese fatídico año 36, en el domicilio madrileño del miembro de la CEDA José Delgado, ha tenido lugar una reunión de varios generales del Ejército, la mayoría monárquicos, entre los que se encontraban Mola, Franco, Fanjul, Varela, Orgaz, Villegas, Rodríguez del Barrio, Saliquet, García de la Herrán,  Ponte y González Carrasco y donde, ante la marcha de la revolución, alentada desde el gobierno del frente popular,  que ha puesto en su diana como enemigo principal al ejército, acuerdan recabar información de con que militares y civiles  se podría contar para una acción de defensa,  en caso de producirse un gravísimo peligro contra la unidad y pervivencia de España. Unos días después, Mola destinado a Pamplona y Franco a Canarias, abandonan  Madrid.

 

Algunos de los presentes en aquella reunión, sin conocimiento del general Mola, comienzan a preparar una acción contra el gobierno del Frente popular, que se establece para los últimos días del mes de abril. En esas fechas la sublevación se iniciaría en Madrid, poniéndose al frente de ella los generales Varela y Orgaz, para extenderse posteriormente a otras regiones militares de la geografía nacional. Al tener conocimiento de aquellos planes por parte del gobierno el pretendido  golpe quedará abortado y el general Varela será desterrado a Cádiz

 

En La Coruña los primeros que se suman a la conspiración contra el gobierno del frente popular  son los capitanes de la Guardia Civil, José Rañal y Gumersindo Varela. Las reuniones clandestinas comienzan a sucederse. Salones del Sporting club Casino, parque del Leirón del propio Casino, Café Marineda, Café Unión, Granja Avícola;  parajes apartados de la ciudad, paseos por las solitarias calles de la ciudad vieja, inmediaciones de la playa de Riazor e incluso el cuartel de la Guardia civil, son algunos de los lugares que van a utilizar los conspiradores para preparar sus planes.

 

Sin embargo, por su cuenta, y sin que el general Mola conozca los pormenores de la operación, estos dos mandos militares proyectan un golpe militar  para los día 18 y 19 de abril, como respuesta a los gravísimos sucesos acaecidos el día 14 del mismo mes en Madrid, con motivo del desfile de las Fuerzas Armadas, en el V aniversario de la proclamación de la República, donde caería asesinado, a manos de unos pistoleros de extrema izquierda, el alférez de la Guardia Civil Anastasio De los Reyes, como relatamos en el artículo aparecido en este Correo de España el día 13 de abril de 2021 y titulado “!936.14 de abril. El asesinato del alférez de la Guardia Civil Anastasio de los Reyes.”

 

Capitán de la Guardia Civil José Rañal Lorenzo.

El capitán Rañal se convertirá, de seguido, en el cerebro de esa conspiración, visitando varios acuartelamientos coruñeses, entre ellos el del Regimiento de Infantería y el del 16 Ligero de Artillería, con intención de pulsar el estado de ánimo y compromiso de compañeros, ante la posibilidad de un alzamiento contra el gobierno del frente popular, que a pasos agigantados había consentido que las calles de toda España se llenasen de bandas de matones izquierdistas con un progresivo y gravísimo deterioro del orden público. De igual forma se había convertido en beligerante contra la media España que no se resignaba  a morir, llevando a cabo una implacable persecución contra todos aquellos que osaban a hacerle frente, destacando la arbitraria decisión de poner a la Falange Española fuera de la ley.

 

Rañal y varela encontrará eco en varios compañeros del Benemérito Instituto, entre ellos su Teniente Coronel Benito de Haro; el comandante de Estado Mayor, Fermín Gutiérrez de Soto; los capitanes de Artillería Castro Caruncho y Ojeda; el Capitán de Infantería Oset, el capitán de Ingenieros Román, el Capitán médico Parrilla, el de Intendencia Garnica, el Capitán Jurídico Tomás Garicano  y el capitán de la Guardia de Asalto, Ricardo Balaca, que comenzarán  a diseñar un plan a fin sumar efectivos a sus propósitos, y llegado el momento   acuartelar a la guarnición, preparando y distribuyendo  todos los servicios en la Guardia Civil  y en la de Asalto y con la ayuda de fuerzas del Ejército, iniciar de esa forma el golpe contra el gobierno frente populista.

 

Nunca se llegará a conocer si en aquella intentona había más implicados, entre ellos civiles y que papel iba a jugar en todo aquella aventura el ejército. En conversaciones que mantuve con uno de los miembros más significados de Falange Española en La Coruña, de aquella época, mi recordado y entrañable amigo,  el Vieja Guardia José María Velasco Calvo, este me aseguró que  ningún miembro de la Falange conoció aquel intento de levantamiento militar, entre otras muchas cosas porque la mayoría de los falangistas coruñeses se hallaban en prisión. Y que nadie de la guarnición de La Coruña, se puso en contacto con ellos

 

Casa Cuartel de la Guardia Civil en La Coruña.

 

El 12 de abril, había tomado posesión del Gobierno civil de La Coruña, el militante de izquierda Republicana, compañero de partido del presidente del consejo de Ministros Santiago Casares Quiroga Francisco Pérez Carballo, que venía acompañado de  su esposa Juana Capdevielle, archivera de la ciudad universitaria de Madrid. Ambos habían contraído matrimonio en pasadas fechas y según palabras de Casares Quiroga “le ofreció a su amigo, el puesto de gobernador de La Coruña, como regalo de boda”.

 

En su plan el capitán Rañal, se fija como principal objetivo del alzamiento el asalto al Gobierno civil, y la detención del Gobernador civil,  apoyado, si fuera necesario,  por una batería del Regimiento de  Artillería, que llegado el  caso, bombardearía el edificio. Su idea se basaba en adelantarse  a la revolución, de la cual Rañal sospechaba con temor y fundamento, que buscaba, en fechas próximas, asaltar el poder, tras el fracaso de la revolución de Asturias, dos años antes, y en la cual se puso de manifiesto el odio, terror y sed de sangre de los revolucionarios marxistas, dinamitando  la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo, quemando conventos, y bibliotecas como la de la universidad, y asesinando de forma indiscriminada a militares, sacerdotes, derechistas, guardias civiles y de Asalto. En sus propias palabras, que se reflejarían en la minuta que instruiría con posterioridad el coronel del Tercio de la Guardia Civil coruñesa, Rañal manifiesta:“Desde el triunfo de las izquierdas en España, vemos los españoles, mejor dicho, tememos la mayoría de ellos, una invasión de tipo marxista que destrozando la actual civilización nos arrastre a la esclavitud, con la consiguiente desaparición del Ejército, transformado en rojo e integrado por Oficialidad del antiguo, en parte. Estos elementos que se mueven por escalar en su futura situación altos puestos, son conocidos entre el elemento militar de la Guarnición: Comandante Monasterio, Comandante Aizpuru y Capitán Patiño, rodeados siempre de gente indeseable desde el punto de vista moral y no del político”.

 

El viernes 17 de abril, el nuevo gobernador recibió una confidencia de que algunos militares de la guarnición se estaban reuniendo en secreto en diferentes lugares de la ciudad. Solicita entonces información a la Comandancia de la Guardia Civil coruñesa, al mando del Teniente Coronel Benito de Haro, que ya comprometido, desvía la atención, comunicando al gobernador que no tenía constancia de aquellas reuniones. Sin embargo el gobernador recibe de nuevo confirmación de una reunión de militares en la Granja Avícola, a través del militante socialista, presidente de las juventudes del partido en La Coruña, France García, quien le comunica que la reunión se ha celebrado.

 

De izquierda a derecha Alfredo Suárez Ferrin, alcalde de la Coruña; Enrique Salcedo, general jefe de la 8ª División Orgánica; Juana Capdevielle y su marido, Francisco Carballo, gobernador Civil de La Coruña, en un acto celebrado en la ciudad herculina.

 

El propio France  participará en la madrugada del ya día 18, en un intento de atentado contra un alto mando del Ejército, el general Carlos Bosch y Bosch. Este descansa en una habitación del hotel de Francia en La Coruña. Ha llegado a  la ciudad desde León, donde ocupa el cargo general jefe de la XVI Brigada de Infantería, para presidir un consejo de guerra incoado a un oficial.

 

Un pequeño grupo de pistoleros socialistas, entre los que figuraba France García y su hermano Bebel, conocidos como “los hermanos de la lejía” –el padre de ellos tenía en la ciudad una pequeña fábrica de esa sustancia- y que gozaban de gran predicamento ante el gobernador civil y su esposa Juana. Junto a ellos, Enrique Pena Vila, Juan Martínez Fontenla, Félix Gila Esteban y Fabián Alonso, Tras una noche de copas,  alrededor de las cuatro de la madrugada, decidieron encaminarse hacia el hotel de Francia y haciéndose pasar por policías, exigieron al conserje del hotel, Antonio Villaverde, que le mostrase el libro de registro de huéspedes que estaba sin actualizar  y las papeletas que se cubrían según la llegada de viajeros. En una de ellas figuraba el nombre de Carlos Bosch y Bosch.  

 

El general Bosch había participado, de forma distinguida, en el aplastamiento de la revolución marxista de Asturias en 1934. Con la misma, el grupo,  después de amenazar al conserje, se va por donde llegó. En la calle deciden atentar contra el general, A las seis de la madrugada cuatro de ellos, Bebel García, France García, Fabián Alonso y Pena Vila, regresan al hotel. Llaman varias veces a la puerta de la habitación donde está alojado el general, quien cree que es su  ordenanza, que viene a buscarle. El general se levanta y descorre el pestillo permitiendo el acceso. La puerta se abre y Pena Vila dispara y todos huyen a la carrera. Por fortuna para el general la habitación contaba con dos camas. El general Bosch descansaba en la más alejada a la puerta y en la otra tenía extendido el abrigo que posiblemente fue lo que confundió al pistolero, pues contra él impactaría la bala disparada.

 

En la noche del sábado 18 de abril el Teniente Coronel de la Guardia Civil, Benito de Haro Lumbreras, ordena  a todos los efectivos de la Guardia Civil coruñesa, reunirse en su cuartel de la calle del médico Rodríguez, esquina  a la de Juan Flórez, muy cerca de donde se haya enclavada  la plaza de toros, tras recibir una nota del Capitán José Rañal Lorenzo, donde  advierte sobre el riesgo de un asalto de grupos anarquistas a la sede del Gobierno Civil. El propio Rañal se mantendrá, durante toda la noche en el cuartel de la Guardia Civil, coordinando posibles acciones.

 

A la noche de ese mismo sábado 18, será de nuevo France García, quien alerte al gobernador civil, de unos movimientos de dos camiones militares en la plaza de Pontevedra. El gobernador ordena  a dos funcionarios de policía que confirmen esa noticia. Los  funcionarios de policía manifestaran posteriormente  al gobernador civil, que alrededor de la una y media de la madrugada vieron a dos camiones militares con soldados provistos de armas largas, circular por la avenida de Rubine en dirección a la Plaza de Pontevedra. También recibieron la noticia de que se había visto, en la céntrica calle de la Barrera, un vehículo ocupado por miembros de la Guardia civil y otro apostado en la calle de la Fama, enfrente de unas oficinas militares.

 

Esa noche se registran más movimientos de soldados en diferentes puntos de la ciudad. Con posterioridad, la División orgánica justificaría que aquel movimiento de tropas se realizó siguiendo una normativa aprobada diez días antes de la fecha, por la que se autorizaba a las autoridades militares a movilizar personal a fin de garantizar el orden público en la ciudad. El cuartel general de la División había recibido noticias de movimientos de  grupos extremistas y ante la posible alteración del orden, se doblaron los retenes en todos los cuarteles, obligando a una parte de oficiales y suboficiales a dormir en los propios acuartelamientos. De igual modo se dio orden a efectivos del Regimiento de Artillería de Costa, que guarnecía las baterías de 38.1 del Monte de San Pedro, a realizar, subidos en dos camiones, una ronda por toda la ciudad.   

  

La delación de un oficial, Fernando Monasterio Bustos jefe del detall del 6º Tercio de la Guardia Civil, y de un guardia llamado Albino Torre, que prestaba, desde hacía una década, sus servicios en el gobierno civil, puso en alerta a las autoridades de la trama que se preparaba  y los conjurados dan marcha atrás en sus propósitos. Incluso el propio Monasterio Bustos, saldrá con rapidez hacia Madrid, para informar al presidente del consejo de ministros Casares Quiroga de la intentona golpista.

 

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La Guardia Civil desfila a caballo por el Cantón de La Coruña.

 

El guardia, Albino Torre, comunicaría  a la esposa del gobernador civil, Juana Capdevielle, cuando esta le visitaría en su casa, el lunes día 20 a la mañana, tras ser liberado de un arresto,  que el capitán Rañal le había comentado la noche anterior en el cuartel de la Guardia Civil, que se iba a dar un golpe de Estado con la toma y asalto  al gobierno civil, siendo la Guardia Civil la fuerza encargada de llevarlo a  cabo. También le comentaría a la esposa del gobernador que Rañal le había  obligado a ir al gobierno civil, a fin de vigilar los movimientos del gobernador. Al llegar la fuerza, Albino, según sus manifestaciones, sería, encargado por Rañal, quien asesinaría al gobernador civil,

 

Albino Torre no cumpliría la orden y preso de pánico se marchó a cenar  a su casa, pasando antes por el domicilio de su hermano Latino Torre, Brigada también de la Guardia Civil y destinado en la comandancia de la Coruña. A él le contaría el plan de los conjurados. Llegado a su casa, Albino  no avisaría al gobierno civil de lo que había oído, metiéndose enfermo en la cama.

 

Al no presentarse a retreta, el capitán Rañal ordena al guardia Civil Luis Expósito, que compruebe si Albino Torre se encuentra en el gobierno civil. Al no encontrarle allí, Rañal ordena le vayan a  buscar a su casa. Allí le encontraron llorando, metido en su cama. Torre comentó  a los guardias, que él no se consideraba culpable de nada, pero que le había entrado miedo por la orden recibida y decidió no cumplirla, marchándose a su casa. Sus compañeros, al mando del sargento Sánchez, le obligaron a vestirse, trasladándole de seguido,  en un vehículo de la comandancia, hacia el cuartel de la Guardia Civil. Allí el capitán Rañal, le tacharía de cobarde y de no ser guardia civil sino un delator y un traidor, arrestándole de seguido y pasando a ocupar uno de los calabozos del cuartel, en los que pasaría varias horas hasta que fue liberado a la mañana siguiente.

 

Tras  aquellos acontecimientos, las represalias no van a hacerse esperar. El general Sebastián Pozas, Inspector General de la Guardia Civil, conspicuo frentepopulista y masón, ordena al coronel del 6º Tercio, Juan Vara Terán, tras mantener una conversación con el gobernador Civil Francisco Carballo, enterado ya de todo por su mujer, destituir fulminantemente al teniente coronel jefe de la comandancia coruñesa, Benito de Haro y a los capitanes Rañal y Varela, que quedan en arresto domiciliario. El oficial delator, Fernando Monasterio, se hace cargo de la investigación para depurar responsabilidades y asestar así un duro golpe a los comprometidos. Estas pesquisas encontrarán un muro de lealtad y silencio en diferentes mandos y números del instituto armado, que se niegan a denunciar a sus compañeros. El teniente coronel De Haro,  a quien se unirán  los capitanes Rañal y Varela, serán trasladados tras su arresto domiciliario, al castillo de San Felipe en la ría de El Ferrol, como detenidos por un supuesto delito de rebelión militar. Allí permanecerán privados de libertad por espacio de ocho días.

 

Se abre un sumario con el nombramiento de un juez especial cuyo nombramiento recae en un Teniente Coronel de Artillería, César Blasco Sasera, enviado al efecto desde Madrid, y que goza de la confianza total del presidente de la república, Manuel Azaña y del jefe de gobierno, Casares Quiroga.  Será nombrado  secretario del juez, el capitán Ignacio Olavide Torres, un destacado militar que va a tener un papel fundamental en el movimiento que estallaría en el mes de julio.

 

En el juicio, el teniente Coronel de Haro y el capitán Rañal fueron asistidos, en calidad de defensores, por el teniente coronel de Infantería Oscar Nevado Bouza y el capitán de Artillería  Ojea Rabasa, respectivamente.

El  tribunal jurídico militar, presidido por el coronel Pereiro y del que formaba parte el Teniente Garicano Goñi,  comprobó que las confidencias que llegaron al gobernador, eran más bien cercanas  a cuentos de portera que a la realidad. También pudo observar que el guardia civil Albino Torre no era una persona muy equilibrada. Al ser él el único que acusó al capitán Rañal de intentar asesinar al Gobernador y  al no encontrar pruebas consistentes y fundamentadas, que confirmasen  la participación en el pretendido plan de los encausados, estos fueron puestos en libertad el día dos de mayo, al sobreseerse el sumario.

 

Sin embargo Haro quedará disponible forzoso y los capitanes Rañal y Varela serán trasladados a Pozoblanco (Córdoba) y a Zamora respectivamente. El anteriormente mencionado Ricardo Balaca, capitán de Infantería destinado en la Guardia de Asalto, – que no llegó a ser detenido-, también será destinado forzoso a Murcia. Allí, Balaca sería fusilado por los marxistas el 8 de septiembre de 1936 al fracasar en su intento de sublevar a la Guardia de Asalto murciana en favor de la causa Nacional. Su muerte constituyó un ejemplo de valor y entereza dando las órdenes al pelotón que lo iba a fusilar con vítores a España y a Cristo Rey. El capitán Rañal sería asesinado en Valencia, tras ser enviado en un tren de prisioneros desde Pozoblanco a la capital del Turia,  el 18 de agosto de 1936, El capitán Gumersindo Varela Paz, destinado, en aquellos instantes del Alzamiento, en Huelva,  se uniría a las tropas al mando del General Quipo de Llano, y participaría en la toma de  Zalamea La Real. El Teniente Coronel Benito de Haro, junto al también Teniente Coronel de la Guardia Civil, Florentino González Vallés,  serán los encargados por el mando militar triunfante en La Coruña, tras el alzamiento del 20 de julio, de formar unas milicias voluntarias que van a llamarse “Caballeros de La Coruña”. Esta unidad voluntaria de policía y vigilancia, se disolvería en 1937, con motivo del decreto de unificación de las milicias en la zona Nacional.