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Este 29 de Octubre se cumplen 84 años de la muerte de Ramiro Ledesma Ramos (1905-1936).

Ramiro Ledesma nació en Alfaraz de Sayago (Zamora) el 23 de mayo de 1905. Es de sobras conocido porque además de ideólogo y fundador del nacional-sindicalismo, para cuya difusión dirigió primero el semanario “La conquista del Estado” en 1931, y después creó las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (JONS), unido a lo cual empezó antes una intensa labor editorial y colaboró en revistas literarias y de pensamiento como “La Gaceta Literaria” y “Revista de Occidente”.

En Ramiro se pueden distinguir tres épocas: la literaria, la filosófica y la política. Nacido en el seno de una familia de maestros, Ramiro tenía una formación intelectual muy sólida, se licenció por la Universidad de Madrid en Filosofía y Letras, y en Ciencias Físicas y Matemáticas.

Discípulo de José Ortega y Gasset, sobre quien escribió una crítica, profundizó en el estudio del filósofo alemán Martin Heidegger.

Recibió además a título póstumo la Licenciatura en Derecho, y a pesar de que censuraron todos sus libros durante el franquismo, recibió un reconocimiento del régimen franquista: la condecoración falangista de la palma de plata.

Escribió de joven su única novela, “El sello de la muerte”, publicada en 1924, así como diversos relatos y ensayos como «El Quijote y nuestro tiempo».

Tradujo el «Mathematische philosophie» de W. Brand y M. Deutschbein. Escribió artículos como: Libros italianos: Croce, Filosofía práctica (1927); el matemático Rey Pastor (1928); tres libros de filosofía (1928); Hans Driesch y las teorías de Einstein (1928), o sobre la psicología de la Gestalt, que comenzaba en Alemania en los años 20.

Recibió influencias del sindicalista Georges Sorel, y de Georges Valois, además de los filósofos Martin Heidegger – de quien introductor en España -, José Ortega y Gasset, Oswald Spengler, Fichte, Hegel, Friedrich Nietzsche, Arthur Schopenhauer, Nicolai Hartmann, Giovanni Gentile, y Unamuno, entre otros, además de Ganivet. Publicó ensayos sobre filósofos como Bertrand Russell, G.V. Vico, Hegel, Nietzsche, Ortega, Keiserling, Dilthey, etc.

Durante algún tiempo, Ledesma, después de haber pasado por la experiencia de escribir algunas novelas filosóficas, llegó a estar cada vez más interesado por el “problema de España” que había preocupado a otros intelectuales españoles de la Generación del 98, principalmente Unamuno. Inicialmente se enfocó en la cultura hispánica a nivel mundial. Sostenía que el declinar de España no se debía a un problema de carácter interno de la nación sino a sus derrotas externas. Por entonces había terminado de escribir un libro titulado “La filosofía, disciplina imperial”. Finalmente concluyó que España no podía volver a su grandeza de antaño mirando hacia atrás y que por el contrario necesitaba de una idea nueva y fuerte, una revolución de unidad y liderazgo, central y con un programa económico revolucionario que volviera a integrar a las masas con la firme disposición de afirmar la fuerza de voluntad, la violencia y la conquista de un nuevo lugar en el mundo. Lo que España necesitaba era algo parecido al fascismo.

A principios de febrero de 1931 reunió a nueve colaboradores, todos ellos más o menos de su edad, quienes tenían en común su juventud y formación universitaria, y firmaron su primer manifiesto político a la luz de unas velas en una oficina céntrica en lo que hoy es la Gran Vía madrileña con cuatro habitaciones sin amueblar. El 14 de marzo de 1931, con veinticinco años, un mes antes de la proclamación de la II República española, Ramiro pone fin a su etapa intelectual y pasa a la acción política editando un Manifiesto político que fue seguido de la edición del semanario “La conquista del Estado” – homónima de la italiana “La conquista dello Stato” de Curzio Malaparte -, bajo su dirección, en donde a su vez aparecerían las exigencias de su movimiento “Pedimos y queremos”. Hasta su clausura, salieron 23 números de este semanario, desde el cual articuló las bases del nacional-sindicalismo en España. El secretario era Juan Aparicio López, y el escritor Ernesto Giménez Caballero le dio su apoyo y colaboró en varios números. Además de Ernesto Giménez Caballero y Juan Aparicio colaboraron en el semanario Manuel Souto Vilas, Emiliano Aguado, Antonio Bermúdez Cañete, etc. El periódico estaba vinculado a dos consignas fundamentales: nacionalismo profundo y revolución de carácter económico-sindical.

En el semanario de “La conquista del Estado” se publicaban con frecuencia amplios párrafos del “Mein kampf” de Adolf Hitler, siendo el primer periódico que lo hizo en España, y de una forma siempre claramente a favor. En el cuarto número de “La conquista del Estado” se puede leer la proclama: «¡Viva la Italia fascista! ¡Viva la Rusia soviética! ¡Viva la Alemania de Hitler! ¡Viva la España que haremos! ¡Abajo las democracias burguesas y parlamentarias!”.

El principal interés de Ledesma era la justicia. Y tenía muy claro, que solo un patriotismo social puede reconquistar la voluntad de todos los españoles. Así, en un número de la publicación de “La conquista del Estado” dijo: “La tierra es de la nación. El campesino que la cultiva tiene derecho a su usufructo. El régimen de la propiedad agraria hasta hoy imperante ha sido un robo consentido y perpetrado por la monarquía y sus hordas feudales”. Esta fue otra constante en Ramiro, la de su preocupación por los problemas de la España campesina.

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Ramiro Ledesma deja claro en su libro “¿Fascismo en España?”, que él fue el primero en hablar de nacional-sindicalismo, antes que Francisco Rolao Preto en Portugal.

A nivel ideológico, el nacional-sindicalismo tenía los mismos componentes que el resto de los fascismos europeos: nacionalismo revolucionario, sindicalismo (o socialismo en otros países) soreliano, una filosofía de la historia inspirada en Oswald Spengler, y una filosofía de la vida nietzscheana, aunque en el caso español edulcorada por el tradicionalismo y el catolicismo, junto a una visión vitalista inspirada en el raciovitalismo de Ortega y Gasset, y en la generación del 98. La influencia de Ortega fue especialmente de sus obras “España invertebrada” y “La rebelión de las masas”.

El nacional-sindicalismo que defiende Ramiro es una doctrina estatista partidaria de una economía dirigida y de la planificación económica calificada como «sindicalismo nacional». “La Conquista del Estado” subrayaba en su núm. 14 que «el individuo ha muerto» y que su meta era «el Estado colectivista», y así anhelaba y confiaba en ganarse a ciertos sectores de la izquierda para un nacionalismo revolucionario en lo social. El ganarse a sus filas a los anarcosindicalistas era un objetivo largamente ansiado desde el principio por Ramiro, pues consideraba que el anarcosindicalismo español era el único movimiento social que no estaba supeditado y controlado por intereses venidos de fuera de las fronteras ibéricas, pero que nunca logró, y mucho menos ya después con el triunfo del pensamiento reaccionario franquista. Pero es claro que Ramiro lo intentó siempre, y fue en realidad el único que podía haber ganado a una parte de la izquierda para la causa del patriotismo revolucionario.

 Sus tesis están influidas a un tiempo por la línea ideológica de revolucionarios heterodoxos franceses e italianos como Georges Sorel, padre del sindicalismo revolucionario, y en algunos aspectos, prácticamente estéticos, también del anarcosindicalismo, al que consideraba el único foco político en España que no recibía órdenes de poderes internacionalistas. De hecho, la bandera rojinegra está tomada de ahí, y Ramiro consideró siempre a la central obrera anarcosindicalista, la CNT, como la fuerza motriz de la transformación social española.

Así, en el número 14 de ‘La Conquista del Estado’, ya aparecía una página entera dedicada al Congreso Extraordinario de la CNT, y en la cual afirmaba Ramiro: «Hemos de estar junto a la CNT en estos momentos de inmediata batalla sindical, en estos instantes de ponderación de fuerzas sociales. Así creemos cumplir con nuestro deber de artífices de la conciencia y de la próxima y genuina cultura de España».

Cuatro años después, y tras su ruptura con Falange Española en 1935, Ramiro escribía desde las páginas del número 3 de su semanario jonsista La Patria Libre” un llamamiento «al grupo disidente de la CNT, a los treintistas, al Partido Sindicalista que preside Ángel Pestaña, a los posibles sectores marxistas que hayan aprendido la lección de octubre del 34, a Joaquín Maurín y a sus camaradas del Bloque Obrero y Campesino», a los que les dice: «Romped todas las amarras con las ilusiones internacionalistas, con las ilusiones liberal-burguesas, con la libertad parlamentaria. Debéis saber en el fondo que esas son las banderas de los privilegiados, de los grandes terratenientes y de los banqueros. Pues toda esa gente es internacional porque su dinero y sus negocios lo son. Es liberal, porque la libertad les permite edificar feudalmente sus grandes poderes contra el Estado Nacional del pueblo. Es parlamentarista porque la mecánica electoral es materia blanda para los grandes resortes electorales que ellos manejan: la prensa, la radio, los mítines y la propaganda cara».

Y en su último semanario, “Nuestra Revolución”, del cual solo pudo salir un número, el 11 de julio de 1936, dedica un extenso reportaje en el mismo a la CNT con el siguiente título: «Ante la realidad nacional. Las fuerzas motrices de la transformación española: la C.N.T.»

Por ello, su programa causaría desde un principio gran revuelo entre los círculos socialistas y anarquistas españoles.

Fue el suyo un llamamiento de un Frente unido contra el sistema, y a él acudieron numerosos dirigentes y militantes de base de la CNT y del PCE, entre ellos, Francisco Guillén Salaya, Nicasio Álvarez de Sotomayor, Manuel Mateo, Olalla, Pascual Llorente, Enrique Matorras, José Guerrero Fuensalida, Luis Ciudad, entre otros. Todos ellos entendieron las consignas jonsistas de unir lo nacional y lo social, y juntos alzaron la bandera de la revolución proletaria nacional.

Para la difusión de sus ideas se sirvió de los 23 números de su primer semanario «La Conquista del Estado». Las J. O. N. S. (Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalistas) se fundaron el 30 de noviembre de 1931, junto a Onésimo Redondo Ortega.

En abril de 1932, Ramiro Ledesma pronunció una conferencia en el Ateneo sobre el tema “Fascismo frente a marxismo”, que alcanzó gran resonancia en la prensa.

Participó en el consejo de redacción del periódico «El Fascio», subtitulado “Haz hispano”, semanario que dirigió el periodista Manuel Delgado Barreto, del que salió un solo número el 16 de marzo de 1933 que fue secuestrado por la policía y en cuyo consejo de redacción participaron también Ernesto Giménez Caballero, Jose Antonio Primo de Rivera, Julio Ruiz de Alda, Rafael Sánchez Mazas y Juan Aparicio. Como curiosidad, en la cabecera de El Fascio” figura como dirección postal el «Apartado de Correos 546». Este Apartado 546 de Madrid será el mismo que, a partir de diciembre de 1933 figure como dirección postal del periódico “F.E.”, una vez constituida Falange Española en octubre de 1933.

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En mayo de 1933 salió el primero número de la revista doctrinal “JONS”.

Ledesma se acercó a Falange Española, con la que terminó fusionándose, formando él mismo parte del triunvirato, por fusión de ambas formaciones políticas, en la nueva organización, FE de las JONS, junto a José Antonio Primo de Rivera y Julio Ruiz de Alda en febrero-marzo de 1934.

En noviembre de 1934 redactó, por encargo de la Junta política que él mismo presidía, el Anteproyecto de los Estatutos que contenían los veintisiete puntos de la Falange, que serían retocados, para su aprobación definitiva, por José Antonio. 

Sin embargo, Ledesma Ramos se escindió de la formación en enero de 1935, interpretándose su salida desde los antiguos jonsistas como fruto de su disconformidad con la evolución de FE de las JONS, próxima al reformismo burgués y alejada de la vía revolucionaria proletaria que decían defender sus partidarios. Por su parte, la ortodoxia falangista considera que el verdadero motivo se hallaba en su desacuerdo en la no respuesta violenta de la Falange a los numerosos ataques recibidos, principalmente por parte de las Juventudes Socialistas, y tras la revolución de octubre de 1934.

Los jonsistas tenían sus reservas respecto a los falangistas en cuanto a su capacidad revolucionaria, procedentes como eran de capas burguesas y acomodadas. Y los falangistas recelaban de los jonsistas, que al ser en su mayoría de origen obrero podrían proletarizar en extremo peligroso a la Falange y especialmente por la presencia, de entre aquellos de exmilitantes de la izquierda que pretendían conservar modos y tácticas izquierdistas.

Tras su ruptura con la Falange, Ramiro llevó a cabo un intento fallido de reactivación de las JONS como organización independiente con su nuevo semanario, “La Patria libre” (del que sólo salieron siete números, el último el 30 de marzo de 1935), y se mantuvo claramente alejado de Falange. En el año 1935, escribió y publicó sus libros “Discurso a las juventudes de España”, y “¿Fascismo en España?”.

En mayo de 1936 visitó a José Antonio en la cárcel Modelo de Madrid, donde se encontraba éste preso por las autoridades republicanas desde marzo de 1936, y le ofreció de nuevo su ayuda a título personal.

El 11 de julio de 1936, salió el primer y único número del que sería su último semanario, “Nuestra Revolución”, cuyo equipo de redacción estaba formado por nueve colaboradores. En dicho periódico, donde pedía a sus lectores «apoyos, adhesiones, hombros que se junten con los nuestros para llevar al triunfo la bandera social, nacional y revolucionaria que hoy necesitan de modo urgente los españoles», lanzó la que sería su última consigna: “Por la continuidad de nuestra nación. Por los intereses de todo el pueblo y contra sus enemigos”.

Estalla la guerra civil española, y Ramiro es detenido el 1 de agosto e ingresado en la cárcel de Ventas por su supuesta vinculación con los sublevados, pese a que Ramiro no secundó el levantamiento del 18 de julio

En una saca de presos políticos, junto con Ramiro de Maeztu, y treinta presos más es fusilado en el cementerio de Aravaca en la madrugada del 29 de octubre de 1936.

Tal vez la mejor definición de la muerte de Ramiro Ledesma la diera José Ortega y Gasset, su antiguo maestro, cuando se enteró de ella en París y dijo: «No han matado a un hombre, han matado a un entendimiento”.

Su programa ideológico quedó condenado al ostracismo durante el régimen franquista. Lógico, tratándose éste de un régimen que fue terreno de pasto de los tecnócratas, del oscurantismo del nacional-catolicismo, y del imperialismo yanqui después de la Segunda Guerra Mundial.

Por eso, puede decirse que Ramiro Ledesma fue principio y fin de la revolución en España, ya que fue el primero en alzar la bandera revolucionaria con el semanario “La conquista del Estado” en 1931, y también fue la última oportunidad que abrió y cerró con su última iniciativa editorial, el semanario “Nuestra Revolución” en 1936. Después, nada. Sólo retórica y nostalgia, pero nada más.

 

Autor

REDACCIÓN