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El caso Rubiales tiene dos cuestiones: el acoso de ese feminismo zafio, chabacano, ridículo y violento que no es el propio de la mayoría de las mujeres, pero que se impone por ley, y la corrupción en la gestión llevada a cabo por el señor Rubiales como presidente de la Real Federación Española de Fútbol.
En cuanto a lo primero, tendríamos el “pico”, beso dado en un momento de entusiasmo celebrativo y muy propio en el deporte. “Pico” que a la chica en cuestión no pareció molestar, ni en el momento de la acción supuestamente delictiva ni en el transcurso de su vuelta a España. Lo que induce a pensar que la “no ofendida” se vio “ofendida” tras la presión política y mediática que se desencadenó, al margen de que estuviera fuera de lugar y fuera desproporcionada… Delito penal que no se sostiene.
Es la segunda cuestión la que verdaderamente debería importar. La corrupción generalizada en la gestión del señor Rubiales al frente de la RFEF, que, vista su trayectoria, ha ganado en prepotencia y osadía a la realizada por sus dos anteriores presidentes: sueldos desproporcionados, dietas injustificadas, contratos opacos, clientelismo… Mafia.
En cuanto a buscar alguna justificación al señor Rubiales, decir que, como en el cuento del “alacrán y el elefante”, todo lo hecho y mostrado por el susodicho va en su “naturaleza”: hortera y sin formación, de escasos principios ético-morales y del PSOE, condición ésta que al muchacho le viene de familia… Suficientes condicionantes para cualquiera.
Por eso, cuidado con esas defensas a ultranza y sin sentido que pueden hacer tomar decisiones equivocadas.
En cuanto a sus dos adláteres, de pinta tan extraña: Luis de la Fuente Castillo, entrenador de la Selección española de fútbol, y Jorge Vilda, de la Selección femenina, lo suyo es que corrieran la misma suerte que el amo de la finca y por dos razones, primero por pelotas y luego por traidores.
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¿Y qué coño pinta Vox en esto?.
Esa maledicncia ha salido de la cantera de inutiles que hacen la propaganda al PP
«En cuanto a buscar alguna justificación al señor Rubiales, DIGO / DEBO DECIR / HAY QUE DECIR…»
Ya está bien con el tarzanismo, Pablo, por favor.