17/05/2024 10:06
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Alguien, ahora no recuerdo el nombre, me preguntó un día por mi país, me dijo algo así como “oye, me estoy planteando ir a vivir a España, ¿qué tal se vive allí?”…

Por entonces yo vivía en Venezuela y recuerdo que le respondí (ingenuo de mí): “hombre, nada qué ver con esto, España será lo que tú quieras pero al menos y aunque tarde, se hace justicia, los corruptos al final acaban entre rejas”

Poco después regresé y de hecho lo hice cambiado. Hasta entonces nunca había sido yo uno de esos que siente la patria, pero anhelar lo que nunca valoraste siempre te hace meditar sobre lo importante de la vida; y yo anhelé, eché de menos a mi gente (eso lo primero), pero también mi tierra, nuestra forma tan peculiar de ver la vida, el cachondeo, la comida, el discutir sobre cualquier asunto sin importancia…En definitiva, eso que se llama España.

El Miguel que regresó era muy diferente al que había marchado casi 5 años atrás, en cierto modo sentía vergüenza al verme tan distinto a como lo era antes, me sentía un gilipollas que había espabilado al darse de bruces con la realidad. Ya no creía en revoluciones, ya no tenía “esperanza” en un cambio político con el pueblo tomando el control, decidiendo sobre su destino, haciendo grande un país como el nuestro… No, porque al regresar, lo único que quería era trabajar, sacar adelante a mi familia, que mi hijo tuviera la oportunidad de desarrollarse personal y profesionalmente en un lugar no perfecto pero al menos “un estado de derecho”, sin tener que jugarse la vida en cada calle, sin que faltase lo más básico (comida, servicios, seguridad); de nuevo fui un ingenuo, porque resulta que todo lo malo de lo que huía, fui viéndolo reproducido aquí en España, lenta, pero inexorablemente.

¡Cómo es la vida!, cuando crees que ya lo viste todo, resulta que te tiene preparada otra sorpresa.

Poco después de mi regreso, decidieron encerrarnos por culpa de un virus al que nadie aisló, al que sin embargo, los medios de comunicación al unísono, de forma absolutamente orquestada culpaban de todos nuestros males y peor aún, justificaban todas las tropelías que a los que dirigen nuestro país, se les iban ocurriendo atentando de forma flagrante contra la libertad individual de cada uno de los españoles. ¡Claro!, yo me decía a mí mismo “esto tenemos que pararlo”, pensaba de nuevo ingenuamente “la gente debe darse cuenta de que nos toman el pelo” y en casa, reflexionaba sobre la forma en la que organizar a todos esos (muchos pensé, de nuevo ingenuamente) que yo pensaba estarían como yo y denunciar públicamente los abusos de los políticos (en esos días, también de médicos, de medios de comunicación y de policías). Y es que en el fondo, pensaba que lo único que quedaba en España para salvarnos era la justicia… ¿Justicia?

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“¡Qué ingenuo Miguel!”, me dijo otro amigo (este se llama Fernando)

Fernando, me contó el funcionamiento de la justicia en España, desde dentro, él lo conocía perfectamente porque durante muchos años ejerció como juez hasta que empezó a denunciar corruptelas. Me dijo que no, que la justicia ya no existe en España, que este país se ha convertido en el cortijo privado de una banda que usa su poder para retorcer el derecho y represaliar al que, como él, denunció los chanchullos que mueven muchísimos juzgados a lo largo y ancho del país.

Pero mi amigo no fue el único juez que me contó todas estas fechorías, hablé con otros que como él, desde dentro, también habían visto cómo a su alrededor, medraban los mediocres que sin escrúpulos, usaban los juzgados para fines personales, lucrativos, delinquiendo, beneficiando a amigos y perjudicando a terceros a los que generalmente: arruinaban, calumniaban, desprestigiaban o incluso encerraban.

Yo, en estado de shock, no podía creer todo lo que me contaban, porque entonces, al pueblo sólo le queda el pueblo (pensaba), ninguna institución va a ayudarnos a -como diría el Quijote- “desfacer entuertos”

Ingenuo de mí, porque ya ni siquiera nos queda el pueblo, ¿dónde está el pueblo?

Desde luego el 28 de junio (ayer) no estuvo donde tenía que haber estado, que era en Madrid delante de la audiencia nacional para mostrar de forma pacífica, pero firme su contundente rechazo a una manifiesta injusticia, puesto que en su interior, unos señores con toga estaban dictando prisión para aquellos que, simplemente denunciaron algo tan feo como que algunos de ellos (los togados) y otros personajes públicos, tanto de la política como de los medios de comunicación, tendrían presuntas cuentas en paraísos fiscales.

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¿Justicia?, evidentemente no, porque en lugar de investigar la veracidad de esas presuntas cuentas, al final, los denunciantes (por cierto, todos amigos míos), han terminado en prisión mientras la prensa, al igual que hizo con el dichoso virus al que nadie aisló, repite al unísono, de forma maliciosamente orquestada, que el juez Fernando Presencia, Alberto Royuela, Santiago Royuela, Juan Martínez, Lidia Reina, Álex Diges y Álvaro Arteaga, pertenecen a una organización criminal, que vive de falsificar cuentas de terceros para sacarles la pasta a sus seguidores con la excusa de denunciar corrupción

¿Parece de coña verdad?

Pues no, es simplemente la realidad de este país en el que la gente (que ya no es pueblo), está siendo dirigida por unos medios de comunicación orquestados al unísono por una panda de golfos, que a su vez dirigen a políticos y se valen sobre todo, de un sistema judicial presuntamente putrefacto que cree que la justicia, es simplemente, que a ellos no se les pueda tocar.

Y esto, lamentablemente es la realidad y ¿por qué?

Porque el pueblo no está nunca donde debe estar, que es protestando contra la injusticia

 

Porque ahora más que nunca, necesitamos a españoles que griten alto y claro:

 

LIBERTAD PARA LOS DENUNCIANTES DE CORRUPCIÓN

 

Así como a jueces, magistrados, fiscales y letrados, oponiéndose a quienes manchan el derecho que ellos tuvieron que estudiar un día y que deberían honrar.

 

Y la verdad, no los veo

 

Lamentablemente España, cada día se parece más a Venezuela,

 

Pero al menos, yo ya no soy un ingenuo.

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Aliena

Entiendo, según usted la Justicia funcionaba en España hasta la llegada de Sánchez I de las Desgracias, ¿no? Pero con Felipe González y la abyecta Ley Orgánica del Poder Judicial todo eran días de vino y rosas. Y, para colmo, España es «el cachondeo» ( ¿nos va a quitar nuestra condición de españoles a los que no pensamos de igual forma para sustituirnos por gente más «cachonda»?, pues la sana alegría es una cosa, y el «cachondeo», otra). Y la Venezuela de las narices, que se diría su secreto deseo de tanto como la nombras ( en seria pugna con «los nazis» de toda laya ). Así nos va.

Última edición: 10 meses hace por Aliena
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