Querida madre que estás a punto de matar la vida que se gesta en tus entrañas:
Ruego que me disculpes si con estas líneas pretendo espolear e incomodar tu conciencia. Una carta a la madre que va a abortar porque quizá nadie que te quiera va a escribirla. Eres una decisión personal sin vuelta atrás; te llamo madre porque la génesis forma ya parte de tu experiencia; de ti depende que sea experiencia de vida o de muerte, y en esa sencilla disyuntiva, sólo fácil en lo aparente, apuestas más de lo que crees sobre la mesa del despacho donde aguardan documentos que suponen para ti una sentencia trascendente, tanto como definitiva, sin retorno. La mente te saciará de dolor hasta que te acostumbres a no poder soportarlo si te decantas por encarcelarte en el quirófano que te promete liberarte de un lastre que, sin embargo, llevarás contigo hasta tu propia tumba. Lo peor, es que la muerte no es el final si se yerra. Es sólo un principio de recapitulación. Tu aborto despedazado en una bolsa será intemporalmente enterrado contigo.
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