03/05/2024 04:56

El 28 de diciembre se conmemora el día de los Santos Inocentes, que hemos convertido en un motivo más de jolgorio, para alegrar las fiestas navideñas con bromas e inocentadas que nos hacen reír, pero cuando uno repara en qué es lo que hay detrás de esta celebración, la cosa ya no tiene tanta gracia. Lo que en esta fecha se trata de conmemorar es el cruel infanticidio, perpetrado por Herodes, quién por miedo a perder su reino, sin reparo alguno, pasó a cuchillo a unos niñitos menores de dos años que pacíficamente dormían, jugaban o estaban en brazos de sus madres, quienes nada pudieron hacer para evitar la masacre. Espectáculo triste y desconsolador donde los haya y aterrorizados nos preguntamos hoy cómo pudo suceder semejante salvajada, sin reparar siquiera que, en nuestro mundo super civilizado de los Derechos Humanos, regulado democráticamente por seductoras leyes progresistas, ahora, en este mismo momento, miles de niñitos inocentes están muriendo de hambre o esos otros a quienes bruscamente se les despierta de su sueño feliz, para ser arrojados violentamente del seno materno. Niñitos inocentes dejarán de sonreír, ya no soñarán más y sus ojitos se cerrarán para siempre antes de haber conocido la luz, se habrán ido antes de experimentar a qué sabe una caricia materna. Todas las fechas del año se necesitarían y aun se quedarían cortas, para resaltar en rojo el día de estos niños sin rostro, que se fueron para siempre rebosantes de inocencia, antes de haber nacido.

Los niños no nacidos a causa del aborto consentido son la lacra de nuestra sociedad, que pasará a la historia como un monstruoso genocidio y que Monseñor Jesús Sanz Montes ha definido como una versión macabra de los Santos Inocentes. Yo no escribo este artículo para condenar a sus madres, no es esa mi intención. ¿Quién soy yo para juzgarlas? Diré más, se me antoja que ellas son también víctimas de una sociedad deshumanizada que las coloca entre la espada y la pared. ¿Qué madre estaría dispuesta a abortar si dispusiera de los medios suficientes para llevar su embarazo a feliz término? El aborto no es ninguna perita en dulce, sino una de las experiencias más tristes y traumáticas en la vida de una mujer. Lo es antes, en el momento de las angustiosas deliberaciones, donde confluyen sentimientos enfrentados, lo es durante, en que la paciente tiene que someterse a una intervención dolorosa física y psíquicamente, pero sobre todo especialmente traumáticas son las secuelas de después, que la dejarán marcada para toda la vida, algo que tan certeramente supo expresar R. M. Rilke en estos profundos versos: “Madres que no pueden cerrarse porque aquella tiniebla echada fuera con el parto, quiere volver y empujar para entrar.”

Por si alguien pudiera pensar que todo esto es puro sentimentalismo, voy a descender al frío lenguaje de las estadísticas, que nos muestran a las claras que las madres que deciden abortar lo hacen porque se encuentran en situación desesperada, fruto de una cierta coerción social. El informe que nos ofrece la Organización Social Privada REDMADRE, que se dedica a ayudar a las mujeres embarazadas, asegura que el 80% decide continuar con su embarazo. Cuando ven un poco de luz en el túnel oscuro en que se encuentran. Un dato revelador es que 92,71% de mujeres embarazadas desistieron de abortar cuando recibieron el apoyo necesario y se cree que si el resto no lo hace es porque se siente coaccionada por su entorno y personas próximas.

Preciso es saber cuáles son esos obstáculos que se interponen para que las mujeres puedan seguir con su embarazo: Los estudios nos revelan que pueden ser de diversa naturaleza. Unos son de tipo económico, se trata de embarazadas que viven en situación de extrema pobreza y carecen de todo recurso para hacerse cargo de esa situación. Otros impedimentos son de índole laboral; trátase de mujeres trabajadoras que se ven en la tesitura de ser despedidas si continúan con el embarazo, quedando en la calle en el más absoluto desamparo. Los hay por graves problemas de salud. Se puede dar incluso la presión por parte de los familiares más próximos que les obligan a abortar o también el caso contrario, un miedo reverencial a los padres, tanto que para que éstos no se enteren de su embarazo se ven obligadas a abortar. Los obstáculos a los que se enfrentan muchas mujeres embarazadas pueden ser muchos y variados, si bien ninguno de ellos resultaría inamovible, si contaran con la ayuda que a su debido tiempo se les puede dispensar. La pregunta ahora es. ¿Hay voluntad política de acabar con los abortos? ¿A quiénes apoyan los Estados, a los mercaderes de la muerte o a esas angustiadas embarazadas y a los niños que tienen derecho a nacer?

Para no aburrir con cifras interminables, me limitaré a dar algunos datos y que cada cual, en conciencia, saque las conclusiones pertinentes. La ONU niega al no nacido el derecho a la vida. En España de cada 10 euros del dinero público 9 se destinan a pagar abortos y 1 solo a ayudar a salir adelante a las mujeres embarazadas. A quienes acuden a las clínicas abortivas no se les informa debidamente de lo que supone un aborto, ni de sus funestas consecuencias, ni de sus posibles soluciones. Ante semejante situación, se me ocurre decir a quienes tienen la facultad de decidir sobre este trascendental asunto, que si ellos no son capaces de encontrar una alternativa más justa y humana al aborto, al menos que no entorpezcan la labor de quienes han dado con la solución y se les permita trabajar con toda libertad, pues las noticias que nos llegan son francamente desalentadoras al respecto. La ley castigará penalmente a quienes se acerquen a las clínicas abortivas a rezar el rosario y ofrezcan ayuda humana, moral y económica a quienes se encuentran en situación desesperada. No intentan lavar el cerebro a nadie, solo tratan de echarles una mano. Se resisten a participar del silencio cómplice, eso es todo, y aunque la sociedad entera tenga asumida la legalidad abortiva, ellos no se rinden y seguirán luchando a favor de la cultura de la vida. Si alguien pone en duda lo que estoy diciendo que se dé una vuelta por ejemplo por la Clínica Dator de Madrid. Calle Hermano Gárate, 4el 28 de diciembre o un primer viernes de cada mes

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Quisiera dirigirme a esas madres que están atravesando por un momento difícil, para decirles que traten de penetrar en los sentimientos de ese pequeño ser que llevan dentro, que una madre como ellas, Francisca Abad, ha puesto voz a un niño que está en el vientre de su madre, en un bello poema que termina así:

Deja que nazca para poder amarte,

protégeme ahora que estoy tan desvalido,

que yo sabré también a ti cuidarte

cuando estés débil tú y yo crecido”

Y ¿ cómo no? También quisiera dirigirme a vosotros, pequeños míos, a quienes una sociedad cruel e injusta os impidió nacer. Tengo la esperanza cierta que en algún lugar del cielo Alguien os esperaba con infinito cariño, para recompensaros y llenar vuestro corazón en ciernes de esa ternura que nosotros fuimos incapaces de daros. Una cosa quiero pediros, solo una, que sepáis perdonar nuestro vergonzoso crimen, porque si no lo hacéis, va a ser muy difícil que la Humanidad entera pueda un día reconciliarse consigo misma.

Autor

Angel Gutierrez Sanz
Angel Gutierrez Sanz
Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid, habiendo obtenido la máxima calificación de “Sobresaliente cum laude”. Catedrático de esta misma asignatura, actualmente jubilado. Ha simultaneado la docencia con trabajos de investigación, fruto de los cuales han sido la publicación de varios libros y numerosos artículos. Sigue comprometido con el mundo de la cultura a través de la publicación de sus escritos e impartiendo conferencias en foros de interés cultural, como puede ser el Ateneo de Madrid. Su próxima obra en la que lleva trabajando bastante tiempo será “El Humanismo cristiano en el contexto de una Antropología General".
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Alvar

No se aborta porque las circunstancias maternas sean difíciles; eso es una milonga buenista, es mentira. Se aborta porque se ha destruido la moral sexual; hedonismo egoísta e irresponsable.
Y por supuesto que debe estar penalizado, el mayor de los crímenes debe tener la mayor de las penas.

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