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De tanto hablar con el Mundo, la Iglesia acaba por adoptar sus manías. Una de las más utilizadas es la «invención de vocablos» _para reírse del pueblo_… (Pedro Sánchez y el Socialismo, lo dominan a la perfección y destruyen la nación mientras se ríen del pueblo) Pues bien, al parecer, en Roma se suman ya a esa práctica y también se sacan de la manga vocablos para adoctrinar a los católicos. He aquí un ejemplo: el «indietrismo».
He intentado «asimilar» la lección pero no me resulta fácil.
Una de mis primeras diligencias ha sido tratar de averiguar si el Divino Maestro fue un «indietrista» y, si les aconsejó a sus Apóstoles algo en esa dirección y, sinceramente, no he hallado en que apoyarme…
A lo largo de mi vida, he leído y releído el Nuevo Testamento y normalmente me resulta fácil ver si lo que me dicen se ajusta a sus enseñanzas pero, en este caso, no encuentro en él nada que me invite al alistamiento en esa nueva forma de «ser un católico ilustrado», por lo tanto, voy a ser un tradicionalista de los de siempre, aunque me cataloguen entre los indietristas.
Nunca me he creído un genio pero, eso sí, estoy _convencido de no ser tonto_, pues no parece apoyarlo el hecho de recibir de tu Universidad la medalla de oro de «Primer Expediente» (en España: «Número uno de la Promoción») y. al mismo tiempo, adornarte con orejas de burro. Pero no tengo reparos en proclamar mi incapacidad para llegar al meollo del significado de «indietrismo» y para solicitar del papa una _encíclica sobre el tema_, para que nos podamos aclarar sobre ese problema, sin duda alguno, muy relacionado con la sana teología.
Leyendo la información al respecto topo con este párrafo: _»Francisco subrayó que «el Concilio _está todavía en vías de aplicación_. Y sé que las resistencias son terribles. Hay un «_restauracionismo_»increíble__. Lo que yo llamo en italiano ‘indietrismo’…»_
Veo que, por otra parte, apoya su opinión sobre el «Commonitorium» de san Vicente de Lerins (un libro fundamental en latín y español que, tengo siempre a mano) en él plasma su definición de «lo católico»– que, luego, la Iglesia hizo propia: _»…id teneamus quod ubique, quod semper, quod ab ominibus creditum est_», que –en atención a los nuevos graduados universitarios, sin idea ya, del griego, ni del latín– se traduce así:
_»_(Es católico)… aquello que ha sido creído_ en todo lugar, siempre y por todos». _
Esa doctrina católica invita a preguntarle al papa Francisco: «Eso que Su Santidad sostiene sobre ‘el restauracionismo’ de quienes defendemos la Tradición», ¿ha sido creído así «en todo lugar, siempre y por todos los católicos»? Es una pregunta evidentemente lógica y consecuente, pues se ajusta a las exigencias de la doctrina del lerinense y de la Iglesia, a lo largo de los siglos, para ser tenida «por católica». O sea que, si es un invento postconciliar no tiene el «peso» exigido por la Iglesia de Cristo como defensora de la verdadera fe.
Por otra parte, por más ataques que surjan contra la Tradición perenne personalmente tendré claro que la Revelación es «inmutable» y por lo tanto lo opuesto a la «evolución» y al pseudo «aggiornamento»– de la índole que sea–. Con lo cual me atengo _a la «orden tajante»_ de San Pablo y no reconozco la «novedades», ni admito eso de la «enfermedad nostálgica», pues solo se tiene nostalgia de lo que se ha perdido, nunca de lo que sigues teniendo vigencia, en este caso «la Fe de siempre» cuya sustancia tiene dos elementos fundamentales e inalterables: Revelación y Tradición.
El progreso del Catolicismo no está en la «evolución» sino en la «consolidación», en la «expansión» y en la «profundización» de lo conocido por la Revelación total que nos dejó Cristo en sus enseñanzas evangélicas. Defenderla –tal como siempre ha sido, es y será–, nunca es «retroceder». ¡No sea sofista!, ni manipule a San Vicente de Lerins. El verdadero retroceso, la verdadera herejía, es «cambiar» lo «inmutable».
Las leyes que rigen el mundo, tanto físico, como moral, filosófico o de cualquier orden, son absolutamente inmutables. Estaría loco–por ejemplo– quien soñase con anular la ley de la «atracción de las masas». La razón es obvia: trastornaría el orden del Universo. Este criterio es válido siempre.
Autor
- GIL DE LA PISA ANTOLÍN. Se trasladó a Cuba con 17 años (set. 1945), en el primer viaje trasatlántico comercial tras la 2ª Guerra mundial. Allí vivió 14 años, bajo Grau, Prío, Batista y Fidel. Se doctoró en Filosofía y Letras, Universidad Villanueva, Primer Expediente. En 1959 regresó a España, para evitar la cárcel de Fidel. Durante 35 años fue: Ejecutivo, Director Gerente y empresario. Jubilado en 1992. Escritor. Conferenciante. Tres libros editados. Centenares de artículos publicados. Propagandista católico, Colaboró con el P. Piulachs en la O.E. P. Impulsor de los Ejercicios Espirituales ignacianos. Durante los primeros años de la Transición estuvo con Blas Piñar y F. N., desde la primera hora. Primer Secretario Nacional.