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“Idiocracia” es una película de 2006 que nos presenta una sociedad futura absolutamente idiotizada. Sus protagonistas, Joe, un sargento del ejército, y Rita, una prostituta, son elegidos por su absoluta mediocridad y son hibernados en un experimento militar. Las cosas salen mal y los dos protagonistas son descongelados accidentalmente 500 años después. La sociedad en la que despiertan es una humanidad ignorante y retrasada. El presidente de Estados Unidos es un exluchador y actor porno, los sillones tienen incorporado un retrete para que no tengas que dejar de ver la televisión y se riega las plantas con una bebida energética porque tiene electrolitos. En semejante sociedad de majaderos, Joe se convierte en el hombre más inteligente del planeta. Lo más curioso es que muchos de los artículos sobre esta película identifican a este mundo de idiotas con la América de Donald Trump, porque la realidad es que es el progresismo el que puede convertir esta distopía en realidad. Después de pervertir la biología, el lenguaje y el sentido común, las matemáticas son la nueva víctima de lo políticamente correcto. Para los miembros del departamento de educación de Oregón (ODE), las matemáticas son un nido de “supremacía blanca”.
Según Fox News, la ODE está promocionando un programa para “desmantelar el racismo en las matemáticas” y para animar en la formación en “etnomatemáticas”. El boletín de la ODE, enviado durante la primera semana de febrero, anunció la celebración de un primer curso de “camino a la Equidad Matemática” dirigido a profesores de secundaria, un curso que ofrece a los maestros un conjunto de herramientas para combatir el racismo. Para ese noble propósito el curso señala 14 elementos asociados con la “cultura de la supremacía blanca” presentes en las aulas de matemáticas. Entre estos elementos encontramos el individualismo, la objetividad y el perfeccionismo. El racismo está presente en “la creencia de que existe algo como ser objetivo o neutral”, en ideas como que “el enfoque está en obtener la respuesta correcta”, o en que los estudiantes estén “obligados a mostrar su trabajo”. La maldad del hombre blanco no conoce límites.
¿Qué pueden hacer los profesores ante semejante iniquidad? La Equidad Matemática es la respuesta. “El concepto de que las matemáticas son puramente objetivas es inequívocamente falso. Por tanto, mantener la idea de que siempre hay respuestas correctas e incorrectas perpetúa la objetividad, así como el miedo al conflicto abierto”. El programa señala que no hay que enfocarse en una única respuesta correcta, sino “presentar al menos dos respuestas que puedan resolver el problema”. Ante preguntas estandarizadas en las que solo hay una respuesta correcta, la Equidad Matemática señala que “se deben justificar otras respuestas desglosando las suposiciones que se hacen en el problema”. Además de estas herramientas, la formación en “etnomatemáticas” permitirá a los profesores “identificar y desafiar las formas en que se utilizan las matemáticas para defender los puntos de vista capitalistas, imperialistas y racistas”.
El director de comunicaciones de la ODE, Marc Siegel, defendió el programa Equidad Matemática argumentando que “ayuda a los educadores a aprender herramientas clave para el compromiso y a desarrollar estrategias para mejorar los resultados equitativos para los estudiantes negros, latinos y multilingües”. Es decir, se trata de medidas de discriminación positiva. Si determinados grupos presentan un menor rendimiento en determinadas áreas, la solución es hacer una enseñanza equitativa, discriminando a los grupos con mayor rendimiento y reduciendo los estándares para el resto. La parodia “Educación progresista” (https://youtu.be/qCB9Zz2bMJs) se está convirtiendo en una realidad.
La Equidad Matemática es el último despropósito dentro de la campaña antirracista del profesorado izquierdista de Estados Unidos. Para estos comisarios políticos la educación occidental está imbuida de supremacía blanca. Otro ejemplo es el denunciado por The Daily Wire. En San Francisco las autoridades educativas se han embarcado en una campaña para cambiar los nombres de 44 escuelas, porque, hasta ahora, los nombres de los centros estaban relacionados con la “supremacía blanca”. Leyendo esto, uno pensaría en que las escuelas de San Francisco tenían nombres como Nathan Bedford Forrest, fundador del Ku Klux Klan y por cierto del Partido Demócrata, o de destacados supremacistas. Pero no, entre los nombres a ser eliminados nos encontramos a Abraham Lincoln porque, según los progresistas, no demostró que “las vidas negras le importasen”. Además, mientras los confinamientos y cierres de escuelas han visto un aumento del número de suicidios de estudiantes y de problemas de salud mental, la junta escolar de San Francisco se pasó dos horas debatiendo si el padre gay de un niño de raza mixta era lo suficientemente diverso como para formar parte de un consejo asesor de padres formado, actualmente, solo por mujeres. Si no le ponemos remedio, la “idiocracia” progresista, o más bien la “absurdocracia”, puede superar con mucho la ficción cinematográfica.
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