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Llegué a este libro por esta reseña (En torno a una biografía de Francisco Largo Caballero). El libro se puede leer aquí, pero no recomiendo la lectura, salvo a historiadores que necesiten investigar el tema o la época. Para el aficionado es suficiente leer el artículo indicado, que presenta un excelente resumen biográfico de “Paco Largo”, el estuquista y llegó a Presidente del Consejo, como se llamaba en la República al presidente del gobierno.
El artículo hace una valoración del libro después del resumen de su contenido biográfico. Nos enteramos así de que aún no hay biografías académicas de Prieto ni de Besteiro, y de que solo la había de Negrín, un turbio advenedizo; los memorialistas prefieren chupar subvención removiendo huesos de dudosa procedencia a meter horas en archivos y hemerotecas. Ahora tenemos también esta biografía de Largo Caballero, de la que se dice en el artículo, de Pedro Carlos González Cuevas, que será una obra de referencia sobre el personaje.
González Cuevas considera al libro no apologético pero sí “matizadamente favorable”, yo lo veo netamente favorable, aunque no oculta las sombras del personaje, que son ciertamente alargadas. Estoy de acuerdo en que “Aróstegui hubiese querido ser más favorable al personaje; pero que sus crasos errores políticos e históricos son tan evidentes que una apología sin fisuras parece imposible.” Creo que está muy bien visto.
Largo Caballero fue un oportunista que jugó a la revolución en el 17, y después a la cooperación con la Dictadura de Primo de Ribera; a la rebelión contra la Monarquía en el año 30, y a la cooperación con la República “burguesa”. Volvería después a rebelarse contra esta, y sin solución de continuidad a la cooperación táctica con los republicanos “burgueses” de izquierdas en las elecciones del 36. Alcanzaría la presidencia en la Guerra Civil pidiendo paso a esos republicanos “burgueses” de izquierdas para presidir un gobierno obrerista, y sería apartado por los comunistas en menos de un año, y después echado a un lado en el propio el PSOE. Un fracaso como político. Salvó los trastos de su biografía al sobrevivir a la derrota de Alemania, lo que le permitió dejar por escrito una pequeña venganza literaria con sus memorias. Eso es todo.
Como persona, no resultaba un tipo simpático ni a los suyos:
A ese respecto, podemos destacar aspectos dignos de tenerse en cuenta en su trayectoria vital: su formidable voluntad, su honradez, su eficacia como organizador, etc. Sin embargo, destaca igualmente, como el propio Aróstegui señala, su exclusivismo clasista, su frialdad, su espíritu burocrático, su tozudez y dureza, ese “calvinismo de izquierdas” a que hizo referencia otro biógrafo del líder socialista, Juan Francisco Fuentes, lo hacen, a mí al menos, profundamente antipático. Parece un hombre sin auténtica intimidad, sin aficiones culturales o estéticas.
… personalmente, un individuo unidimensional, marcado de modo indeleble por sus orígenes sociales, que no pudo liberarse de sus resentimientos; …
Sí; no parece muy simpático. Además, su honradez en la gestión del día a día fue solo una capa de barniz y resulta especialmente peligrosa cuando debajo tenemos a un fanático que se creyó la tontería del proletariado como “portador de la objetividad histórica” y por tanto desprecia los intereses de la otra parte y que practica un oportunismo sin escrúpulos que alterna la cooperación y la rebelión sin ningún tipo de reservas morales ni psicológicas. Equivocado es que prediquen la lucha de clases, pero lo verdaderamente indignante es que no acepten que la otra parte tenga derecho a defenderse con sus mismas armas.
En cuanto al autor del libro, leo este resumen en la wikipedia:
Nacido el 24 de julio de 1939 en Granada, Aróstegui estudió con una beca en el granadino Colegio Mayor Isabel la Católica. Cursó estudios universitarios en la Universidad de Granada y en Madrid. Obtuvo una cátedra de enseñanza media en un instituto vitoriano en 1967. Se doctoró en Historia con la lectura en 1970 de El carlismo alavés y la guerra civil de 1870-1976, una tesis dirigida por Vicente Palacio Atard.
Obtuvo la cátedra de Historia en la UCM en 1984. Jubilado, entre 2009 y 2012 ejerció de catedrático emérito.
A lo que parece medró de forma lenta pero continua desde los años sesenta, con libros sobre el carlismo (no se si simpatizantes con él) durante el régimen franquista y reivindicaciones de un golpista como Largo Caballero en el actual régimen democrático.
Como indicado, el artículo mencionado arriba tiene un resumen suficiente del contenido para el mero aficionado o simple degustador de historia. La colección de extractos que traeremos aquí amplía el contenido del artículo; es un resumen muy esquemático del libro, centrado en las cosas que más me han interesado.
Introducción. El hombre más representativo de su clase
«El proletariado español ha perdido al hombre más representativo de su clase».
Una majadería. Una persona no puede representar sino a sus asociados o votantes, nunca a una “clase”. La “clase” no le pudo dar ninguna representación, porque no existe. Da una idea del mundo mental de Rodolfo Llopis, amigo de Caballero y autor de la frase.
Desde la intuición, llegaría a percibir la clase casi como una realidad material. Y, para que fuese tal, habría de moldeársela y, sobre todo, debía ser organizada.
Esto es de Aróstegui. Y es una muestra de la tónica del libro, en que nuca me queda claro si habla desde el punto de vista de Largo Caballero o el autor habla desde el suyo propio. Si fuera el primer caso, habría que advertirlo. Pero Aróstegui no lo hace, por lo que parece que hace suyos muchos de los delirios marxistas de Caballero al no advertir de que se trata de delirios, ni tratar de contradecirlo.
… al dejar los cargos no he tenido que volver a la clase obrera, porque jamás salí de ella; me ha bastado con sustraerme a los halagos y las comodidades personales, sabiendo que mi puesto no podía estar más que en el campo obrero. Porque la redención de la Humanidad solo puede hacerla la clase obrera.
Esto último son palabras de Caballero. Muestran que se tragó el discurso de mesiánico del judaísmo secularizado como si fuera la Palabra de Dios y que se lo regurgitaba a los obreros…
Como persona:
… fue un hombre duro de talante y de carácter. Hirsuto y cortante por lo general, sumario a veces, contradictorio y difícil de entender en otras ocasiones, con un punto de rigidez y otro, compensatorio, de ironía.
Extremadamente difícil de apear de sus convencimientos, frío en la toma de decisiones y pragmático en la ejecución de ellas, de una excepcional constancia y tenacidad en el trabajo, Francisco Largo Caballero acertó muchas veces y se equivocó otras tantas…
En lo político, Aróstegui niega la acusación de que hubiera “dos Caballeros”: uno, el partidario de la “colaboración con la política burguesa, del gradualismo estéril en las reivindicaciones, del reformismo” y, otro, el “dirigente predicador de la revolución, de la ruptura con la democracia, de la toma violenta del poder, de la dictadura del proletariado, de la guerra civil”.
Dice:
El Caballero revolucionario en manera alguna es explicable sin el anterior intervencionista, que fue justamente la autodefinición elegida por él…
…
… no existieron varios Largo Caballero… Visto así, se comprende igualmente que no fue sino un hombre al servicio de un único principio servido por distintos caminos: la reivindicación estricta del progreso de su clase. Y que a ese horizonte plegó todas sus tácticas. Así de simple y así de problemático.
En efecto, así de problemático es; aunque a lo mejor es muy sencillo: si alguien cree que su clase es la “portadora de la objetividad histórica” no tiene por qué justificar sus acciones, intervencionistas ahora y revolucionarias después, porque sabe que esa clase escribirá la historia.
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