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Además de las batallas de Ceriñola y Garellano, la “Crónica del Gran Capitán” narra una multitud de combates y asedios interesantes, durante sus campañas en el Reino de Nápoles.

En marzo de 1503, antes de la batalla de Ceriñola, el Gran Capitán tuvo noticia de que los habitantes de un pueblo llamado San Giovanni Rotondo, ocupado por los franceses, estaban hartos de sus malos tratos y querían abrir secretamente sus puertas a los españoles.

El Gran Capitán, tras concertar con ellos el día y la hora, llamó a un capitán vizcaíno, apellidado Riarán para encargarle la misión al frente de 300 soldados. Tras informarle, le dijo: “Riarán, mirad la gran ventaja que hace el francés muerto al vivo”. (Al parecer, el Gran Capitán expresaba con el lenguaje de la época que el único francés bueno era el francés muerto). Llegada la media noche del día convenido, los habitantes abrieron las puertas y dejaron entrar a nuestros hombres, que habían llegado sigilosamente a las inmediaciones.

Al grito de “España, España” entraron los nuestros en tromba y atacaron a los franceses, aunque éstos se organizaron pronto. Ayudados por los habitantes de la villa, los españoles lucharon bravamente hasta el amanecer cuando muertos 380 franceses, el resto, unos 100 se rindieron. Tras dejar una guarnición, los españoles regresaron a la villa de Barletta, principal base española en aquel momento, donde fueron felicitados efusivamente por el Gran Capitán.

Poco después, salió el Capitán Don Diego de Mendoza con 300 soldados españoles y 100 jinetes para tender una emboscada a un destacamento francés, que salía de un pueblo cercano. La operación tuvo pleno éxito. En el lugar preciso, los españoles sorprendieron a los franceses y a sus suizos, matando y apresando a muchos de ellos.

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Pero 70 suizos consiguieron escapar y refugiarse en una torre cercana. Mendoza les invitó a rendirse y les garantizó la vida, pero los suizos se negaron a rendirse e incluso insultaban a los españoles. Finalmente los nuestros consiguieron entrar por la fuerza y capturaron a los 70 suizos.

Pero los españoles entonces, les despeñaron a todos desde la torre por haberles insultado gravemente mientras se negaban a rendirse.

Cuenta la Crónica que el capitán Pedro de Paz les esperada desde abajo con una pica apoyada en el suelo y los iba ensartando con muy buena maña mientras gritaba “Echad otro cabrón”.

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