08/05/2024 21:02

Bendala

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Se queja el 22 de este mes el Gral. Luis Alejandre Sintes en un artículo en La Razón –diario que normalmente no suele tener razón alguna–, titulado “Tiempo de cobardes”, de que pocos días antes de tener que abandonar el carguito, al no haber resultado electo, el Concejal de Memoria Democrática (¿?), Jorge (Jordi) Rabassa, de Barcelona en Común (¿?), haya dado la orden de destruir el “sencillo monumento que recordaba a los 232 fusilados en el Foso de Santa Elena del Castillo de Montjuic”. Dice el General que de nada ha valido que en 1998 se cambiara la inscripción de “Caídos por Dios y por España” por otra tan genérica como “Honor a todos los que dieron su vida por España”, ni de que en 2008 se sustituyera por otra tan anodina e injusta como “En memoria de todos aquellos que fueron fusilados en este foso de Santa Elena y de todas las víctimas de la Guerra Civil”. Para el General tampoco ha servido que él mismo comprobara durante su mando en aquella plaza la inexistencia de rencor por parte de los familiares de los asesinados por el Frente Popular; que, debo recordar, son las únicas víctimas de aquella guerra o Cruzada porque “los otros” fueron sentenciados y ejecutados conforme a sus crímenes probados en justa aplicación de la legislación de guerra REPUBLICANA, no se olvide, aún en vigor, y además con todas las garantías procesales conforme a Derecho.

Pues bien, permítaseme que yo me queje aquí de la ingenuidad del Gral. Alejandre Sintes, así como de la del resto de mandos militares que desde la llegada de la democracia –¿de verdad llegó y hay democracia en España?–, así como de la de tantos civiles, que ya durante la Tra(ns)ición y después olvidaron que “los enemigos de España y de la civilización cristiana están alerta” (el Caudillo); que creyeron que la anti-España se había reformado; que tomaron en consideración lo de la “libertad sin ira”; que no se creyeron que “La Guerra Civil sigue. Hemos esperado durante 39 años y esperaremos algún año más, pero nuestra venganza durará cuarenta veces 39 años” (La Pasionaria, revista Il Borghese. 1974); que se tragaron lo de que el PSOE ya no era marxista-leninista ni revolucionario porque Felipe González así lo había declarado; que…

Como nueva prueba del algodón, si es que aún hiciera falta alguna tras medio siglo ya de convertir a las víctimas en verdugos y viceversas, algo que no tiene parangón en la historia no sólo de España, sino de ningún otro país que se precie, gracias, eso sí, a la obediente y disciplina sumisión, así como a la pasividad a la que en vil eufemismo se le ha dado en llamar “neutralidad”, cuando no entusiasta colaboración de Generales como Alejandre Sintes, junto con una larga retahíla de autoridades civiles, actualmente en Madrid, en los Nuevos Ministerios, se expone una infame exposición cuyo eufemístico título es El tragaluz democrático. Políticas de vida y muerte en el Estado español (1868-1976)”, auspiciada, claro, por el Ministerio de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática y el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, cuyo fin no es otro que justificar el magnicidio del Almirante Carrero Blanco, de su chofer y de su escolta, alegando para ello que con tan vil como cobarde acto criminal se generó en la población española un «fuerte impacto simbólico» porque «aludía al final de una generación de militares que, tras haber impulsado la Guerra Civil y sus crímenes, supo patrimonializar en su favor el mando del Estado». Hasta aquí hemos llegado y lo que nos queda por ver.

Miles de ejemplos más, de todos conocidos, se podrían poner, pero basta hoy con estos dos, uno que viene de antiguo y otro actual, de cómo la ingenuidad de tantos nos ha llevado a estos lodos. A no ser que no se trató nunca de ingenuidad, sino de algo mucho peor, porque ingenuos, o sea tontos, en esta vida hay pocos y menos en los niveles superiores de cualquier institución, sea civil o militar, por lo que muy bien se puede asegurar, ahora sí pero tras sentar primero todo lo dicho, que el Gral. Alejandre Sintes, si tiene alguna razón, es en el titular de su artículo “Tiempo de cobardes”, bien que aún así echamos de menos que no haya tenido el valor de decirnos cuándo comenzó ese tiempo, así como los nombres de los cobardes, que, si no he entendido mal lo que él considera, no son como cree ni el citado concejal, ni en el caso de la exposición sus patrocinadores, sino aquellos que, repito, hicieron su carrera, militar o civil, haciendo de la obediencia y disciplina, sumisión, y de la neutralidad, inhibición.

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Aliena

Tiene usted razón. Algún ingenuo habrá habido – de todo hay en la viña del Señor – pero es difícil sostener tal pura condición a estas alturas. Amén de que hay demasiadas ocasiones en la pasividad ( con su disfraz de neutralidad ) brilla por su ausencia, y policía, Ejército, Guardia Civil… se aplican con saña y entusiasmo feroz contra todo aquello que pudiera considerarse Derecho Natural o, incluso, alguna norma vigente ( profanación de una Basílica, negar el saludo preceptivo a una difunto – además militar, además Jefe del Estado – matonismos varios por ejemplo durante el «confinamiento», o cuando denuncias algún delito, del cual, por lo visto, tiene la culpa la víctima ).

Pero: «A no ser que no se TRATARA/TRATASE». Por favor, se lo ruego, se lo suplico y se lo imploro hasta de rodillas, no abandonen el subjuntivo, no lo desechen, no lo arrojen al vertedero como si estuviésemos hablando en un idioma tan simple e incluso ramplón como el inglés. Dejaré a un lado el hecho de que no puedo comprender que haya una sola persona mayor de diez años que cometa este fallo garrafal, pues las modas nefastas que consisten en la destrucción de nuestro idioma, son muy numerosas, pero relativamente recientes.

Carmen

Más que de ingenuos, yo hablaría de cobardes y traidores.
Muy cobardes y muy traidores, solo atentos a sus enchufes en empresas privadas, y mientras estaban en activo, a ascender todo lo posible.
¡Gentuza, en definitiva!
(Don Francisco, me alegro mucho que haya superado el infarto. ¡Dios le quiere batallando, muchos años más! Todo mi afecto, respeto y gratitud, a usted y a los suyos).

Azul

Dicho suavemente, se necesita ser, muy sumiso, que no ingenuo, para una vez tras otra ir intentando complacer a los que no están dispuestos a considerarse complacidos jamás, cosa que está de más decir que no debería importar en absoluto. Esto por un lado, Y por otro lado ¿están tranquilos de conciencia los que con su ayuda colaboran en semejante, digamos, farsa?

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