27/04/2024 02:06
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Memento siniestro, muy siniestro, el «GALoso» general José Antonio Saenz de Santamaría. «Hay cosas que no se deben hacer, si se hacen no hay que decirlo y si se dicen hay que negarlo». Bozalistán, incluso saliendo fiambre de comisaria, las torturas parece ser que nunca están acreditadas. Y si, milagrosamente llegara a acreditarse, el globalista y mafioso gobierno de turno PP$OE, te indulta. Y te asciende. Y te condecora. Y te proporciona una generosa, generosísima pensión para los restos.

 

NADIE debe ser torturado, lo mínimo

La entrega temporal de Iratxe Sorzabal al pútrido reino de Bozalia se acaba de saldar con una condena en la Audiencia Nacional a 24 años de talego por un atentado de la banda asesina ETA en la ciudad asturiana de Gijón cometido en 1996. Todo ello tras un juicio en el que Sorzabal detalló minuciosamente las torturas sufridas a manos de los pikolos y que le llevaron a autoinculparse.

El tribunal especial (tal franquista Tribunal de Orden Público, TOP) recoge las salvajes torturas en el fallo, admitiendo palmariamente la absoluta credibilidad de las mismas, pero acto seguido, abracadabrante aporía, indica que “no ha quedado plenamente acreditado”. Tampoco se ordena ninguna investigación al respecto.

 

 

Mínima Moralia

Rigiendo la más pura de las contradicciones, ropones patrios ignorando la conclusión del protocolo de Estambul que acreditó también la tortura padecida por la etarra Iratxe Sorzobal, para insistir poco después en el auto de condena que no existió vulneración alguna de  derechos humanos.

Condenar a un etarra, puro acto de justicia, pero aseverar que las torturas no están acreditadas es insultante, fatídico, doloroso, indignante, asqueroso, inmundo, vengativo, hijoputismo del “bueno”. No existen calificativos, no. No los hay. El suelo ético, dizque. Con etarras y no etarras. En fin.

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Autor

Luys Coleto
Luys Coleto
Nacido en Bilbao, vive en Madrid, tierra de todos los transterrados de España. Escaqueado de la existencia, el periodismo, amor de juventud, representa para él lo contrario a las hodiernas hordas de amanuenses poseídos por el miedo y la ideología. Amante, también, de disquisiciones teológicas y filosóficas diversas, pluma y la espada le sirven para mitigar, entre otros menesteres, dentro de lo que cabe, la gramsciana y apabullante hegemonía cultural de los socialismos liberticidas, de derechas y de izquierdas.