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Miserables, ruines, malas y resentidas, y hablo en género femenino ya que ahora los comunistas no son los comunistas, son sólo ellas, las comunistas. Porque ahora, ellos, los comunistos, oficialmente, se someten a lo que determine la agenda de género de ellas, una nueva élite, muy alejada del común de las mujeres trabajadoras y orgullosas de ser mujeres, amantes, compañeras, esposas y madres; una élite de mujeres, que se avergüenzan de serlo, y que se reparten la tarta, en complicidad, con los machos de su redil a los que se tolera sus existencia por ser juramentados a esa perspectiva que resulta incuestionable e indiscutible, o por ser machos alfa que resultan ajenos a tanta patraña ideológica, y por ende, se encuentran inmunizados, y sin vacuna, a sus consecuencias.

Lo malo es que esta chusma neocomunista es la que ha conseguido tomar las riendas del poder en nuestro aletargado país. Son ellas las que inoculan el virus del odio hacia todo lo que estiman va en contra de sus ansias de manipulación y tergiversación del presente y del pasado, que quieren refundir en un futuro diseñado a su medida. Odian la familia, odian a las mujeres que deciden en libertad sobre sus vidas al margen de sus dictados, odian a los hombres que no reniegan de su masculinidad, odian a su país y su historia, odian las libertades individuales ( sobre todo las de los demás), odian la propiedad privada y el orden, odian la religión cristiana, por lo que confraternizan con otras religiones que la tienen en su punto de mira, odian la decencia, la verdad y la moral que no coincida con la suya, odian la igualdad basada en los valores de mérito y capacidad, odian el esfuerzo y el sacrificio, odian el amor… y en definitiva la tienen tomada contra el símbolo de la Cruz que representa todo lo que ellas odian.

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La Alcaldesa comunista del precioso pueblo cordobés, pueblo de mi abuelo, de Aguilar de la Frontera no podía ser una excepción. Ha actuado en una clara demostración de odio a la Cruz, y como un ensayo de la intención de destruir otra Cruz más grande que se encuentra en el Valle de los Caídos. Ellas no saben que la Cruz ampara a todas las víctimas, a todos los que perdieron su vida por defender sus ideas, a todos los inocentes que murieron en una cruenta guerra que muchos querían olvidar, pero que algunas quieren que les sirva como pretexto para ir imponiendo sus proyectos. A eso, le llaman actuar en defensa de la Memoria Histórica. De

la suya, naturalmente. Ellas no saben que la Cruz nunca se podrá desechar y esconder en un estercolero, pues la Cruz, a los cristianos, nos acompaña siempre. Como decía Santa Angela de la Cruz, de esa Cruz que para otras resulta ofensiva: “ No hay nadie que viva sin su Cruz y el que huya de una, encontrará otra mayor”. Por tanto, Mientras más se ataque a la Cruz, más triunfará y extenderá su sombra, incluso sobre aquellas que la profanan , aquellas que obtendrán perdón, porque no saben lo que hacen, aunque muchos que ya las hemos calado, y que El Señor crucificado en esa Cruz, no nos lo tenga en cuenta, sabemos que son eso: resentidas, malas, ruines y miserables.

Autor

REDACCIÓN