20/09/2024 04:43
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Reza su leyenda que en la copa su vino y, en su vino, su huella, el Bierzo.  Esa tierra fértil, llena de contrastes, por ende, de sabor, gracias a las múltiples variedades de uva que en ella, habita. En este caso, la aún desconocida para muchos, Godello, que nace quizá a la sombra de la estrella, Mencía.

Hablamos de un monovarietal,  100% colección de familia Heredad Morán y López, en Puente Boeza, Ponferrada, que recoge y sirve la tradición de una infancia vivida al albor de un viñedo peculiar, de este campo ya trabajado antaño por abuelos y padres, que ahora revive en la copa, fermentado, previamente con la paciencia justa que lleva el realizar las buenas cosas,  como este caldo excepcional, suculento, que se abre en plenitud al degustarle y expresa, en todo un suave sorbo, esa crianza especial a la sombra que le confiere el año en barrica de roble francés y seis meses en botella, que le hace merecedor sin duda de un digno premio,  no el único que ostentan, un oro en el anual Bachuss concurso internacional de vinos en el que han participado más de 1.500 referencias de diferentes partes del mundo.

Serie numerada y limitada, porque lo poco gusta y lo mucho cansa, para una reciente cosecha, 2020, de vuelta al origen después de aprender el oficio que presenta esta bodega piña de un caldo de calidad suprema Heredad Altos de Talana, de gran frescor mantenido y equilibrio entre la innovación y la tradición, gracias al toque frutal que desprende, preside y envuelve su descorche en boca.

 

Un vino, sexta referencia de una generación con sello joven, con personalidad redonda, como la zona que apellida su terruño, trabajado ahora, en el cálido regreso, a los ojos acierto de Miguel Ángel y Estefanía, ahora al frente.

Ya los romanos no se andaban con chiquitas al implantar la vid por estas latitudes. Labor que continuaron los monjes de la zona, aportando su toque celestial.  El clima también ayuda,  suave y contribuye a ese cierto gusto aterciopelado que queda en el regusto de viñedos en altura de entre 450 y 1.000 metros.

Una extensión de cerca de 30 hectáreas, en una predisposición única.  Que la hacen muy peculiar. Muy próxima a la bodega, como un garante para el óptimo estado de vendimia y su posterior elaboración, con una mínima invasión.

Elegante, de corte y confección, como se pudo comprobar en el último Salón de las Estrellas de la Guía Peñin en Madrid. Un vino con sumo mimo, que sabe a lo vivido, la metamorfosis de un cálido recuerdo, dorado, brillante como su color y adorado como su sabor, a la altura de las grandes ocasiones. Amigable. Hecho para compartir. Lejos de convencionalismos que expresa la sabiduría de las cosas bien hechas, con tiento, como sabe su artífice viticultor y el máximo respeto por el Ecosistema y una Agricultura sostenible al amparo de una gran D.O. que vela, desde hace tiempo ya, por los estandartes de calidad y personalidad de sus vinos, los bercianos, no solo blancos, aún muchos por descubrir.

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REDACCIÓN