01/05/2024 16:05
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El gobierno español ha aprobado el Real Decreto-ley 20/2022, de 27 de diciembre, que regula  o modifica las supuestas consecuencias económicas de la guerra en Ucrania. En su artículo 74 se aprueba una nueva línea directa de ayuda a personas físicas de bajo nivel de ingresos y patrimonio, con el pretexto de paliar el efecto en los precios con ocasión de la crisis energética derivada de la invasión de Ucrania.

Esta ayuda consiste en un pago único de 200 euros, siendo beneficiarios las personas físicas que durante el año 2022 hayan percibido ingresos inferiores a 27.000 € anuales y tengan un patrimonio inferior a 75.000 € anuales a 31 de diciembre de 2022, quedando excluidos los perceptores del ingreso mínimo vital, pensionistas del régimen general y especial de la seguridad social, clases pasivas del Estado, profesionales no integrados en dichos regímenes pero perceptores de pensiones alternativas, así como los administradores  y participantes en fondos de una sociedad mercantil.

La primera pregunta que nos viene a la cabeza es la siguiente: ¿a quiénes va dirigido tal pago único? Si acudimos a la tabla del INE, que muestra el porcentaje de hogares españoles conforme a determinado nivel de ingresos, observamos que para un sueldo mensual que no supere los 1.499 € mensuales (se entiende brutos) y por 14 pagas, el resultado anual es del de 20.986 €. Si tomamos la escala de los 1.999 € superamos el límite de los 27.000 €. El porcentaje de hogares que no supera los 27.000 €, según el INE, es de un 16,90 % de la población española. Observamos que dicho porcentaje es muy bajo, y si además aplicamos el segundo de los tamices que la norma aplica, el del patrimonio no superior a 75.000 € anuales, con que solo se tenga una vivienda medida, el porcentaje beneficiado se reduce aún más.

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La segunda pregunta es la de ¿cuál es la finalidad de dicha medida? La respuesta no es otra que la adopción de una medida electoralista más, no solo por la propaganda que ello significa de titulares a la publicación del real decreto, de apoyo al gobierno en su rendición de cuentas, tanto económicas como políticas, y como medida de captación de votos.

Mas esta medida no deja de tener una serie de efectos perversos, como son los de la dependencia -menor o mayor- del gobierno de turno, la idea de que todo ha de recibirse del estado, la discriminación que significa que una parte de la población pueda ser tributaria de ayudas en perjuicio de la población que no las recibe, y finalmente, el nacimiento de un espíritu en el individuo de que no es necesario realizar esfuerzo alguno para superar cualquier circunstancia adversa en la que uno pueda caer, aun temporalmente.

Las continuas ayudas, subvenciones, auxilios, viáticos, gratificaciones, socorros, subsidios o como queramos llamar lo que representa el dar un importe dinerario sin contraprestación u obligación alguna, recuerda en el tiempo al pan y circo romano. O aquella situación que recuerda Miguel Delibes, como profesor de Derecho Mercantil que era, que vivió España en el siglo XVII motivada por la incesante llegada de metales preciosos desde la américa española, que encontró en el pueblo español el eco de la sopa boba, que se repartía graciosamente en los conventos, al rechazarse todo trabajo manual.

En un intento de remediar tanta complacencia ciudadana Carlos II (último Austria) promulgó la Real Cédula de 1682, por la que se declaró que mancharse las manos no era denigrante para conseguir que algunos arrimasen el hombro. Lo obtenido fácilmente cuando no existe una causa real hace que falte dicho beneficio.

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El gobierno o el Estado no está obligado a beneficiar a nadie, menos cuando el beneficio sea el resultado de una diferenciación entre beneficiados y no beneficiados, pero a lo que sí están obligados los gobiernos y los Estados, es a no perjudicar a nadie, menos a sus súbditos o ciudadanos. Y este gobierno nuestro actual, como los últimos anteriores,  con su manera continua de no hacer lo que hay que hacer (eliminar la enorme deuda que sobre nosotros pesa) nos vienen perjudicando y dañando, sin que sea cataplasma de dicha dolencia la continua sopa boba.

 

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