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Planteamiento
El reciente convenio concertado entre la Diputación de Badajoz, dominada por el socialismo extremeño –montaraz como pocos-, y la archidiócesis de Mérida, nos obligan a comentar, siquiera sumariamente, ciertos caracteres de la violencia empleada por la izquierda radical de los años treinta, entre los que sobresale la conducta terrorista de determinados grupos socialistas locales. La polémica relación contractual que hemos mencionado trata aspectos controvertidos de la pasada guerra civil, como la conservación de aquellas lápidas recordatorias de los caídos del bando vencedor; entre ellos, no pocos sacerdotes, religiosos y seglares, quienes fueron martirizados por profesar simplemente la religión católica en los aciagos años treinta. Pues bien, ambas partes contratantes, sin ninguna pizca de sensibilidad, han acordado la astracanada o la villanía de retirar de los edificios religiosos todo vestigio funerario que recuerde el heroísmo de quienes dieron su vida por la fe y por unos principios que han sido el fundamento del orden social de la España tradicional; a saber: la religión, la propiedad, el auxilio social y el patriotismo. Y que no se nos diga que tales características no forman parte del acervo cultural del catolicismo extremeño, cuando fueron hijos de esta tierra quienes conquistaron para la nación española todo un continente, permitiendo evangelizar el inmenso territorio descubierto. Por ende, bien valdría que el Parlamento extremeño legislara de una vez una ley memorística integral; pero no para perseguir a quienes piensan de determinada manera, como actualmente viene sucediendo –tapando de paso las tremendas barbaridades que cometieron sus padres ideológicos hace noventa u ochenta años-, sino para recordar también la epopeya de los Pizarro, Valdivia o Cortés, cuando este 2021 se cumple precisamente el segundo centenario de la independencia de Méjico, lo que vino a suponer la liquidación de nuestro vasto imperio colonial.
La guerra fría en la IIª República
Una guerra revolucionaria suele venir precedida de una etapa de gran violencia e inestabilidad social, que permite a los revolucionarios templar los ánimos a fin de que el estallido revolucionario se convierta en una guerra despiadada, ya que resulta conveniente para aquéllos el aniquilamiento del adversario del porvenir, habida cuenta de que los partidarios de la revolución pretenden instaurar un nuevo orden social. En concreto, fue el general Díaz de Villegas quien catalogó el periodo prebélico de la II República como un ejemplo de guerra fría; y en verdad los datos conocidos no le quitan razón. Pues bien, dicha guerra fría comenzó muy pronto en la región extremeña, con el advenimiento de la República y la profusión de huelgas y desórdenes, como los ocurridos en diciembre de 1931 en tierras de Badajoz o, a principios del año siguiente, en Salvatierra de los Barros y Villanueva de la Serena. En cualquier caso, conviene no olvidar que fue el socialismo provincial el detonante de tanta muerte e ignominia, como lo prueban los hechos de Castilblanco de 1 de enero de 1932, cuando los socialistas locales azuzados por las directrices y proclamas de Margarita Nelken y Manuel Muiño -dos diputados sin demasiados escrúpulos- asesinaron a cuatro pacíficos guardias civiles que se habían limitado a parlamentar con los huelguistas de la comarca. Los cuatro infelices fueron apedreados y mutilados, bailando incluso algunas mujeres entre los restos de los cuerpos de los guardias, festejando así tan horrible fechoría. De espeluznantes calificó los hechos el director general de la Guardia Civil, el africanista Sanjurjo, pues a juicio de este laureado militar ni los asesinatos cometidos por los rifeños en Monte Arruit habían alcanzado tal grado de salvajismo. Pues bien, estadísticamente, durante el año 1932, la provincia badajocense registraría múltiples disturbios y huelgas que ocasionan varios heridos y muertos (Salvaleón, Hinojosa del Valle), asaltos a propiedades particulares (Llerena), incendios de iglesias y derribos de cruces de valor histórico (Hinojosa del Valle, Fuente del Maestre), invasiones de fincas (Olivenza, Castuera). En 1933, se anotarían desmanes en Zafra (ataque incendiario a una iglesia), incendios de fincas en Azuaga y, sobre todo, el motín revolucionario de Villanueva de la Serena, que causó también varias víctimas. Y en 1934, se producen numerosos altercados en la provincia, con ocasión de la huelga campesina, requiriendo el Gobierno Civil que abandonase Badajoz el diputado socialista Rubio Heredia por considerarlo el propulsor de las perturbaciones. De hecho, dos personas son muertas en Alconchel tras atacar los huelguistas a un pelotón de guardias civiles; y meses más tarde, se asesina un propietario derechista en Castilblanco. Llegados al año 1935, la violencia izquierdista decae en la provincia, motivado por la clausura de sus centros políticos, como consecuencia de la fracasada revolución de octubre; no obstante, la prensa describe algún enfrentamiento de radicales de izquierda con militantes falangistas y otras agresiones por motivos político-sociales, como la muerte del diputado Rubio Heredia a manos de un funcionario judicial.
Es cierto que la provincia tenía un gran problema con la propiedad de la tierra, hasta el punto de poseer la mayor parte de la misma solamente el uno por ciento de la población, según constata el informe del episcopado que consultó monseñor Montero, para redactar su magnífica obra sobre la persecución religiosa en 1961; pero ello no puede justificar el asesinato político ni, mucho menos, la matanza indiscriminada de inocentes, como sí practicó el socialismo extremeño durante los años treinta. No en vano, en diciembre de 1933, un miembro de las juventudes socialistas asesinaba a un modesto panadero en Zalamea por pertenecer a la incipiente Falange; a quien el municipio de Badajoz le ha retirado recientemente la calle a su nombre, presionado por la Diputación de predominio socialista… Y es que la minoritaria Falange también se había convertido en objetivo de los sicarios izquierdistas que operaban en la provincia; persecución que sigue siendo la preocupación de ciertos descendientes ideológicos de aquel socialismo pertrechado de pistolas ametralladoras.
Por lo demás, no existe aún un inventario fehaciente sobre los desórdenes y delitos cometidos por la izquierda extremeña durante el periodo republicano; y esperemos que los historiadores locales que no dependen de la cuerda de la dictaduría regional en materia de cultura, puedan elaborarlo algún día. Mientras tanto, podemos relatar, siquiera como referencia indicativa, algunos crímenes y arbitrariedades cometidos por la militancia social-comunista durante los meses previos a la guerra. En enero de 1936, los socialistas matan a un cedista en Los Santos de Maimona e hieren a otro miembro de la CEDA. En marzo, sería asesinado nuevamente un derechista, a quien casi le rebanan el cuello; en Jerez de los Caballeros, es violentada la iglesia de los Misioneros del Corazón de María, destrozando las imágenes y figuras sagradas, produciéndose once heridos; en la capital pacense, varios derechistas son perseguidos y agredidos; en Granja de Torrehermosa, muere un agente de policía por un incidente ocurrido en la Casa del Pueblo; en Castuera, un agente municipal atenta contra la vida del jefe provincial de Falange. En abril, son apaleadas en la capital varias personas de derechas, enloqueciendo una de las víctimas: en Villanueva de la Serena, los patronos fueron coaccionados por elementos socialistas; en Oliva de la Frontera, se coacciona incluso a varios funcionarios, apedreando edificios. En mayo, elementos socialistas agreden a varias familias que procedían de Los Santos de Maimona, hiriendo a varias señoras indefensas; entretanto un guardia municipal dispara contra un patrono que, paradójicamente, sería encarcelado y en Monterrubio de la Serena fue agredido el hermano del párroco; en Almendralejo, son desalojados varios conventos y, en Zafra, los religiosos son expulsados, apaleados y detenidos. En junio, los izquierdistas tirotean a la Guardia de Asalto. En julio, es asesinado un falangista en Castuera mientras González Peña aleccionaba a las juventudes socialistas concentradas en Badajoz con las siguientes palabras: “Es urgente prepararse y estar armados pues el día en que se haya de actuar pudiera estar próximo…”.
El dominio rojo durante la guerra civil: brutalidad extrema
El fracaso del alzamiento militar en parte de la provincia propicia que el siniestro socialismo extremeño se adueñe de gran parte del territorio provincial, donde desata un terror y una crueldad inconcebibles: violaciones múltiples, martirios de personas piadosas, tormentos y torturas salvajes, escarnios públicos humillantes, prisioneros quemados vivos, mutilaciones y emasculaciones, enterramientos de vivos, asesinatos de menores de edad, etc. Comentario aparte merecen las penalidades soportadas por los cientos de cautivos y escondidos, como fue el caso de Murillo de Valdivia, futuro Presidente de la Diputación, quien permaneció ocho meses prácticamente emparedado en la localidad de Quintana de la Serena, necesitando tras su liberación dos meses de reposo en una clínica. Por fortuna, las operaciones militares del Ejército de África -tan criticadas como poco entendidas- permitieron que la provincia no alcanzase una mortandad como la observada en las provincias limítrofes de Toledo o Ciudad Real, donde las muertes violentas por mor de la represión republicana rondan las ocho mil víctimas conocidas. Con todo, la estadística de muerte y destrucción relativa a la circunscripción provincial de Badajoz es lo suficientemente expresiva cómo para no estremecer a cualquiera:
Relación nominal de asesinados: 1603 individuos
Sacerdotes y religiosos asesinados: 81 ,,
Templos destruidos y profanados: 159
Cautivos: cientos de encarcelados
Saqueos y latrocinios: 42 millones de pesetas
Dejando a un lado el análisis exhaustivo de la destrucción del patrimonio histórico-artístico provincial, cuyo inventario fue efectuado por Adelardo Covarsí en 1938-1939, hemos de tratar aquí quiénes fueron los responsables de tanta muerte y desolación. Pues bien, como movimiento político, le cumple al socialismo el deshonor de haber sido la facción política izquierdista más tiránica de la guerra en tierras badajocenses, al ocupar sus dirigentes los principales puestos administrativos y conservar igualmente la mayor representación en los diferentes comités locales donde se decidía la muerte y el saqueo de las personas de orden. De hecho, en los territorios que ocuparon los republicanos hasta la liberación de 1938, la dirección del denominado Gobierno General de Extremadura correspondió a los socialistas Casado Morcillo y Olallo Parra, quienes actuaban en completa sintonía con los partidos del Frente Popular, en lo tocante a las incautaciones y detenciones de las personas de ideología derechista o similar. Pues bien, motivado por su sevicia, no podemos dejar de señalar al alcalde de Serena, el socialista Rafael Maltrana, quien con su estado mayor fue el responsable de los terribles asesinatos de Granja de Torrehermosa, tal como acredita un informe policial de 1941. Pues bien, el dictamen médico* levantado en dicha localidad el día de su liberación se expresaba del siguiente tenor:
1º. Cadáver de hombre de unos 60 años de edad, herida de hacha en la región parietal izquierda y herida de bala en la región precordial.
2º. Cadáver de niña de unos 5 años de edad, herida de hacha u otro instrumento cortante y pesado, en el parietal derecho, fractura completa del cráneo con magullamiento, fractura completa del brazo y antebrazo derecho y extensas contusiones en la región lumbar y dorsal (…) La muerte fue producida, al parecer, por golpe violento de la víctima contra el suelo y pared (…) y una vez en el suelo herida en el cráneo.
3º. Otro cadáver de niña de unos 9 a 10 años, fractura con magullamiento del cráneo, sin herida aparente, fractura completa del brazo derecho y signo de violación o intentos.
4º. Cadáver de joven de 22 a 26 años, con tremendo golpe entre el parietal izquierdo y el occipital, con hundimiento de la bóveda craneana, salida de la masa encefálica e inclusión del pelo dentro del cráneo (…)
5º. Cadáver de mujer de unos 58 a 60 años de edad, extensa herida de hacha al lado derecho del cráneo y cara.
6º. Cadáver de joven de unos 30 años de edad, con desarticulación completa de la cabeza, contusión extensa en la región frontal izquierda y desgarramiento de la vulva por objeto contundente. En esta víctima hubo posible violación hecha con anterioridad.
7º. Cadáver de mujer con extensa herida cortante, posiblemente producida por hacha en la ingle derecha, con rotura del paquete básculo-nervioso y capas musculares (…)
8º. Cadáver de mujer con extensa herida en la cara interna de la pierna izquierda, producida por hacha, con desgarramiento de todos los tejidos.
9º. Cadáver de mujer de unos 24 a 26 años de edad, con magullamiento del cráneo, desarticulación de la cabeza, fractura del brazo derecho, exostalmia del ojo izquierdo, contusiones de la región genital producidas por una posible violación.
10º. Cadáver de mujer con herida extensa por instrumento muy cortante en la región maxilo-parietal-temporal izquierda.
11º. Cadáver de mujer que por encontrarse completamente debajo de los demás no pudo ser conocido
No obstante, hemos de precisar que aunque se trataba de un socialismo autóctono, estaba fuertemente influido por las prédicas soviéticas, como lo acredita el papel que desempeñaron Margarita Nelken o Martínez Cartón en la propagación del socialismo revolucionario por toda la geografía provincial; de hecho, sus nombres sirvieron de denominación para dos batallones de soldados que durante la contienda operaron por Extremadura.
Los crímenes de la posguerra
La estadística bélica del maquis en la provincia muestra también derramamiento de sangre inocente y sufrimientos físicos y morales por parte de la población local. Así, los diez años que discurren de 1943 a 1952, arrojan las siguientes cifras y modalidades: los huidos asesinan a 21 civiles y causan cinco muertos a la Guardia Civil; cometiendo, además, 26 secuestros, 118 atracos y seis sabotajes. Sin embargo, partidas de republicanos habían comenzado a recorrer los montes de Badajoz tras los primeros reveses bélicos de la guerra, anotándose encuentros sangrientos con la fuerza pública y hasta asesinatos desde, al menos, 1937 en adelante, como sucedió en las zonas meridional y noroccidental de la provincia; donde los huidos de las sierras de Alburquerque eliminarían de forma cruel a los ocupantes de un automóvil, un labrador, un tratante de ganados y dos guardas de campo… Por lo que concierne a los grupos guerrilleros orientales, ha de decirse que su carrera delictiva empezó tras la derrota de 1939, sirviéndose de miembros descontrolados de los restos de las columnas “Cartón” y “Toral”. Entre aquéllos, destacan por su ferocidad las partidas de los socialistas Quincoces y Chaquetalarga, quienes recorrerían la franja fronteriza de Ciudad Real, Toledo, Cáceres y Badajoz, así como la del Manco de Agudo; si bien, hacia 1949, este núcleo guerrillero podría considerarse extinguido. Curiosamente, serían las andanzas del Manco de Agudo, las que peor recuerdo hayan dejado en el sector, habida consideración las violaciones cometidas contra aquellas mujeres que no accedían a sus pretensiones, como la que perpetró contra la esposa de un humilde pastor del término de Garbayuela, junto con cuatro de sus compinches, o la cometida contra la mujer de un propietario de Talarrubias; días antes había asesinado a una joven en la frontera ciudadrealeña por negarse a mantener relaciones sexuales. En fin, un forajido con todos los atributos de temeridad y crueldad que quepa imaginar, pese a las hagiografías románticas favorables; es decir, un bandolero sanguinario que hasta se jactaba de apalear a quien se entendiera sospechosamente con la Guardia Civil, como apunta el general Aguado Sánchez en sus monografías.
Por su parte, las soledades occidentales de Sierra Morena fueron frecuentadas por grupos de huidos andaluces desde los primeros compases de la contienda, penetrando algunas partidas armadas en la provincia de Badajoz, sembrando con ello el terror y el miedo en haciendas y pueblos apartados, hasta bien entrada la posguerra.
Conclusión
Un repaso escueto y minucioso de las fuentes históricas badajoceñas durante la década de los treinta, pone de manifiesto que la violencia política de carácter provincial no procede del estallido del Movimiento Nacional, ni siquiera del avance desplegado por las tropas de los militares sublevados, sino de etapas anteriores. Por tanto, rogaría menos cosmética histórica para sostener burdas tácticas de determinadas facciones políticas en boga. De hecho, la violencia que asoló Badajoz durante el primer tercio del siglo pasado se aceleró a partir de la proclamaciónde la República en 1931 y, curiosamente, en su génesis los dirigentes socialistas provinciales tuvieron bastante responsabilidad. No sólo eso sino que en la dirección de los horribles asesinatos que se cometieron en la zona republicana de Extremadura la responsabilidad del socialismo de entonces parece indudable.
Efectivamente, el odio social inoculado en las masas populares terminó produciendo unos resultados catastróficos en el territorio provincial, con profusión de actos criminales realmente espantosos; pero al menos, los toscos campesinos extremeños que seguían al socialismo de entonces soñaban con un reparto justo de la tierra, es decir con una política honestamente redistributiva. Lamentablemente, los dirigentes extremeños del socialismo actual parece que sólo entienden por redistribución, el repartimiento de cargos oficiales entre las personalidades del partido, pues en verdad el único reparto equitativo de la propiedad que ha existido en la jurisdicción provincial fue el propiciado por los huertos familiares del franquismo y la acción colonizadora del área de Montijo o el conocidísimo Plan Badajoz; precisamente, la historia social que estos modernos inquisidores quieren que olvidemos con sus decisiones draconianas, típicas de un régimen liberticida.
Y no me digan que existe un sistema de libre representación en tierras extremeñas, cuando el partido gobernante ha ocupado interrumpidamente el poder regional desde 1983 hasta la actualidad, con la única salvedad de la legislatura del 2010. De hecho, esa detentación absoluta del poder por parte del socialismo desde las primeras elecciones autonómicas, en conformidad con las tesis de determinados politólogos modernos, representa síntomas de un régimen dictatorial encubierto; las tiranías anónimas de que ya hablaba Vázquez de Mella. En fin, la puesta en práctica de la ley de Memoria Histórica y Democrática de Extremadura (sic) y de otras disposiciones parecidas viene simplemente a corroborarlo.
*Granja de Torrehermosa a las trece horas del día 27 de Septiembre de 1936. (Firmado): Dres. Carlos J. Derqui y Goyena, Manuel Reyero Trulías, José Reyero Trulías.- Rubricado.
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